“Gran Hermano” volvió a las pantallas argentinas tras seis años de impasse. A pesar del contexto televisivo que viene apostando cada vez más a los realities y cada vez menos a las ficciones, era imposible anticipar el rotundo éxito del gran retorno del formato, que promedia más de veinte puntos de rating diarios. Mientras la temporada actual transita su recta final en el aire, y las tensiones crecen entre los cinco participantes restantes, es un buen momento para pensar el éxito de esta nueva edición a partir de su propia historia.
“Gran Hermano” (“Big Brother” en el inglés original) es un formato de reality televisivo creado en 1999 por el holandés John de Mol y replicado en más de 70 países. La premisa es simple y eficaz: encerrar a convivir a un grupo de desconocidos por varios meses en una casa plagada de cámaras. En más de veinte años de trayectoria internacional, análisis sociológicos varios, tesis de grado y posgrado, infinitas horas de paneles televisivos y millones de twits han intentado explicar su éxito rotundo. Argentina fue el primer país en replicar el formato en Latinoamérica, encendiendo una chispa que pronto tomarían Brasil, México, Colombia, Ecuador, Chile y Perú. Si bien el programa suele gozar de un considerable piso de éxito a lo largo y ancho de los territorios, es notable el caso de Brasil, donde va por su vigésima tercera temporada ininterrumpida.
La versión nacional tuvo diez ediciones regulares desde 2001 y una con famosos en 2007. Se alojó en distintos canales y vio pasar a varios conductores históricos: Soledad Silveyra. estuvo a cargo de las primeras tres temporadas, Jorge Rial hizo lo propio en otras cinco y media (renunció a mitad de la séptima y fue reemplazado por Mariano Peluffo), y Santiago del Moro tomó la posta para la actual emisión 2022/23.
Con el lema “la vida en directo”, “Gran Hermano” hizo su debut en la televisión argentina el 10 de marzo de 2001, hace casi exactamente veintiún años. Nueve meses antes del corralito y el estallido social, el desembarco del formato en las pantallas locales demandó una inversión de un millón y medio de dólares. Más de 25 mil personas de todo el país se sometieron al extenso casting que terminó dando con aquellos doce primeros e icónicos participantes. Doce nombres de los cuales varios, como Gastón Trezeguet, Daniela Ballester, Natalia Fava, Santiago Almeyda y Tamara Paganini, se consagrarían, tras su paso por la casa, como celebridades de un star system de principio de milenio que se devaluaba a la par del peso argentino. Incluso desde la primera temporada, “Gran Hermano” dejó momentos memorables en su propia historia y en la de la televisión nacional.
La visita del Diego y la bolsa misteriosa
A las pocas semanas de su puesta en el aire, “Gran Hermano” necesitaba una golpe de efecto para terminar de ganarle la franja horaria a “Sábado Bus”. Los productores decidieron llevar a ni más ni menos que a Diego Maradona a la casa. En medio de la visita, y después del shock inicial de los participantes ante la presencia del astro, el Diez dejó caer una bolsa blanca al piso. Los jugadores se precipitaron al piso como bichos hacia la luz. “No me manden al frente”, dijo el Diego ante la reacción. Por supuesto, el contenido del paquete fue sometido a especulación eterna y sigue siendo un misterio. Recientemente, el entonces productor Daniel Gorbán aseguró que se trataba de cigarrillos. Ingenuidad aparte, es posible afirmar que se trató de una escena un poco burda para jugar morbosamente con la historia de adicciones del futbolista.
Solita Silveyra informa del atentado de las Torres Gemelas
Para no dejar pasar el momentum, la temporada dos comenzó poco después del cierre de la primera, en la segunda mitad del 2001. La participante Carolina Chiappetta fue la primera en abandonar la casa tras el atentado al World Trade Center de Nueva York, y Solita Silveyra eligió una forma muy particular de comunicarle el hecho: “Caro, estuviste 43 días en la casa y tengo que darte una noticia que ha conmovido al mundo entero: dos aviones chocaron contra las Torres Gemelas, se derrumbaron. Imaginate cómo está el mundo, estamos todos rogando por la paz. Vas a tener que hacerte fuerte como todos nosotros, te imaginarás el estado en el que se encuentra el pueblo norteamericano”. La reacción de la participante, entre el desconcierto y el desdén absoluto, quedó en la historia y hasta el día de hoy es fuente de innumerables memes.
Torres Gemelas 2001 - Gran Hermano, Soledad Silveira
Marianela Mirra le hace “la espontánea” a Diego Leonardi
Un hito en la historia de “Gran Hermano”, que elevó la vara del nivel competitivo, ocurrió en la cuarta temporada (2007): la famosa nominación espontánea de Marianela Mirra a su fiel amigo Diego Leonardi. Tan sorprendente, tan descarada fue la traición que los fanáticos denominaron la fecha como el “Día Nacional de la Espontánea”. Marianela fue quizás la mejor villana y una de las competidoras más fulminantes de la historia del programa, con una astucia que la consagró campeona. La final que anunció a Marianela como ganadora alcanzó un pico histórico en materia de rating: 50,3 puntos. Para Diego, hubo revancha: volvió a la casa al poco tiempo para la edición famosos y terminó ganando.
