La palabra diván difuminó su acepción más conocida, utilizada para indicar un espacio dedicado el descanso y el relax, hasta ser, al menos en Argentina, identificada casi como un sinónimo de psicoanálisis. Así, es un diván el único objeto que preside la puesta en escena de “Juegos de la mente”, la obra estrenada por el grupo Rosario Imagina que tiene como protagonistas a cinco personajes en sus sesiones de terapia. Y es “Dispositivo diván” -una metáfora sobre ese objeto entendido como “resorte que activa la palabra, un artefacto que pone a la escucha, un confesionario”- el subtítulo de la pieza que partió de una idea de Rody Bertol, con texto de Nora Grigoleit y dirección de Juan Nemirovsky, que la consideró una "comedia negra". “Juegos de la mente” cuenta con las actuaciones de Gisela Sogne, Estefanía Salvucci, Natalia Trejo, Marianela Druetta y Darío Castañeda y se puede ver todos los viernes, a las 21, en La Orilla Infinita (Colón 2148).
Cómo definirías los juegos de la mente?
La obra juega con los vericuetos mentales que lleva cada uno. En este caso, la puesta tiene un objeto único, que es un diván, y que funciona como contenedor de esos personajes que van pasando por esa instancia y es como un dispositivo, la idea de que ese objeto representa un espacio, un momento particular en la vida de esos personajes. Esa singularidad los habilita a un estadio de confesión. Lo que vemos son cinco personas que pasan por ese diván y vemos un pequeño extracto de lo que podría ser una sesión de ellos con un analista. El personaje del analista nunca se ve, no está presente físicamente, sólo está el personaje que llega al diván para confesarse, y el espectador tiene la posibilidad tan atractiva que posibilita el teatro, de espiar por cinco minutos lo que podría ser la confesión de estos personajes en terapia, algo que supone un lugar tan íntimo, tan privado, aunque la teatralidad nos permite espiar por un rato algo que está velado.
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¿Quiénes son los cinco personajes? ¿Tienen relación entre ellos?
No se relacionan, o eso lo termina de completar el espectador. Quizás uno podría pensar que van al mismo analista, pero tampoco tenemos eso como decisión tomada. Se relacionan solo porque los cinco están atravesando distintas situaciones, cargan con distintas fobias y problemáticas y están en ese recorrido de estar siendo analizados que es lo único que los une. Después, todo lo contrario, trabajamos justamente en diferenciarlos muchos para que ese dispositivo que se repite, que es el diván, no sature, sino que cada personaje que pasa por ahí está atravesando una crisis diferente o se le cae una ficha diferente en relación a lo que le pasa en su vida. Y hay algo que no está justificado dramáticamente, pero sí desde la puesta en escena, y es que armamos un semicírculo alrededor de ese diván, lo que genera un grado muy grande de intimidad. Son personajes que no rompen la cuarta pared, sino que están atrapados con ese vínculo único y privado con el analista. Esa es también una de las fortalezas de la obra, la intimidad de tener a alguien confesándose a un metro de distancia.
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Juan Nemirovsky dijo que la obra es una “comedia negra”.
¿Qué tipo de problemáticas tienen cada uno?
Hay una mujer que tiene una fuerte fobia social y con la posibilidad de cruzarse con gente. Ella relata cómo fue un vía crucis ir a comprar a un shopping y cómo eso puso en juego toda su estructura. Después tenemos a una chica que tiene una relación que no puso resolver nunca con su oso de peluche desde que se formó ese vínculo en su infancia y hoy tiene que lidiar con que sus parejas tienen que aceptar la relación tan cercana que tiene con su juguete. También hay una abogada que está decepcionada con los vínculos amorosos y reincide constantemente con Tinder y las redes sociales y narra cómo en cada caso va frustrándose de distintas maneras. Está la empleada de una empresa que carga como una gran cruz la figura de su madre y en esa confesión logra trabajar sobre esa imagen materna. Y un profesor de arte que vive obsesionado con ser un artista y no solo enseñar arte, y con la idea de desentrañar qué configura y qué distingue a un artista de alguien que no lo es.
¿Cuánto dicen de la realidad esos personajes?
Creo que vivimos en una sociedad muy analizada, donde tiene mucha vigencia la práctica del análisis. Es muy interesante la experiencia que se atraviesa y que está muy vigente. Probablemente haya algo de la inmediatez con la que vivimos, de las redes sociales, que dejan la sensación de que hay una ansiedad colectiva que está cada vez más fuerte y más presente en mayor o menor medida y más allá de la singularidad de cada uno de los personajes. Aunque pareciera que agarramos caprichosamente a estos cinco personajes con sus respectivas fobias, muchos analistas se acercan a las funciones y rescatan cómo cada uno de los personajes atrapa una problemática muy actual.
UN ARTISTA ENTRE EL CINE, EL TEATRO Y EL STREAMING
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Además del teatro, que incluye la reciente inauguración del espacio La Orilla Infinita junto al grupo Rosario Imagina, desde hace varios años Juan Nemirovsky sumó su participación en distintas producciones audiovisuales, tanto en Rosario como en Buenos Aires. Entre ellas se cuentan la película “El método Tangalanga”, “Un crimen argentino”, disponible en HBO Max, y la serie “El lobista”, entre otras. Sus últimos trabajos audiovisuales son en “Buenos chicos”, la serie de Polka que se verá por eltrece, y “Felices los 6”, dirigida por Diego Kaplan y protagonizada por Delfina Chaves y Nicolás Furtado, que saldrá por HBO Max. En Rosario, también participa en el programa “Sobremesa”, de la plataforma de streaming en vivo Brindis Tv. Allí, diariamente de 15 a 16, interpreta distintos sketches de humor con personajes como un policía devenido profesor de teatro, otro sobre estafas piramidales o una charla telefónica con su madre en la que la mujer ofrece críticas de películas.