Marisa Olguín mantiene un tono de voz suave durante la conversación. No deja de recordar cada paso que dio en la búsqueda de su hijo, Bruno Gentiletti, quien desapareció el 2 de marzo de 1997 en el balneario La Florida en extrañas circunstancias. Desde entonces, la mujer dice que todo ha sido un martirio pero que “no seguiría peleando si no supiera que Bruno está vivo”. El caso es el más emblemático de desapariciones de chicos en la provincia de Santa Fe. Sin embargo, luego de que un grupo de vecinos de Las Rosas llevara al Mundial Sudáfrica 2010 una bandera que decía “Argentina busca a Bruno Gentiletti”, el corazón de Marisa empezó a latir con más fuerza: ella detalla a La Capital que una persona, a la que no identificó como hombre o mujer, comenzó a escribirle mails. Primero dándole fuerzas en su búsqueda y después aportándole datos para ella clave, como que su hijo está vivo, que ha cambiado de nombre y que ya poco conoce del idioma castellano.
—¿Hubo novedades desde que apareciste en TV el año pasado dando datos sobre una persona que sugería saber dónde podría estar Bruno?
—Es una estrategia, no puedo hablar más de lo que hablé ese día. Porque esa persona que me escribe me decía que tenía miedo y yo pensé que si lo difundía quizás se sentiría más protegida. Yo después no hablé más del tema porque no puedo hacerlo hasta que legalmente pueda llegar hasta el lugar donde está mi hijo. Lo que a esa persona le faltaba decirme era dónde estaba Bruno y cuál era ahora su verdadero nombre. También dijo que ya no habla tan fluido el castellano.
—No es que se cortó el diálogo con esa persona, los contactos siguen existiendo...
—Sí. Lo que pasa, y más en estos casos, es que suceden un montón de cosas. Acá no estamos buscando un camión. Esta gente que tiene a Bruno lo ha movido de un lugar a otro, no se quedó en un mismo lado desde que se lo llevó. Por eso hay que trabajar con mucha estrategia y es muy difícil. Algún día, y no muy tarde, espero darle la noticia a todo el mundo de que lo encontré. Es mi sueño, pero mientras tanto no puedo avanzar. No sé cuándo va a ser, pero esa noticia la voy a dar. Estoy segura y creo estar más cerca que nunca de encontrarlo. Y también creo que ese reencuentro va a ser muy duro. Hoy sí creo que durante años seguí pistas sin sentido. Yo viajé a un montón de lugares por las dudas. La situación actual la estuvimos corroborando desde que empezaron los mails. Mucho tuvo que ver la bandera que un grupo de vecinos de Las Rosas llevó al Mundial de Sudáfrica. Ahí empezaron los contactos.
—Muchas veces aparecieron pistas falsas. Ahora parecés tener certezas.
-—Eso pasó mucho, como cuando nos mandaron a Mendoza porque nos dieron datos concretos. Y era una broma. O el caso del chico atropellado por un tren en Banfield que dijeron podía ser Bruno. Eso fue, para nosotros, carne podrida para poder cerrar la causa y decir “se resolvió el caso”. Era una intuición. La jueza que llevaba adelante la causa me preguntó cómo era mi hijo y se lo describí, le dije que tenía ojos verdes y tez blanca. El chico que murió tenía piel morena y ojos marrones. Así me fui moviendo, un poco por intuición y un poco porque no podés dejar pasar los datos. Nunca sabés cuál puede ser el verdadero.
—¿Alguna vez manejaste pistas en la provincia relacionadas con la trata de personas?
—Cuando él desapareció en el 97 a nosotros nos mandaron a un campo en San Justo. Fue un dato anónimo. Como unos ilusos, lo primero que hicimos fue ir a la policía y confiamos en ellos. Ahí pedimos que nos ubicaran dónde estaba ese lugar. Allí se alojaban europeos que supuestamente venían a cazar patos. Pero en realidad eso formaba parte de un circuito de turismo sexual. Se llevaban menores. La policía nos dijo que no tenían móvil, que no podíamos llegar a ese lugar porque era privado. Todas trabas. En Santa Fe se empezó a descubrir que era un lugar de traspaso para llevar chicos a otros países.
—¿Cuál es tu relación con la Justicia hoy sabiendo que la causa está parada?
—Yo no puedo ir al juzgado para confiarles algo. Me trataron de loca muchas veces. Estuvimos tres meses pidiéndole al juez una reconstrucción de los hechos para demostrarle dónde estaba Bruno y por qué estábamos seguros de que no se podía haber vuelto al agua solo. Sabíamos cómo era nuestro hijo, lo habíamos operado de los oídos y él se cuidaba mucho hasta para bañarse. Cuando llegamos a La Florida me dijo “mami, qué agua sucia, y yo me olvidé los tapones”.
—¿Que creés que pasó con tu hijo?
—Me importa mucho qué pasó con mi hijo. Durante mucho tiempo investigué sobre pedofilia y pornografía. Investigar sobre eso te hace pelota el alma. Y uno después piensa qué clase de gente es la que puede hacer ese tipo de cosas con los chicos. Creo que Bruno está con una familia, que es lo mejor, dentro de todo, que le pudo haber pasado.
Marisa dice que la mejor forma de seguir con esta lucha es “mantener el tema vigente”, y pide publicar la dirección del sitio web de Bruno (www.brunogentiletti.com.ar) y el de Facebook (www.facebook.com/brunovuelve. También pide “la oración de todos. Yo sé que hay mucha gente orando por eso. Soy muy creyente, aunque no pertenezca a ninguna religión”. l