Que sepamos, a Rosario no llegó ninguna chirigota a principios del siglo XX para pasear su zarzuela, y mucho menos que a partir de esa llegada haya surgido, tiempo después, una especie de ópera callejera que combinó humor, letras de protesta, arreglos corales, caras pintadas, percusión y vestuarios exóticos. Todo eso ocurrió bastante lejos de aquí, aguas abajo, en Montevideo. Allí sí arribó desde España en 1909 "La Gaditana" y, hasta donde llegan los largos brazos de la pluma de la historia, sembró la semilla de lo que luego sería la murga uruguaya, muy relacionada entonces con lo que se hacía en Cádiz o en Santa Cruz de Tenerife.
Sin embargo Rosario y los jóvenes rosarinos en particular comenzaron a sentir desde hace un par de décadas una atracción irresistible por Montevideo y su ritmo cotidiano, sus paisajes, sus rituales, su gente. Y acaso también la visita desde entonces, cada vez más frecuente, de músicos montevideanos a la ciudad (Jaime Roos, los hermanos Fattoruso, Rubén Rada o compañías como Falta y Resto y Agárrate Catalina, entre otros) acabó por hacer germinar, en la Rosario finisecular, la murga uruguaya. Si ha llegado o no para quedarse o si es una moda, poco interesa. Hoy la murga uruguaya forma parte del paisaje cultural de esta ciudad en el descampado de un barrio, en los clubes, en los teatros, y desde luego en los escenarios del Carnaval. La Cotorra, Mal Ejemplo, Los Vecinos Re Contentos, Aguantando la Pelusa, La Cotolengo, Y Parió la Abuela, La Guevarata, La Mar en Coche, Los Grillos de Bidet, La Santa María y Ojo al Piojo, entre otras, son nombres de murgas ya familiares al rosarino medio. Detrás de estos grupos hay un factor común: la necesidad de expresarse sobre la actualidad y transmitir un mensaje.
La murga uruguaya tiene además algunas particularidades que la diferencian de la porteña. En tanto ésta muestra decenas de personas bailando y desfilando por las calles, acaso sin más propósito o forma que eso mismo, la uruguaya se integra básicamente con trece cantantes, un director y tres percusionistas (17 personas). Los cantantes construyen una polifonía de tres líneas melódicas ("cuerdas", en el argot) como mínimo: bajos, primos y sobreprimos. Los percusionistas: bombo, redoblante y platillos. Pero además están las coreografías, los vestuarios, los disfraces, las pinturas en los rostros. Como se dijo antes, un dispositivo. Y, como sustento de esa estructura, unos contenidos: las letras de las canciones.
"La murga argentina impacta por el volumen, la euforia si se quiere, y la idea es que todos bailen, todos toquen, todos canten; en la uruguaya los roles están definidos, y creo que tiene más vuelo", dice Agustín Scholer, 29 años, miembro de Los Vecinos Re Contentos. Agustín es periodista gráfico y radial, músico, y cuando habla de su murga derrocha una energía impecable. "Hoy es lo que sostiene mi vida. Soy periodista, pero lo que me ocurre en la murga es único; además comparto esa experiencia con muchos de mis mejores amigos".
Los Vecinos "van a todos lados", allí donde se les garantice buenas condiciones para mostrar lo suyo, afirma Agustín, y con ello desmiente el prejuicio de que la murga uruguaya deba expresarse en tal o cual ámbito. "Lo hacemos mucho en el Distrito 7 porque nos gusta el lugar, pero en Carnaval lo hacemos en todos lados; nos gusta ir a los corsos de los barrios, por más que nos miren de reojo, y si hay que ir a un teatro, vamos".
"Digo que en algún barrio nos miran de reojo porque son cuarenta minutos en los cuales estás diciendo cosas todo el tiempo", comenta. Los Vecinos han ido a lugares bravos, urgentes: "Al mes del triple crimen tocamos en Villa la Moreno, una compañera nuestra estaba en el M26, y fue una experiencia más que interesante. Y ensayamos durante mucho tiempo en Barrio Azcuénaga e iríamos sin problemas a Las Flores, claro... Otras murgas tienen desarrollado un perfil teatral. Nosotros buscamos una cosa más desacralizada, por ahí no nos gusta tanto que nos vayan a ver a un teatro cruzados de brazos. Nos interesan los boliches, donde uno pueda tomarse un porrón o un Fernet, y después fiesta y a bailar con los amigos".
"UN ESPACIO DE REFLEXIÓN". "La murga uruguaya rosarina tiene su circuito, que son los barrios, los clubes y las plazas. Y también el teatro, claro. No hay que olvidar que la murga uruguaya no desfila: canta frente a una línea de micrófonos, está pensada así", señala por su lado Sofía Chiavazza, 30 años, docente e integrante de La Cotolengo. "Tenemos un concepto artístico claro, somos veinte personas en total y estamos todos unidos, coreógrafos, vestuaristas, cantantes...Es como una gran familia trabajando constantemente".
