El caso del rapto de una niña de siete años en absoluta situación de vulnerabilidad deja al desnudo la situación de exclusión social y desigualdad imperante en la región Argentina. La mayoría de los pobres son niñas y niños y la mayoría de las niñas y niños son pobres. Alcanza con recorrer las calles para encontrar la patética imagen de contraste entre la opulencia y la miseria. Vehículos de alta gama, edificios fastuosos, publicidad y propaganda instando al consumismo y cada vez más personas en situación de calle. Además, todos los estigmas dirigidos a culpabilizar a quienes padecen el escarnio y la perversión de un sistema que se alimenta y retroalimenta en la desigualdad creciente. Los discursos oficiales no logran ocultar lo evidente vivimos en una sociedad que lanza al abismo de la falta de vivienda, alimentos, atención sanitaria y la privación de bienes materiales y simbólicos.