24 DE ABRIL DIA NACIONAL DE LA ESPONTANEA
Gastón Trezeguet, un jugador inolvidable
Era el más joven de la casa en la primera temporada y rápidamente se destacó como un estratega sin escrúpulos. Los fanáticos del formato aseguran que no hubo otro jugador como él. Hasta hoy, es recordado por artilugios de lo más creativos para complotar nominaciones sin romper las reglas: dejar mensajes adentro del freezer o mover almohadones donde habían estado sentados los candidatos a la placa. A pesar de la picardía, Gastón salió tercero, detrás de Marcelo Corazza. Pero su verdadero triunfo fue convertirse en un nombre ineludible de la historia de GH. Desde 2007, está involucrado de una forma u otra en la producción del programa.
Complot Trezeguet Eleonora
Entre rupturas y continuidades, las claves del éxito
Las características de los momentos más recordados en la historia del reality dan pistas sobre cuáles son las claves del éxito del formato a través del tiempo. Desde la primera gala en marzo de 2001, el mundo cambió vertiginosamente y con ello, el paisaje mediático y sus formas de consumo. Sin embargo, pareciera que en el universo “Gran Hermano” hay algunas continuidades reveladoras. Una, avalada por especialistas en el programa es que la gente valora a los buenos personajes. Los estrategas y villanos terminan siendo siempre los favoritos del público, el cual demuestra una y otra vez que está firme del otro lado de la pantalla para que le cuenten historias interesantes, y no para reforzar sus propios valores morales. El caso de Cristian Urrizaga, más conocido como Cristian U, es paradigmático en este sentido. Fue un jugador peleador y polémico, poco querible, pero ganó su temporada. Parte del éxito de esta edición podría explicarse por tener algunos de estos grandes personajes: el mítico Alfa y el rosarino Tomás Holder fueron odiados y alabados en partes iguales. De hecho, la aparición de Alfa en el panel tras su eliminación en febrero significó el pico de rating de esta temporada, con poco más de 28 puntos.
Otra clave de la décima temporada puede tener que ver con acercar al aparato televisivo a una generación marcada por el streaming. Muchos grandes momentos históricos de GH tuvieron como elemento crucial el factor vivo. Esto se vuelve una rareza en un presente donde la simultaneidad en el consumo sin interacción inmediata perdió valor o, al menos, centralidad. Para toda una generación, esperar un día y una para prenderse al tele y ser testigos del devenir de una historia (quién fue nominado o eliminado, o qué dijo uno de otro), es una novedad seductora.
https://twitter.com/GranHermanoAr/status/1625936732754706433
Una fortaleza estructural del formato es la idea de poner en la televisión, históricamente reservada para grandes figuras, a personas comunes y corrientes. El factor voyeurista de ver las bondades y miserias de la gente, ilustrado en el concepto del confesionario, motivó a que se busque hacer participar a personas con historias particulares. Otra vez, que sean buenos personajes, pero que no lo parezcan, que no se note el artificio. Es que otra noción que circula mucho es que “Gran Hermano” funciona como una suerte de laboratorio social, que como un termómetro mide el devenir del sentido común. Y acá es donde la nueva edición marca quizás una ruptura con las anteriores. Por ejemplo, en algunas temporadas, la participación de jugadores abiertamente LGBTI (Sebastián en 2007, Alejandro, Luz y Emiliano en 2011) apelaba indirectamente a un tabú que empezaba a desaparecer, y eso daba que hablar. En 2022, en cambio, lo que trascendió no fue la identidad de ningún participante, sino las múltiples instancias de homofobia enunciadas por Alfa, Holder y Martina. Quizás es eso lo que hoy permite ver “Gran Hermano”, quizás el tabú revelado sea que se vocalice lo que ya no es políticamente (y a veces humanamente) correcto decir. El odio que recibió Romina dentro y fuera de la casa por su afiliación política peronista puede entenderse como una continuidad de esta dinámica.
Más de dos décadas de historia en la pantalla argentina y un regreso triunfal post-pandémico hacen de “Gran Hermano” un producto ineludible de la cultura popular. Todavía en 2023, el formato apela con destreza a lo más elemental de la artesanía de contar historias: que haya buenos y malos disputándose un objetivo concreto. Y que esos buenos y malos puedan ser cualquiera de nosotros. Una manipulación específica y efectiva del artilugio narrativo, donde la barrera entre realidad (reality) y ficción se desdibuja de forma irresistible: que parezca verdad, aunque sea mentira.