Una de las particularidades de La Cotolengo es que está integrada mayoritariamente por docentes y profesionales. Se conformó hace unos seis años, cuando el murguero uruguayo Rodrigo "Cartucho" Intahamoussu vino a Rosario para dar un taller. "La Cotolengo es todo para mí, es por donde gira la vida y siempre estamos planeando algo. Si no tocamos un día, vamos a ver a otros que sí lo están haciendo", dice Sofía.
Mientras ordena vestuarios o papeles de cara a la próxima actuación de La Cotolengo (el 6 de agosto en el Galpón de la Música) Sofía Chiavazza precisa que su agrupación no especula con cuánto tiempo le lleva armar un espectáculo, todo un tema en la vida cotidiana de las murgas rosarinas: "No medimos porque aquí no es como en Uruguay, donde hay concursos una vez al año; aquí no está ese escenario y todo es más lento. A veces, tras cantar algo cien veces, eso empieza a tener sentido y hasta que no eso no se agote, no lo dejamos". La Cotolengo tiene dos espectáculos realizados, "Identidad" y "Seamos normales" y lo demás no importa nada. Actualmente trabaja sobre uno nuevo, "Los malos hábitos".
"LA MURGA IGUALA". "Para mí la murga iguala, es toda gente distinta reunida para un propósito común, hermoso", dice Fernando Lingiardi, reconocido periodista televisivo de la ciudad, impar relator de fútbol y miembro fundador de La Cotorra, acaso la murga rosarina de mayor renombre. La Cotorra fue la primera murga argentina en clasificar para participar en una edición del Carnaval uruguayo, algo que, según Lingiardi, le dio un gran impulso a los murgueros locales. Además, La Cotorra organizó durante dos años en Rosario El Tablado Nacional, un encuentro en las instalaciones del Hipódromo y de la Sociedad Rural.
"Yo cantaba en un coro de música popular y también era bailarín, había estudiado danza, pero eso no me terminaba de completar. Hace diez años vi a Jaime Roos en el Círculo y me atrapó lo salvaje, sin filtro, de esas voces. Entonces empecé a buscar gente para hacer algo...", recuerda.
La Cotorra tiene publicado un DVD, "Cómodamente"; un CD, "Mirá vos"; ahora prepara la edición de su segundo DVD, "Cambiantes", y no reniega de tocar en grandes teatros. "Los ámbitos de circulación de la murga han ido variando desde sus comienzos; hoy hay coincidencia en que las murgas puedan estar en un gran escenario, en el club, o en el barrio cara a cara ... Además, las rosarinas ya han dejado de ser murgas de Carnaval para ser de todo el año".
Lautaro (alias El Talo) tiene 30 años e integra la Mal Ejemplo, que salió al ruedo hace una década como un agrupamiento de estudiantes de Comunicación Social: "Esto no es un género musical a secas -dice-, sino una complejidad artística que conjuga varias aristas del arte". Como la mayoría de las locales, la Mal Ejemplo comenzó de cero, con todos sus miembros siendo autodidactas y guiados por el entusiasmo. Ahora ensaya dos veces por semana, son 17 los que salen a escena y otros ocho miembros completan su plantel.
"Nos sentimos partícipes de una movida colectiva. La idea es relacionarse y por eso existe el Colectivo de Murgas, que es la cristalización de esa idea". El Colectivo está compuesto por nueve murgas y El Talo destaca que hace tres años consecutivos organiza un ciclo de carnavales autogestivos en distintos barrios, y que esta temporada fueron entre febrero y abril. La Mal Ejemplo tiene, además, una suerte de guía de ruta, unos preceptos de trabajo y comportamiento: "No competir entre nosotros en un concurso; no envilecerse por el dinero; fortalecernos a nosotros mismos".
QUÉ DECIR, QUÉ CALLAR. Más allá de la coincidencia en respetar los cánones de la murga uruguaya en cuanto a una presentación en la que se introduce al tema y una retirada con sus alegorías, siempre está en juego lo que hay para decir. Para Lingiardi, "La Cotorra busca decir lo que pasa, pero con una mirada amplia, que no quede corta y tan temporal. No necesariamente debe ser un discurso de denuncia, pero también creemos que si no está eso, falta algo...".
"La murga es un espacio de reflexión, y la reflexión es denuncia; es un ámbito para pensar y decir lo que uno quiere de la actualidad", sentencia Sofía Chiavazza. El Talo es categórico: "Nuestra murga tiene mayoría de gente militante. La murga es una instancia de militancia popular y cultural en la calle, es la posibilidad de transformar algo. Me parece una contradicción en sí misma que haya gente de derecha en una murga, pero pasa; de hecho en Rosario hay gente de derecha en algunas murgas".
Scholer se diferencia y dice que Los Vecinoss no gustan "renegar de la risa y el placer. Otras murgas tienen la necesidad de decir cosas del tipo esto está mal, esto está bien, los pobres sufren y las maestras luchan... Todo bien, pero eso lo dice todo el mundo. También nos gusta poder reírnos y apostar a una cuestión más propia".