Durante el examen de fin de curso de una prestigiosa academia de arte, un modelo vivo es encontrado misteriosamente sin vida. Al descubrir que se trata de un crimen, el personal de la institución pone en marcha una investigación, utilizando técnicas poco ortodoxas. Esta es la premisa de “Modelo vivo muerto”, la obra del grupo de humor e improvisación Bla Bla & Cía, que llega a Rosario después de una gran temporada en el Caras y Caretas de Buenos Aires. Se presentan este lunes 8 de julio (víspera de feriado), a las 20.30, en el Teatro La Comedia.
Los Bla Bla llevan catorce años de trayectoria como compañía teatral: nacieron en 2010 con Sebastián Godoy, Pablo Fusco y Tincho Lups, y más tarde se sumaron Julián Lucero, Manu Fanego y Sebastián Furman (músico compositor), para dar lugar a la formación actual. Los caracteriza el humor absurdo sobre situaciones cotidianas llevadas al extremo, interpretadas en sketches donde fusionan teatro, música, humor físico y la sátira, entre otros recursos.
“Modelo vivo muerto” representa una novedad en la historia del grupo. Se trata de una obra en tres actos, con una línea argumental y un género concreto, en la que echan mano a algunos elementos clásicos para montar su propuesta humorística. Una suerte de campo de juego con bordes claros dentro del cual lo posible y lo inesperado sigue siendo la principal apuesta. Para esta propuesta, el grupo sumó a Carola Oyarbide en el elenco, a Francisca Ure en la dirección y a Gustavo Lista en colaboración dramatúrgica.
La combinación virtuosa entre la estética y la lógica de una historia de crimen y misterio, y el humor, tiene un largo historial en el mundo del entretenimiento, siendo el ejemplo más reciente y comercial el éxito de la saga “Knives Out” (producida por Netflix). Los Bla Bla se asientan sobre los “lugares comunes” del género para construir comedia.
En diálogo con La Capital, Manu Fanego habló de las novedades y continuidades de la improvisación dentro de una estructura de obra, del espíritu constante de juego que sostiene al grupo, y de la potencia política de “la pavada”.
¿Por qué decidieron tomar este universo del misterio, tan reconocible, para montar ahí su propuesta de humor e improvisación?
Esto lo hablamos mucho con el grupo: el suspenso, el terror y la comedia son géneros muy cercanos. Un poco fue aprovechar el cruce que hay entre esos mundos y mezclarlos. Nosotros habíamos escrito un corto audiovisual que era la historia de este modelo vivo y de este asesinato, pero tenía otro desenlace pensado bien para ese formato. Apareció una convocatoria del Caras y Caretas, y entonces decidimos unir a Carola, a Francisca Ure y también a Gustavo Lista, que es dramaturgo, y empezamos a desmenuzar este corto y a pensarlo como una obra de teatro en tres actos. Es nuestra primera obra que tiene una sola línea argumental. Y pensar en tres actos era un poco jugar a eso, a la obra de teatro.
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¿Qué les permite, en términos de improvisación y de juego, tener esa línea argumental?
Nos permite rebotar hacia arriba. Hay algo de una idea de carambola. Hay una estructura sólida que sostiene todo lo que se puede disparar, y permite siempre saber a dónde volver. Investigamos y jugamos entre nosotros. Ese es un poco nuestro secreto: intentamos siempre hacer reír al otro, hacernos tentar. Eso nos divierte. Estamos viendo todo el tiempo cómo hacer que esa misma estructura se renueve de alguna manera. Para mí, eso es lo que principalmente hace al proyecto. Venimos trabajando hace catorce años y nunca tuvimos el espíritu de triunfar, de llegar al éxito o de ganar premios. Por supuesto que siempre que nos dan un premio o la gente llena una sala para vernos, nos parece divino. Pero no fue el primer objetivo del grupo. Siempre fue hacernos reír entre nosotres. Cuando teníamos una estructura de sketches, en general modificábamos mucho el espectáculo sobre la marcha. Y en los ensayos charlábamos mucho, se convertían muchas veces en terapia grupal, y repasábamos el número quince minutos. Creo que eso ayudó a muchos a conocernos, a construir un vínculo más familiar, de la índole de una compañía laboral que le da mucha bola a lo afectivo y lo grupal.
¿Qué les pasa a la obra y a ustedes cuando hacen la obra en otros lugares, y ante la posibilidad de que los vea un público completamente nuevo?
Creo que a Rosario va a ir mucha gente que nos conoce. Fuimos siete veces, pero también hace como siete años que no vamos. Así que puede haber aparecido un público ahí que nos conoce pero nunca nos vio. También nos pasó en el Caras y Caretas, después de venir de un circuito más joven, que se sumó un público más grande también. Y eso fue un flash, en principio. Y ahora esta aventura de lanzarnos a Rosario nos encanta. La gira nos parece algo muy excitante de la profesión. Es divertido. No me suena a desafío, me suena más a disfrute. Quizá tenga que ver con la ventaja de hacer reír. A su vez, esta obra de cierta forma compacta algo que hace que sea más fácil trasladarla y mostrarla, algo que se simplifica. Y también nos permite consolidar otra forma de propuesta y acceder a otros lugares. Porque mucha gente piensa que un espectáculo de sketches no termina de ser una obra, aunque nosotres sostenemos que sí. Pero a vistas del público o de algunos programadores, todo este mundo es, entre comillas, amateur. Obvio que tenés a Les Luthiers, pero eso es otra liga. Entonces esta obra, con su estructura de obra, habilita como otra mirada desde afuera también. Y a la vez la gente que nos vino a ver antes, en formato sketches, recontra celebra esto que estamos haciendo y que es una pavada finalmente. Nunca deja de ser una excusa para hacernos reír y hacer reír, en un momento en que vale mucho divertir al público. Hay mucha necesidad de aflojar la válvula de presión que se tiene por vivir en la actual Argentina.
¿De qué se nutren para sumar novedad todo el tiempo a esa estructura?
Hay un tiempo en el que uno sigue nutriéndose, se involucra más con cuestiones técnicas, con ir a clases. Pero también cuando se llevan catorce años haciendo pavadas arriba del escenario, te empieza a salir bien la pavada. Creo que todo tiene que ver con dejar espacios liberados y con permitirse transitar la pavada. Entonces dentro de la estructura, ves un hueco y metés la pavada, que muchas veces es lo que aporta la novedad. Tiene que ver con jugar. Y creo que la técnica tiene que ver a veces con encontrar la llave para abrir una parte del cerebro donde está esa capacidad, y que todos tenemos pero algunos desarrollamos.