Hace años, el fenómeno novedoso era que familias con chicos pequeños se iban de la gran ciudad a las localidades de los alrededores en busca de calidad de vida para criar a sus hijos. Resignaban cercanía y se condenaban a depender del auto a cambio de verde, seguridad y tranquilidad. Eso no desapareció, pero la falta de crédito hipotecario desaceleró ese proceso de éxodo. Inclusive, algunos de los que se habían ido en la era pandémica, confiando en trabajos remotos, tuvieron que volver a la ciudad con el fin del home office como regla.
"Antes teníamos clientes que se animaban con algún ahorro, herencia, crédito, o el empuje de un familiar a comprar un departamento o una casa de pasillo. Hoy los pibes, sobre todo los que no tienen hijos, no se quieren atar a nada. Prefieren alquilar y «ver qué onda», como dicen ellos. Si les sale un viaje a Europa o a Estados Unidos, no quieren estar dependiendo de un compromiso en relación a la vivienda", comentó Alejandro Bassini, del Departamento de Estadísticas del Colegio de Corredores Inmobiliarios de Rosario (Cocir).
Según el corredor, hoy la tendencia para los que tienen los recursos para hacerlo es buscar departamentos con espacios más compactos, que no tengan tanto metraje ni superficie, pero sí buena ubicación, seguridad y áreas comunes. Así, demandan menos mantenimiento y evitan la logística del traslado. Otra cosa que buscan son las amenidades: que tengan co-working y espacios en común. Pero muchos ya ni siquiera buscan cochera, algo que antes era fundamental. Eso también marca la tendencia de que no quieren atarse a vehículos.
Luciano (37), soltero y sin hijos, vive en Pichincha pero más próximo a la Facultad de Medicina. Cuenta que eligió ese barrio porque no le gustan los ruidos del centro, pero necesita algo que no esté tan lejos y bien conectado porque no tiene auto. "Antes vivía a una cuadra de Corrientes, ahora a media de Córdoba, que es donde pasan los colectivos. La zona está muy bien, tiene comercios abiertos hasta tarde, movimiento, un espacio público con verde enfrente y también tiene la posibilidad de salir a tomar algo por la zona", especificó.
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Los barrios en punta
Andrés Gariboldi, de la firma Dunod, secunda esta visión: "Las parejas jóvenes y sin hijos de clase media toman a Rosario como lugar para vivir, con tipologías chicas. Es decir, unidades de uno o dos dormitorios. La zona del parque España y Puerto Norte son muy buscadas. Existe una demanda sobre condominios, como Refinería o proyectos sobre avenida Carballo, donde se encuentran espacios verdes, amenities y departamentos de dimensiones no muy grandes", especificó.
Además de los puntos que nombra Gariboldi, hoy claramente los barrios que están por arriba del resto en cuanto a demanda para ese segmento de edad, son Abasto, Pichincha y Lourdes. "También aparece más atrás Luis Agote, que se volvió muy buscado porque está muy cerca del área central, es macrocéntrico, tiene toda la infraestructura, y se ha convertido en una zona muy segura, a diferencia de tiempo atrás. Además, los inmuebles todavía mantienen valores accesibles, en especial el formato tradicional de casa", comentó Bassini.
Estos cambios también se reflejan en la construcción: "Ese perfil, generalmente con un nivel adquisitivo ABC1, busca instalarse en barrios como Puerto Norte o Pichincha. Por eso allí se multiplicaron las construcciones de departamentos de un dormitorio con servicios (pileta, gimnasio, solárium) de entre 40 y 50 metros cuadrados, pensados para ese segmento. En los últimos 10 años esta tipología avanzó un 60 o 70% sobre la tradicional de dos dormitorios, mientras que los monoambientes quedaron relegados por su baja demanda", analizó José Ellena, de la Cámara Inmobiliaria de Rosario.
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Generación no propietaria
Pero algunos creen que esto no es casualidad. Sostienen que no es que hayan cambiado los deseos de las nuevas generaciones, sino que se perdieron las oportunidades de satisfacer esas necesidades de construcción de un futuro propietario. La desaparición de programas como Procrear y la falta de acceso al crédito para vivienda solo volvió accesible ese sueño de la casa propia con jardín, pileta, quincho, perro y bicicleta para que los niños paseen en un entorno seguro a los sectores concentrados, en forma de barrios cerrados.
"El paradigma del barrio jardín está en el imaginario social urbano desde el New Deal de post-guerra hasta la actualidad. La promesa de estilo 'Jardín del Eden' en las publicidades actuales de las urbanizaciones privadas sugieren el retorno a una naturaleza 'pristina' con frutos disponibles al alcance de la mano, libre de toda maldad (mientras no aparezca la serpiente), y en lo posible, protegida por un muro que lo circunvale", analiza con cierta ironía Ana Valderrama; directora de la Maestría en Arquitectura del Paisaje de la UNR.
Para la Doctora y Master en Arquitectura del Paisaje de la Universidad de Illinois, este acceso al barrio jardín ha sido accesible en diferentes momentos históricos para un vasto sector de la población, excepto para los sectores más desfavorecidos por el sistema.
En ese sentido, mencionó el periodo entre 1945 y 1955, "donde la gestión estatal de barrios populares otorgó créditos para la construcción de viviendas individuales sugiriendo, además, el chalet californiano como prototipo del deseo de las familias trabajadoras. Pero también se construyeron conjuntos como ciudad Evita en Buenos Aires, que combinaban viviendas individuales y viviendas colectivas", repasó.
Más recientemente, se refirió a las operatorias del Plan Procrear 1 (2012-2018) y Plan Procrear 2 (2020-2023), que otorgaron alrededor de 225.000 créditos para vivienda en lote propio y alrededor de 130.000 viviendas individuales. "Pocrear generó oportunidades para las familias trabajadoras jóvenes, y en el Área Metropolitana de Rosario se produjo una migración significativa hacia las localidades vecinas, donde el valor de la tierra se tornaba accesible relativa a los costos de alquileres y de la tierra urbana en Rosario", apuntó.
Sin embargo, nota que "la interrupción de los créditos para la construcción de la casa propia, la experiencia de las urbanizaciones con infraestructuras deficitarias y de servicios, y la ineficiencia del sistema de transporte interurbano, hacen que este sueño se haya empañado. Las urbanizaciones, tanto abiertas como cerradas, resultaron aisladas, sin proyecto integral, educativo, productivo y de salud que sustente asentamientos de esa magnitud", lamentó.
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Jubilados inquilinos
Es una preocupación a futuro de todo el sector, y se conversa en reuniones internas: ¿Qué consecuencias tendrá esta realidad actual en el futuro, cuando los jóvenes de hoy, con peores trabajos y menos derechos laborales, sean los ancianos del mañana? "Al no haber líneas de crédito hipotecario, con el paso de los años y las herencias cada vez más desagregadas y diseminadas, se hace difícil que una casa familiar pueda transformarse en vivienda para todos los herederos. Esas casas, que deberían ser receptivas para darles inmuebles a esas personas, se van diluyendo", explicó Bassini, del Cocir.
Actualmente, no es muy alto el número de jubilados que son inquilinos. "Pero si no hay un giro muy importante, estamos ante un problema: pensemos cuánto es una jubilación de un monotributista, de un trabajador informal o pseudo informal que nunca pudo acceder a un crédito hipotecario. Pasa la edad: 30, 40, 50 años, y si no hubo un cambio, se acaba la edad financiera para que te otorguen un préstamo. En un futuro no muy lejano podemos estar ante una generación de jubilados inquilinos, muchísimo más grande y exponencial que la que tenemos hoy", advirtió.