No hubo, no hay y quizá no habrá otra película de terror tan emblemática como "El exorcista". Al menos en los últimos cincuenta años es imposible que haya alguna que la emparde. Porque todos los filmes del género que llegaron después intentaron emular el "efecto exorcista" y no lograron más que ser malas copias, como suele suceder con todas las copias, en realidad. Porque nadie se le arrimó apenas a componer un personaje como lo hizo Linda Blair, que quedó tan marcada a fuego con su Regan MacNeil, que jamás pudo despegar en otro rol actoral. Una cruz para ella, vaya paradoja. Los dos sacerdotes protagonistas, tanto Merrin (Max Von Sydow) como Karras (Jason Miller) también jerarquizaron aquella película cuyo guión estuvo escrito por William Peter Blatty, el mismo autor de la novela. El frío de aquella habitación, las voces demoníacas de esa nenita poseída, la cabeza que daba vueltas, los vómitos y el cuerpo desencajado metían miedo de verdad a partir de un tema religioso que fue abordado con un registro que nunca antes se había animado el cine. En aquellos días era todo un desafío ir a ver esa película al cine, porque había escenas subidas de tono para la época, como cuando Regan se autoflagela con el crucifijo o la famosa misa negra, bien retratada en la novela, que fue censurada en la versión fílmica que se vio en la Argentina por considerarla un agravio a las figuras santas. Los efectos de sonido de la película también marcaron una bisagra. Incluso en el exorcismo interactivo filmado en 360º de la serie, que fue enviado como promoción, se evoca con cierto respeto y da piel de gallina. "El exorcista" es una marca indeleble en el género de terror y, mientras llegan más demonios, seguirá haciendo historia.