Leo Dan presentará su show "50 años con la música" el viernes, a las 21, en el Centro de Convenciones City Center Rosario (Avenida Circunvalación y bulevar Oroño). El artista santiagueño radicado en Miami recorrerá sus éxitos que comenzaron a sonar en El Club del Clan, en la década del 60, y tras acumularse en cinco décadas de trabajo le permitieron cosechar premios como un Grammy Latino en 2012. Mirando hacia atrás en el tiempo se descubre a un hombre humilde, surgido de un pueblo del interior de Santiago del Estero, que atesora un capital de más de 2500 composiciones, abarcando géneros que van desde el folclore argentino a las baladas, pasando por vallenatos, mariachis y canciones pop, entre otros géneros que visita.
—¿En Santiago del Estero comenzó su pasión por la música?
—En Atamisqui, sí. Allí comenzó todo. Cantábamos casi todas chacareras porque otras cosas no conocíamos, juntándonos con los del pueblo. Ya no quedan amigos allá: muchos han muerto y otros están en Buenos Aires. Nos hemos ido todos por eso de la falta de trabajo. En el caso mío, por falta de público... (risas).
—El sino del santiagueño es el exilio...
—Dicen que "Santiago no tiene riendas, pero sujeta".
—En Rosario vivió el Oveja Montoya, autor de "Quien levanta las cosechas", una chacarera dedicada a los trabajadores santiagueños que desmiente la fama de tranquilos.
—Ah, claro. Pero vos sabés que en Santiago había sabido existir algo que hace que los hombres no quieran trabajar... Son iones. Ionizaban las oficinas y la gente tenía ganas de trabajar. Por ejemplo en Córdoba, la ionización estaba buena. Algo extraño debe haber, porque el santiagueño, fuera de Santiago, se mata trabajando.
—¿Imaginó cómo resultarían hoy las cosas para los integrantes del Club del Clan, con la fama que tuvieron en los 60 y con los medios de comunicación actuales?
—Indudablemente en aquella época el negocio era de las corporaciones. Ibas a una grabadora y lo máximo que te daban era un 2 por ciento del royalty; ahora por lo menos podés pelear un 28 por ciento, aunque ya casi no existen las grabadoras. Para los que comienzan está duro porque ¿quién invierte unos dineritos en alguien que recién empieza? Yo invierto dinero en mí mismo: en la grabación, en pagar músicos, hacer el disco, promocionarlo. La industria de la música dejó de ser negocio.
—Con una carrera tan extensa como intérprete y tan prolífica como compositor ¿en qué terreno cree que le ha ido mejor?
—Si me preguntabas "¿Qué es lo que mejor ha hecho?" te iba a contestar: "¡Retirarme....!" (risas). Creo que la parte compositiva ha sido muy interesante en mi vida artística. Sin embargo, lo más importante ha sido cantar y seguir trabajando.
—Usted se fue de la Argentina en un momento que gozaba de gran popularidad. ¿Por qué lo hizo?
—En realidad yo tenía que salir de aquí porque no podía superar el éxito de "Santiago querido" y no sabía ya dónde cantar. Mi vida artística eran 6 o 7 shows por noche. Así fue el éxito. Entonces tenía que salir de aquí un tiempo para que la gente descansara un poco y decidí irme a España en vez de irme a Italia o a Francia donde, por lo menos, habría aprendido otro idioma, Me fui a España y en realidad no hice nada: nunca trabajé. Por un lado, como buen santiagueño, me encantaba eso... (risas). Pero compuse muchas canciones como "Mary, mi amor", que después fueron éxitos.
—¿De ahí surgió el salto a México?
-Estando en España una canción mía empieza a funcionar y comienzan a buscarme. Particularmente Hugo López, el que le hizo grabar boleros a Luis Miguel, que lo conocí como manager de Favio en 1968. El me fue a buscar a España y nos fuimos a México por seis funciones y me quedé diez años. México me abrió las puertas y me dio el espaldarazo.
—El público exige volver a escuchar temas con los que se ha enamorado hace mucho tiempo, aunque usted no es una persona tan grande....
—¿Grande? Nooo... ¡Ancha....! (risas).
—Los años de extranjería no le han quitado el genio.
—Yo sería más feliz si hiciese un programa cómico. Hago reír a los gringos, a los alemanes, a todos. A mi mujer, con cualquier frasecita que sé en inglés, la hago reir.
—Hombre pícaro.
