"Este disco es como la cara B de la fiesta", dice Dani Pérez, el cantante y líder de Sucesores de la Bestia. Esa definición le cabe muy bien a "4:59 AM Club", el sexto álbum del grupo rosarino y el primero con canciones nuevas en ocho años. En todo ese tiempo, Dani Pérez se diversificó en su trabajo como productor de discos y DJ, y además, de a poco, fue consolidando un cambio de estilo hacia el interior de su banda. Después de pasearse por todas las gamas del funk y el soul, y de poner el acento en el ritmo, ahora los Sucesores viraron hacia el lado de la canción rockera, con muchas guitarras y melodías, rescatando la influencia de grupos que siempre les gustaron como Wilco, Big Star y REM. El flamante disco se editó en vinilo y también puede escucharse en Spotify, iTunes, Bandcamp y YouTube.
La banda que se completa con Fabricio Silvestri y Federico Puccio (guitarras), Natalio Rangone (sintetizadores), Lucio Cumini Londero (bajo y sintetizador) y Pablo Brun (batería y sampler) estará presentando "4:59 AM Club" esta noche, a las 23.30, en la Sala de las Artes (Suipacha y Güemes). Como invitados tocarán Barfeye, Likuid, el Corrector y los cordobeses de Valdes. Antes del show, en charla con Escenario, Dani Pérez habló del origen del nuevo disco, de las letras que reflexionan sobre la noche como refugio de libertad y de lo que cuesta mantener una banda unida durante 22 años.
—¿Cómo nació "4:59 AM Club" y por qué pasaron ocho años desde el disco anterior?
—La elaboración fue bastante fragmentada. En el 2010 nosotros sacamos un disco doble que tenía 27 canciones, y hacerlo nos consumió. Fue una victoria pero también fue muy trabajoso, inclusive a nivel salud y a nivel interno de la banda. Pero en el verano del 2012 yo empecé a escribir nuevas canciones, que son las que integran este disco. De a poquito las fuimos ensayando, sin demasiada pretensión. El tiempo siempre es un problema en un proyecto independiente, y yo además trabajo como productor de discos, entonces siempre termino trabajando para otros y no hago lo mío. En baches que me quedaban grabé mi disco solista. Y cuando terminé de producir el último disco de Degrade me puse de lleno con este disco de los Sucesores.
—En este disco la banda se aleja de sus raíces funk y soul. ¿Cómo fue ese proceso?
—Pasaron varias cosas, algunas prácticas y otras artísticas. Fue un proceso natural. Hay una concepción tal vez un poco errada de mí, como que soy un representante de la música negra en Rosario. En un punto lo soy porque amo esa música, me encanta y hasta la prediqué en cierto punto. Pero también amo la canción y un montón de bandas que no tienen ni un ápice de groove. En los Sucesores siempre estuvo girando esa música, no es que es forzado, o que yo lo llevé y los chicos dijeron "la aceptamos pero no nos gusta". No, al contrario. Cuando vino Wilco a Buenos Aires fuimos todos a verlos. Somos refans de Wilco, de Big Star, de REM y del indie de los 80. Yo soy fan de la música, no me importa el género. Esta vez elegimos mostrar esta cara.
—¿Hay algún concepto que domine el álbum? ¿Cómo surgieron las letras?
—Sí. Por mi trabajo como DJ estuve mucho trabajando a la noche, casi todos los fines de semana durante ocho años. Estaba muy metido en la fiesta y a la vez era un observador. Yo casi no tomo y estaba muy lúcido. No podía evitar observar lo que pasaba a mi alrededor y lo hacía de una manera casi antropológica. Este disco se fue edificando frente a esa cosa que vivía ahí: la noche como un refugio de libertad, una libertad medio aturdida y salvaje. Yo soy muy fan de Norman Mailer y él tiene una cita que dice: "Hay un espacio entre el sexo y el amor y eso se define durante la noche". Y también soy muy fan de la canción "Under Pressure" (Queen y David Bowie), que en una parte dice: "El amor desafía a que te importe esa gente que está en el filo de la noche". Entonces junté esos dos conceptos y pensé que el filo de la noche era un minuto antes de las cinco de la mañana, y de alguna manera las canciones de este disco hablan de ese minuto, donde mucha gente está expuesta a perderlo todo. Este disco es como la cara B de la fiesta. El funk es música para divertirse y bailar, para tomar contacto con el cuerpo, y a mí me parece súper importante la comunión que se da en la pista. Siempre aposté a esa sensación física. Pero acá lo miro desde un costado más reflexivo.
