CR ediciones es una editorial rosarina que lleva cinco activos años de vida, en cuya producción preponderan los libros de poesía.En este caso nos detenemos en dos obras publicadas en el 2021 cuyos autores son sus directores precisamente, Marcelo Cutró en soledad en una y en conjunto con Patricio Raffo en la otra. Diecinueve casas blancas es el último título publicado en poesía por Cutró, que comenzara con Los lugares con noche en el año 1993; y prosiguiera con Santa Isabel, Espina de agua y Rumania-Santa Isabel.
Conocedor de la palabra poética, con trabajo de orfebre pule los versos y consigue la tensión de la imagen –que es una marca propia de su obra– en estos poemas, en su mayoría, breves. Hay marcas y señales que muestran una historia que cohesiona los textos, personajes y lugares que mojonan este recorrido. Melín, Nube Azul, Cué, Manjou, un director de orquesta que obraría como una suerte de sujeto lírico y narrador –abriendo el libro con un poema prefacio–, El hotel del balneario, un Melincué histórico. Raffo precisamente en la contratapa señala que el autor “fotografía, con precisión, un concierto en el viento de la memoria. La certeza de sus textos, de una finura exquisita, hace que su poesía se pose sobre la belleza, permitiéndonos oír la claridad de sus palabras”. Y Cutró da cuenta de esto cuando dice: “Los pasos de la iguana en el firmamento. / La voz de las hormigas entre los pastos, / su clamor zodiacal, frotando un instante con otro, / para poder engañar, girar en otra dirección. // Címbalos de un milagro itinerante, / idéntico jaleo terrenal”.
Esa cualidad para darles justeza a los versos y que las palabras halladas sean las necesarias, hacen de Cutró un poeta sólido, un creador que se toma en serio su oficio y cuyos resultados reconcilian con la posibilidad de una poesía sin pompas ni artificios, pero sí diáfana y auténtica.
La edad del mar es un libro coescrito por el mencionado Cutró y por Patricio Raffo.
Raffo posee también una aquilatada obra y ha publicado previamente en poesía Restos inexplicables, Dios hembra, Otro pasto, El ritual del adiós y La noche que se recostó en la memoria.
En La edad del mar nos topamos con textos en prosa pero de sustancia poética, en su mayoría breves –incluso de una única línea–, donde no se distinguen las voces de los autores –o quizá, debiera decirse, se unifican esas voces–. Diversos tópicos navegan las aguas de este libro, con atmósferas cercanas al aforismo también –género que honraran, entre otros, Raúl Gustavo Aguirre y el poeta rosarino Hugo Diz–, pero sin renunciar a la cualidad de la imagen.
El amor, el tiempo, el recuerdo, la infancia; todo ello se avizora en estas páginas, mientras que cada tanto se vuelve a sentir un mar de fondo palpitante. “Pienso en el hábito de las aves nocturnas. Es posible ver la boca de una estrella alimentarse en los brazos de los amantes. Se confunde lo intacto con lo que no se olvida. Dos cuerpos ocultos. Ocultos de los años, los viajes, los ojos desolados, los sueños eternos, los sueños postergados, lo ido y la incertidumbre de lo que habrá de sobrevenir. // El futuro no es parte del amor”. Y más adelante, esta nueva voz –o voz compartida– dice: “Es todo tan lejano que pareciera ajeno. Salvo el mar. El mar es el principio en los cuerpos de la memoria”.
De este modo imaginamos cómo estos dos poetas –amigos, socios de editorial–, sentados en una playa, conversan, recuerdan y construyen un testimonio, para que nosotros también podamos ser testigos de esa charla.