“Vivo este momento con una enorme alegría, es como si te volviera la sangre al cuerpo; es como recordar a qué te dedicabas”, confesó Jorge Drexler a Télam desde Madrid (donde se encuentra radicado desde hace tiempo), antes de encarar una gira que abarcará Argentina y también Paraguay, Chile, Estados Unidos y España. El cantante y compositor uruguayo lanzó ayer “Tinta y tiempo”, un álbum luminoso integrado por canciones que hablan de las diferentes formas del amor, los vínculos, los obstáculos, el origen de la vida y la ilusión por recobrar las sensaciones previas a la pandemia, y que presentará en Buenos Aires el 6, 7, 8, 13, 14 y 15 de mayo en el Gran Rex.
Drexler se planteó que “Tinta y tiempo” fuese un trabajo colorido, lleno de vida, y para ello grabó por primera vez empujado por una orquesta sinfónica integrada por 64 instrumentistas; además contó con el aporte del panameño Rubén Blades (canta en “El plan maestro”), C. Tangana, (“Tocarte”), de la israelí Noga Erez ( “¡Oh, algoritmo!”), y del uruguayo Martín Buscaglia (“Bendito desconsuelo”).
Jorge Drexler - Tinta y Tiempo (Video Oficial)
“No quería que sonara a soledad, a estar encerrado trabajando con tu guitarra y tu computadora, quería que sonara al mundo exterior”, apuntó el artista, que en 30 años de trayectoria es reconocido en todo el mundo y especialmente querido en la Argentina, donde por primera vez se sintió comprendido en una profundidad que no sospechaba: “Sentí que lo que yo hacía se entendía increíblemente bien”, evocó.
Drexler y su familia tuvieron Covid-19 en marzo de 2020, cuando todavía no se sabía mucho acerca del virus y sus consecuencias, y comenzó a retomar la composición cuando apenas había salido de la enfermedad. “Sentí que tenía que retomar la vida, empecé a intentar escribir; escribía mucho pero me costaba mucho terminar las canciones, siempre que hago un disco digo que tengo una crisis de fe, de autoestima compositiva”, explicó Drexler, quien vuelve al ruedo discográfico después de “Salvavidas de hielo” (2017).
“Componer es una cosa muy removedora para mí -subrayó-, y a veces uno puede pensar que cuanto más lleva componiendo es más fácil, y creo que es exactamente lo opuesto, porque ya hay un montón de áreas que fuiste cubriendo, luchaste tanto, hiciste tanta fuerza que el listón que tenés que volver a superar cada vez es un poquito más alto en cuanto a esfuerzo”, indicó el autor de “Me haces bien” y “Horas”, entre otros hits.
—¿Es difícil enfrentarse al miedo a la reiteración y a la vez no querer dejar de ser uno mismo?
—Sí, exactamente, estas ahí intentando determinar cuál es tu territorio para expandirlo, pero sin perder una identidad, sin irte al carajo, y a la vez estás intentando establecer un territorio común pero que no sea mimético de las cosas anteriores, todo eso pasa en todos los procesos de composición. Pero este es un proceso agravado: yo acababa de salir de una enfermedad que no sabía bien qué efectos producía. Hasta se te cruzaba “a lo mejor el Covid me afectó el cerebro”, no lo sé, también había pasado cinco años de mi disco anterior.
—El espíritu de “Tinta y tiempo” es muy luminoso.
—Sí, cuando empecé a escribir en la pandemia tuve dos períodos compositivos, lo primero que pasó es que no terminaba las canciones, me di cuenta que necesitaba la presencia de otro para terminarlas. En la pandemia casi todos tuvimos como un estado que no llegaba a una depresión pero tampoco se estaba contento; era como un languidecer. Entre todo esto se hizo muy cuesta arriba escribir. Al principio pensé “tengo que escribir sobre esto, a mí me gusta hablar de la realidad, me corresponde contar esta situación”, y escribí mucho sobre la pandemia, la distancia, las pantallas, el miedo a la soledad, la incertidumbre y las cosas que uno extraña.
— ¿Y qué te pasó después?
—Que cuando se empezó a abrir de a poco, hice una proyección de futuro, dije “esto en algún momento se va a abrir y vamos a volver a los escenarios, a encontrarnos con desconocidos en un bar y a darles un beso, un abrazo, compartiendo en un mismo vaso, o compartir el mate, y cuando eso pase voy a querer celebrar”. Así empezó el segundo período compositivo: escribí sobre las cosas que uno aprendió a valorar y las cosas que anhela. Una canción de cuna no se la cantás al bebé cuando está dormido, a un bebé se la cantás para llevarlo hacia el sueño. Estas son canciones que no contaban lo que estaba pasando, cantaban a esa ilusión.
—En este disco lo rítmico tiene un rol muy importante.
—Tiene más impulso rítmico, la orquesta manda mucho, es la primera vez que trabajo con una orquesta (la Orquesta de la Comunidad de Madrid) en un disco, y con un arreglador (Fernando Velázquez).
—¿Cómo lo llevás al vivo?
—El concierto es un momento en sí. Para mí no tiene por qué sonar el disco igual que el show en directo. Vamos a llevar una banda grande compuesta por tres mujeres y tres hombres, los seis músicos que me acompañan tienen una carrera solista.
—¿Es la primera vez que trabajás con tantas mujeres?
—Sí, en el escenario es una experiencia reveladora y revolucionaria. Yo creo que hay una cosa complementaria, hay una especie de visión como si a la luz le diera el prisma en otro ángulo, muchos de los aristas masculinos quedan compensados con otro tipo de energía y estoy encantado.
—¿Cómo fue el aporte de los invitados?
—Siempre el tema de los invitados es un poco caótico, inesperado en los discos. C. Tangana, la israelí Noga Erez y Buscaglia son, más que invitados, coautores en este disco. El caso de Rubén Blades es diferente. A último momento la canción “El plan maestro”, que abre el disco, incluye una décima escrita por mi prima Alejandra Melvo. Ella tiene una serie de geodécimas sobre la historia de la Tierra, y una de esas décimas es la que da origen a la canción que habla del origen de la vida. Hace 1.600 millones de años dos células por primera vez después de mucho tiempo en que se dividían solas deciden juntarse y a través de dos seres diferentes generan un tercero, es el nacimiento del sexo, del amor, de todas las cosas que después hicieron estallar de color la vida en el mundo. Así empieza el disco, con el origen del amor, y yo quería tener una voz de un ser omnisapiente, una voz de la especie humana, y no conozco a nadie del mundo del habla hispana que represente más esa cosa que Blades, que es mi maestro, nuestro mentor, nuestra fuente de inspiración en todo los ámbitos, es un artista completo que tiene razón, tiene ideas, tiene unos sentimientos muy marcados; y esta es una música hecha para el cuerpo, tiene razón, emoción y necesitaba el ser humano completo.
—¿Cómo fue volver a la Argentina?
—Mi carrera cambió completamente a partir de mi relación con la Argentina. Hace 30 años, cuando todavía trabajaba de médico en Montevideo, Pedro Aznar, por quien siento una admiración enorme, me invitó a su casa, para hablarme de mi primer cassette. Me dijo que sonaba súper moderno. En ese tiempo Adriana Varela me invitó a verla cantar junto al Polaco Goyeneche, fue la primera vez que sentí que había gente que le gusta lo que hago. Volví a la Argentina 10 años después con “Frontera”, disco al que recibieron de un modo increíble. Por eso sostengo que este país tuvo mucho que ver con el crecimiento de mi carrera artística.