Rafa llega a Tablada en una Gilera. Es 1972. En Tablada tener una moto entonces, y ser rubio, alto y poeta, estudiante de abogacía, vivir en un palacio del parque, era como una fantasía, algo que se podía ver en películas o en revistas. Rafa en la moto es Busco mi destino. Es el hijo de Henry Fonda. El hijo, el nieto. Rafa tiene una camisa de bambula, escocesa, pelo largo y rubio. Rafa tiene una guitarra cruzada en el pecho, escribe canciones, y trae en el asiento trasero a una chica rubia más linda que Marianne Faithfull. Rafa milita, escribe poesías, trae a mi casa, a mi hermano mayor, Oscar, y a Marcelo, su hermano menor, libros de Walt Whitman, de Sartre, de Cooke, discos de Ricardo Cocciante, de Paco Ibáñez, de Joan Baez. Rafa canta y llega a Tablada con su doble linaje. Rafa es como Dahlmann, mitad Borges y mitad Negro Tomaso o Turco Sapeta. Rafa tiene un abuelo que inventó el derecho público pero a él le gusta el barrio, salir de las avenidas, ser de Ñuls, pero tener un padre canaya. Rafa se prueba en las inferiores de Ñuls, lo quiere convencer a Griffa de que él puede ser el portón del mediocampo leproso, el cinco, pero ya está el Tolo Gallego. Es inútil. Es 1974. Treinta años después, Rafa, como canciller de Néstor, cumplirá su sueño y será el patrón del mediocampo latinoamericano que detendrá el ataque del Alca, el de Bush, en la cumbre de Mar del Plata. Rafa trae libros de Derecho Romano, me los presta y al poco tiempo los necesita para venderlos. De urgencia. Los de Whitman no, esos no se venden. Esos aún están ahí. Rafa es Walt Whitman para los chicos de Tablada. Rafa milita, trae panfletos, le pide a mi vieja carne al horno pero lo que más le gusta son las papas, las que queman. Rafa come como un náufrago, como un artista, como un soldado, escribe canciones, las canta en el living de Ayolas, la bambula escocesa y el pelo largo y rubio de hippie, con la resolana, refuerzan el doble linaje, un vagabundo como Whitman que deja el palacio familiar del parque y entra en el sur profundo de Rosario. Rafa no es un flaneur, no "pasea" por Villa Manuelita ni por el lado pintoresco de los 70, Rafa pasa a la clandestinidad, agarra el fierro, va preso. Rafa tiene que irse. Ya mismo. Vende todos los libros menos el de Whitman, que sabe o no sabe o no recuerda, se lo deja al hermano menor de un amigo de su hermano más chico. Rafa es Whitman, lo salva sobre la hora Ralph Waldo Emerson, pero debe irse. Debe callarse, debe bajarse de la moto, cortarse el pelo, olvidarse de la bambula y de Marianne Faithfull. Rafa cumple la pena del exilio y regresa. Vuelve y con Alfonsín informatiza todo el Poder Judicial argentino. Rafa limpia el Pami Rosario, audita la Nación. Rafa es el canciller del default argentino, el ministro de exteriores de Néstor y de la Argentina año verde que pagó toda la deuda externa. Rafa escribe los poemas de Wintergarten y las pesadillas de Tucho Valenzuela y Raquel Negro. Rafa y el doble linaje, compila todo el derecho público del abuelo y ficciona como nadie la crónica sangrienta de Los Monos. Rafa cena con Lisandro en la parrillita. Rafa tiene más poemas que Lugones en la antología de poesía del bicentenario, la de Monteleone. Rafa es un niño azul en Morteros, corre cuando Toti lo llama a tomar la leche y deja en el jardín de los abuelos el libro de Verne y el de Salgari. El doble linaje, Rafa, el marxista salgariano. Rafa salva a Ñuls, viene a votar la mañana en que hay que parar las balas de Eduardo J. López. Rafa... Rafa a partir de mañana ciudadano ilustre de Buenos Aires. Rafa tiene un libro inédito, un amor sofocado con el mejor lenguaje literario argentino y quizá no lo publique, porque los mejores libros están en el futuro. Rafa huele limón cuando duerme y sueña con la casa de Lezama Lima en La Habana. Rafa siempre velando por mi escritura. Rafa no te deja nunca en la puerta del cementerio. Rafa se mete en tu tumba y te pregunta si vos todavía tenés sus libros de Walt Whitman. Vos le decís que sí, pero él no te los pide, porque sabe que hay un límite. Whitman (Rafa) no se vende.