Suele pasar que se guarda tanta expectativa para el final de una serie que cuando está por dar las hurras surge la frase “la temporada pasada era mejor”. En los cinco capítulos de la tercera temporada sobrevuela un poco esa idea, pero en el sexto y último capítulo, “After life” redondea una historia sentida y simplemente brillante. Ricky Gervais fue al hueso en este duelo de su personaje Tony, y decidió mostrarlo con todas sus miserias y también toda su humanidad. Pero hay un común denominador que se va respirando a lo largo de cada uno de los 27 minutos que dura cada capítulo, estrenados el viernes 14 de enero en Netflix, y es la decidida intención de no ir hacia los finales felices. Porque era tentador que este tipo hosco, huraño y ácido se convirtiera en un viudo resiliente, bondadoso y enamorado de la vida para que todos y todas coman perdices antes de los créditos finales. Pero no, eso habría sido una traición para el ADN de Tony. ¿Qué nos trae la temporada final sin caer en spoilers? A Tony cada vez más enamorado de la relación que tenía con Lisa. Lo demuestra en cada risa y en cada lágrima que le inspira al repasar una y otra vez los videos de cuando ella se asustaba y se divertía con sus chistes. También hay una intención de Tony de rascar en el fondo de la olla para encontrarse con lo mejor de él “cuando tenía una vida normal”. Y empezará a acercarse a ese entorno que lo quiere bien y siempre estuvo con él en las buenas y en las malas. En ese arco de personajes secundarios (de primer nivel) cada cual encontrará su momento para dejarle una enseñanza. Desde el cartero que se enamoró de una prostituta hasta el vecino autodestructivo que fue abandonado por su mujer, pero principalmente su cuñado (hermano de Lisa), la enfermera que cuidaba a su padre, su colega fotógrafo que está a punto de casarse y sus compañeras de La Gaceta de Tambury, el periódico de ese pequeño pueblo imaginario de Inglaterra. Todos y todas configuran una galería de perdedores, que no cuajan en este mundo pero que resisten y no están dispuestos a entregarse. Y se lo demostrará más aún esa viuda mayor que lo acompaña en el cementerio y ahora se permite volver a enamorarse. Tony irá recibiendo apuntes para seguir en este mundo sin Lisa, pero se irá dando cuenta que lo único que lo puede mantener en pie es el amor que ella le dio, que está muy lejos de morirse. Es más, está más vivo que nunca. La escena final, con la calesita girando, sugiere que la vida continúa. Y Tony vuelve a sonreír.