—¿Qué bandas o solistas reconocés como nuevas influencias? ¿Qué venís escuchando en los últimos años?
—A mí me gustan mucho algunos artistas que después no están plasmados en la música que hago. Kendrick Lamar me emociona. También me gustan Chance The Rapper y Childish Gambino. Y me gustan bandas de acá como Alucinaria y Barfeye. Ya nombré a Wilco y además está el disco que sacó Jeff Tweedy con el hijo. Ese disco me dio ganas de tener un hijo directamente (risas).
—¿Cuánto cuesta mantener una banda unida durante 22 años?
—Te cuesta todo (risas). Te cuesta tiempo, plata y salud. Salud mental sobre todo (risas). Y relaciones. Me ha costado tanto mantenerla unida. De hecho es algo que hablo en el psicólogo directamente. Me costó 20 años de mi vida hacer esto, y a la vez es lo que más me gusta. Mucha gente me decía: "¿Por qué no te largás solista o hacés otra cosa?". De hecho como DJ o como productor me va mucho mejor que con esto. Para mí Sucesores de la Bestia es el germen de todo lo demás. Yo soy quien soy gracias a ese espacio, y nunca lo subestimé, por más que se sabe que yo soy una figura central ahí. Yo creo en lo colectivo y los vínculos por sobre cualquier cosa. Mi disco solista está todo grabado por mí, pero fue reaburrido, porque ahí no hay discusión, no hay desafío. Para mí es reimportante que la cabeza se mueva, y la cabeza se mueve con los otros.
—¿Podés vivir de la música?
—No de mi música, pero de la música de los demás sí (risas), cuando trabajo como productor. Las demás bandas trabajan de otra cosa para pagarme a mí (risas). Con los discos por ahí sacás un manguito, pero con los shows en vivo perdés plata siempre. Nosotros perdimos plata por primera vez el año pasado, por suerte o por lo que sea. Eso es como un logro, medio patético pero lo es. No hay dinero. Para ganar tenés que cortar de 300 tickets para arriba. No es imposible, pero casi nadie lo puede hacer. En mi estudio yo lo veo mucho: los músicos que vienen a grabar ponen la plata de su bolsillo. Claro que yo empatizo con eso porque también soy músico.
—Hace tres años dijiste en una entrevista que la escena rosarina se había vuelto "muy conservadora". ¿Creés que esto sigue igual?
—Algunas cositas están cambiando. El año pasado estuve viendo mucha más gente joven en los shows. Antes siempre encontraba las mismas caras, y de a poquito me encontré con gente más joven. Fui a ver a (el mendocino) Luca Bocci, por ejemplo. El pibe no me gusta, pero fui a ver qué onda. En el show había como 300 pibitos de 20 años para abajo. Estaba lleno. Y la gente cantaba las canciones. La otra vez fui a ver a Nathy Peluso a la Sala de las Artes y había como mil personas. La flaca salió de YouTube. Es una piba con un micrófono y una pista, pero la gente estaba delirando. Creo que acá están pasando algunas cosas que antes no se veían. También hay una banda de Rosario de pibitos rejóvenes, Mostacho, que tocan súper bien. Pero claro, a estas cosas las tenés que ver en vivo porque ya no están ni en Facebook. Facebook ya quedó viejo. Ahora te enterás por Instagram (risas).