Cuando hablamos de redistribución de la riqueza, nos referimos principalmente a que el Estado quita una parte de renta a los que más tienen para que vuelva en servicios a la clase media y baja principalmente, y en programas de inclusión no clientelares. Lamentablemente, esto no es lo que ocurre en nuestra realidad de hoy. El estado edilicio deplorable de la mayoría de las universidades públicas nacionales, es un ejemplo de no redistribuir la riqueza. Partimos de la premisa básica de que lo que se tributa debe, inexorablemente, volver en servicios, tal el ejemplo de los estados modernos de Europa. Y por eso mismo debemos luchar, porque esta redistribución no sea solo un dicho. Me pregunto: el estado de los hospitales; los maestros todavía mal pagos (con salarios reales inferiores a la convertibilidad); la inseguridad, fruto de la falta de planes estratégicos y herramientas adecuadas; la proliferación de asentamientos irregulares; la inflación que menoscaba el poder adquisitivo de la sociedad toda, siendo las clases más bajas las más perjudicadas; las rutas en estado calamitoso, donde miles de argentinos mueren por año; el tren bala; las retenciones que no coparticipan a las provincias; ¿forman parte de la tan mentada redistribución de la riqueza? El pueblo necesita ver efectivizada en la realidad diaria esa declamación elegante y progresista que muy pocas veces se lleva a la práctica.