Fito lo hizo de nuevo. En “El amor después del amor”, de 1992, Páez lanzaba un disco dedicado a Cecilia Roth, ese amor que llegó después del amor de Fabiana Cantilo, y con el paso del tiempo se convirtió en el disco más vendido de la música popular en la Argentina. Este martes, Fito mostró ante el mundo la nueva versión de aquella gema, dedicado, como tenía que ser, para su amor actual: Eugenia Kolodziej, su compañera desde hace nueve años. Por eso el “Para Euge” en la primera página de esta flamante producción de Páez, que como cantó en alguna inédita canción años atrás, sigue “en ruta de viajes”.
Unas horas antes del lanzamiento oficial del disco a nivel mundial, en una escucha exclusiva para algunos medios nacionales, del exterior y del interior, entre los cuales estuvo La Capital de Rosario, se presentó “EADDA9223”, el nuevo material del músico rosarino que contiene los 14 temas del disco original, pero tocados de nuevo, con invitados tan disímiles y brillantes, que van desde Chico Buarque y Elvis Costello a Antonio Carmona y Mon Laferte en un arco expresivo que incluye a Andrés Calamaro, David Lebón, Estrella Morente y las jóvenes voces de Mateo Sujatovich, de Conociendo Rusia, Nathy Peluso, Nicki Nicole, Wos, Ca7riel y Lali, entre otros artistas.
La presentación fue en Artlab, un glamoroso espacio cultural porteño ubicado en el barrio de Chacarita. Allí, el presidente de Sony, Damián Amato, presentó a “El amor después del amor” como “una de las joyas más importantes de la música popular argentina, que llevó a Fito a ser el prócer que es en la música popular argentina y latinoamericana”.
Al rato, en medio de los aplausos de los presentes, apareció Páez: “Estoy muy feliz por varios motivos, esta obra, esta odisea llevó un año, literal. Fue muy hermoso porque me permitió colaborar con un montón de artistas en muchos lados del mundo y conectar a través de la música y eso parece un dato menor pero no lo es, en definitiva, jamás, porque la música es uno de los instrumentos hoy en el mundo que permite conectar los corazones y generar algo”, dijo Páez.
Ese algo, implica, según Fito “salir un poco de la realpolitik o de los movimientos ligados a la cooptación de votos, como si fuera el único motivo de existencia en este mundo. Pero no, existen las comunidades, existen las artes, las ciencias. Y a nosotros nos tocó una parte muy hermosa, que es estar metidos adentro de este lenguaje”.
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Antes de pasar los 14 tracks, en un medido silencio interrumpido a veces por aplausos o gritos para temas puntuales como “Tráfico por Katmandú”, junto a Elvis Costello y “La balada de Donna Helena”, con Wos y Ca7riel, o algunas lágrimas inevitables en “Pétalo de sal”, junto a Chico Buarque, Fito continuó: “Estoy feliz porque duró un año, pero fue muy hermoso porque pasó de todo en el medio, y qué más que eso quiere alguien que sea una odisea, que pase de todo y que termine arribando al puerto maravilloso que terminó siendo el disco”.
Y concluyó con una declaración de principios: “Esto es una obra política, porque todos los proyectos son colectivos, y cuando los colectivos se ponen a funcionar con una buena orden, puede ser algo muy hermoso. Van a disfrutar, hay que apagar los teléfonos, es monárquico, es dictatorial, sí, no me molesta ser monárquico en la música, hay que viajar un rato, no pasa nada, es una hora, las noticias y el mundo van a seguir ardiendo permanentemente allí afuera, va a arder un poquito más, pero en esta hora vamos a intentar viajar acá adentro y disfrutar”.
Lo que vino después fue un universo sensorial. Porque el viaje que propuso Fito incluyó recalar en las mismas estaciones, paisajes, olores y humores de hace treinta años pero, como si fuera un cuadro de autor, fue plagado de nuevos colores y fragancias, con el paso del tiempo como testigo fantasmal e indeclinable.
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Los temas tienen una marcha menos que en las versiones del 92 y lo bien que están. Se apostó a orquestaciones cuidadas, a un trabajo de laboratorio conceptual y sensorial, a mixturar géneros con el buen gusto a flor de piel, sin mezquinar nada y dándolo todo.
Así comenzó “El amor después del amor”, el track uno, más calmo, sin el ritmo popero, con una orquestación que abría la puerta a la obertura con guiño sinfónico que primaría en muchos temas. “Dos días en la vida” mostró a Nicki Nicole y Lali Espósito en la difícil tarea de reemplazar a Celeste Carballo y Fabi Cantilo del 92, pero no se trataba de comparar, aunque por momentos era inevitable. La cosa era plegarse a una nueva aventura y todos fuimos un poco cómplices de eso.
Nathy Peluso, que estuvo en el show de Fito en Vélez, participó en “La Verónica” en un registro ultra sensible. La ovación llegó con Elvis Costello haciendo un dueto con Páez en la potente “Tráfico por Katmandú”. Lo que vino después fue un golpe al corazón: Chico Buarque en “Pétalo de sal”. Insensibles abstenerse. Mon Laferte aportó su voz sensual en “Sasha, Sissí y el círculo de baba” y a esta altura costaba entender que tantas buenas canciones estén todas juntas en un mismo disco.
Como si fuera poco a continuación venía “Un vestido y un amor”, a dueto con Marisa Monte, en una versión muy similar a la original. El track siguiente, siempre en el mismo orden del disco original, fue nada más ni nada menos que “Tumbas de la gloria”, en una versión más marchosa en el estribillo y con la voz de María Castillo de Lima, que es la primera soprano trans del teatro Colón, con un registro altísimo e impecable en el cierre del tema.
Calamaro y Conociendo Rusia, con la voz de Mateo Sujatovich, aportaron su oficio en “La rueda mágica”, que sigue teniendo su pulso festivo. “Creo” tuvo una versión con arreglos orquestales y guiños de big band que lograron un impacto tal que superó la versión original. El toque flamenco llegó en “Detrás del muro de los lamentos”, con Antonio Carmona y Estrella Morente; y trascartón vino “La balada de Donna Helena”, con un aire de chacarera mezclado a un toque trapero en el que se lucieron Wos y Ca7riel.
“Brillante sobre el mic”, el primer corte de este disco, con Angela Aguilar, encendió los corazones y preparó la fiesta para el cierre con “A rodar mi vida”, con David Lebón y Leiva. Solo faltaban las remeras flameando en lo alto. Sí, Fito lo hizo de nuevo, grabó “El amor después del amor” a 30 años del original y nos invitó a seguir su ruta de viaje. Y por lo que se escuchó en “EADDA9223”, Fito siempre tiene una próxima estación para alegrarnos el corazón.