Veo una bandera de luto sobre un país que precisa urgentemente el zurcir la propia. Puedo comprenderla y cuestionarla, pero no dejar de verla, porque su sombra alcanza todo horizonte, todo, y a este paso a todos también. Nuestra real insignia lleva el peso de millones de vidas, izarla precisa el diferenciar y respetar la diferencia de nuestras fuerzas, hacer de ella el empuje que sostenga en lo alto a quienes somos. Entendámoslo de una vez, todos tenemos los mismos derechos pero no somos todos lo mismo y esa es nuestra riqueza, la diversidad necesaria que amalgama a una sociedad fuerte. Es hora de demostrarlo, basta con que nos pongamos solos de pie para todos volver a levantarnos. No será simple pero vale intentarlo, es la única opción para algún futuro.