En el suplemento “Agro Clave”, publicado por La Capital el sábado 28 de agosto, se hace referencia a dos situaciones distintas. Por un lado la reactivación del sorgo y por otro la preocupación por la próxima cosecha del trigo que, tras una buena evolución inicial, peligra por la amenaza de una sequía que podría disminuir los quintales recogidos. El poeta sanjuanino Eusebio Dojorti, más conocido por Buenaventura Luna, escribió: “el sol que es de Tata Dios y siempre alumbra a los trilladores; que nos alumbre a los dos, chinita de mis amores”. El sol sigue alumbrando a los enamorados, pero no puede ayudar a los trigales sin el milagro mágico, molecular y cristalino (H2O) de la lluvia; que se muestra esquiva desde hace tiempo. Esos versos fueron inspirados por la trilla (separación del grano de la paja en las espigas), que antes de 1870 se realizaba sin la ayuda de las máquinas trilladoras que poco después revolucionaron el trabajo en los campos donde el trigo maduro pintaba una inconfundible postal dorada. La vieja “trilla artesanal” era un himno al trabajo, al esfuerzo y a la alegría de los campesinos. Una vez cosechado el trigo con la clásica y filosa hoz, se lo ataba en paquetes denominados “gavillas”, que se llevaban a un corral circular llamado “era” con el piso bien apisonado, en cuyo centro se levantaba la parva. Una vez que el sol secaba las gavillas humedecidas por el rocío, los “horquilleros” se encargaban de ir poniendo las plantas de trigo en el suelo y una tropilla de yeguas al galope lo iban pisoteando. Los animales circulaban unos 15 minutos en un sentido y luego de un descanso, los hacían galopar en sentido contrario para que no se marearan y hasta solía haber un recambio de yeguas. Luego, si el tiempo era propicio, el grano era “aventado”, es decir expuesto al viento para limpiarlo de residuos y después de un zarandeado adicional se lo embolsaba, tras lo cual comenzaba su camino hacia el noble destino de pan. Y como digno final de tan extenuante tarea, no faltaba el asado, el vino, las empanadas, el locro y el baile. El sorgo renació como un “fénix gramíneo” a favor de la mejor calidad en semillas, la buena adaptación a las campañas con escasas lluvias, la demanda ganadera y los requerimientos chinos. El trigo en cambio está a merced de la sequía, la “Niña” y el cambio climático. Los productores y el país esperan lluvias salvadoras que mejoren la situación. A propósito, según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), “las lluvias de los primeros días de septiembre fueron providenciales para la campaña triguera, porque una semana más sin agua hubiese traído una situación mala e irreversible para el rinde del cereal. Además, el cultivo este año está muy bien fertilizado, por lo que se espera una buena reacción del mismo a partir de las tormentas”. En fin, el trigo y la trilla seguirán hermanados eternamente. Ahora bien; la antigua trilla comparada con la manera en que hoy se realiza con modernas y poderosas máquinas segadoras-trilladoras y embolsadoras, aparece como un recuerdo campestre guardado en viejas páginas agrarias.