—Hombre pícaro... Exacto.
—Esa picardía la debe tener de changuito.
—No, de pobre.... (risa).
—Las necesidades agudizan el ingenio...
—Hay un dicho que dice: "Crea la necesidad y aparecerán las herramientas". ¡Qué gran verdad! ¿no?
—¿Qué sueño de aquel changuito atamisqueño le queda por concretar?
—En aquella época lo que soñaba era comer frutas que en Atamisqui no había: bananas, uvas, manzanas... Después, -lo que son las vueltas de la vida- el Señor me mostró plantaciones de bananas increíbles en Ecuador, por ejemplo. El cacao en zonas de Venezuela y Ecuador donde Dios ha sido tan bondadoso conmigo.
—¿Cuándo surgió ese acercamiento tan estrecho a Dios?
—Ese conocimiento (corrige). Fue en el 66. Cuando me casé Dios me dijo: "Si no te acercas a mí vas a fracasar" Y yo creo que El me llamó; a Jesucristo lo acepté como mi Salvador y ahí empezó mi peregrinar por la vida cristiana.
—¿Hubo algún hecho en particular que lo impulsara?
—Un amigo me llamó y me invitó a hacer un cursillo de cristiandad viernes, sábado y domingo. Yo le dije: "No podrían ser otros días, yo los fines de semana trabajo". Y después el Señor me tuvo en España dos años sin trabajar.
—Llamó la atención esa veta que en la Argentina no se le conocía.
—¿Te acordás que en México había una señora que se llamaba Pachita? Todo eso surgió porque era amigo de Pachita que curó a mucha gente del ambiente artístico. Periodistas -creo que eran de las revistas Radiolandia y Antena- fueron a México y yo era el único que los podía introducir con Pachita. Ellos sacaron aquí "Las curas milagrosas de Leo Dan", y me empezaron a involucrar con eso de que yo tenía un don de sanación. Antes del 24 de diciembre mi hijo llamó a Bill, un amigo, y nos dice: "Acabo de venderle un departamento a un argentino y le dije que era amigo de ustedes. Cuando le nombré a tu papá -le dijo a Nico- el hombre se puso a llorar. Cuando se calmó un poco le preguntó: "¿Hice algo malo?" Y el hombre le confesó que tenía una hija que se estaba muriendo y yo le había puesto la mano y que la niña todavía vive. Yo no me acuerdo de nada, pero a lo que yo llego es que Jesucristo curaba cuando había fe.
—¿Cómo será esta nueva visita a Rosario? Deberá responder a todo lo que le van a pedir que cante.
—Imposible...
—¿Viene con una banda grande?
-Todos son bandidos....(risa).
Las huellas de los orígenes
Leopoldo Dante Tévez, el atamisqueño que a los 20 años llegó a Buenos Aires y se convirtió en Leo Dan para trazar un camino de música por el que transcurre su vida, sigue aferrado a uno de sus primeros amores: la chacarera.
“¡¡UUhhh! Tengo unas chacareras....”, advierte cuando se menciona la mágica palabra. “En el viaje desde Miami venía escuchando algunas. ¡Qué lindas chacareras!”, se admira. “Tengo buen gusto para las chacareras porque he mamado eso. Impresionantes las chacareras que tengo”, se jacta.
Lo del artista no es un alarde vano. Es verdad que es un gran autor y que sus chacareras son muy buenas. Basta con citar algunos títulos que surgieron de su creatividad: “Changuito lustrador”, “Quiero nombrar a mi pago”, “Coplas para mi hermano”, “Para un sentir”, “Chacarera para mi vuelta”, “Cantorcito atamisqueño”, “Chacarera del Mamo Tévez”, “Villa Mercedes”, “Flor de jazmín”, “De la telera” y “Eres la niña bonita”, para cerrar una rápida recorrida por su extenso repertorio.
Las chacareras de Leo Dan conocen cientos de versiones grabadas por grupos como Los Manseros Santiagueños, Cuti y Roberto Carabajal y Los Chalchaleros, entre tantos otros.
“Voy a ver si te llevo algunas chacareras”, promete y luego sorprende con una confidencia: “La música que más me gusta es el folclore y dentro del folclore la chacarera y el chamamé —confiesa—. Después vienen las baladas populares. Pero me vuelvo loco por el chamamé”, advierte el artista que regresará a Rosario para compartir con su público los grandes éxitos de sus cinco décadas dedicadas a la música popular.