-Hola, quería averiguar para hacer boxeo.
-Hola, quería averiguar para hacer boxeo.
-No, nosotros no le enseñamos a mujeres.
-Qué pena, te vas a arrepentir, porque yo voy a ser campeona del mundo.
Esa charla telefónica, entre Victoria Bustos y Tito Unzuga (histórico entrenador de la ciudad), se dio un lunes. El sábado, ella había visto por primera vez en su vida una pelea en vivo, en el Club Alberdi, y tomó una decisión que le cambió la vida.
“Fue amor con el boxeo a primera vista”, afirma “La Leona” Bustos.
Tan enorme era la determinación de Victoria que, después de quedarse unos segundos en completo silencio, Tito aceptó que fuese al gimnasio al día siguiente y comenzara a entrenar.
La joven jamás había tenido ninguna relación con este deporte. Pero un día, al salir del supermercado en el que trabajaba, vio un panfleto que anunciaba el combate entre Brian “la cobra” Zarza y El chaqueño, y sintió que tenía que ir.
Como no encontró quien la acompañara, fue sola. Se tomó dos colectivos, en pleno invierno, en una noche helada. Pagó su entrada y se sentó a esperar que comenzara el espectáculo deportivo mientras no se perdía su solo detalle de la velada.
Antes de asegurarle a Unzuga que iba a triunfar en esta disciplina, Victoria, al volver de esa pelea, se lo anunció a su papá. “Salí de ahí convencida. No sé por qué. Creo que estaba escrito, y además, soy de las que piensan que nada es imposible”.
Nació en Rosario, en el seno de una familia muy humilde en la que la plata apenas alcanzaba para comer. Su papá, Hugo, se dedicaba a hacer trabajos de pintura, pero no siempre había chances de mantener un ingreso estable. Victoria es la hermana del medio.
“Tengo 34 años. Mi hermano mayor se llama Arístides, y el otro, que es más chico que yo, Hugo, como mi viejo”, cuenta la bicampeona mundial, la única rosarina en lograr semejante hazaña en el mundo del boxeo argentino.
En 2019 logró el título de peso superligero femenino de la Federación Internacional de Boxeo, y el de peso ligero femenino, de 2013 a 2018.
“Ahora voy por el tercero”, afirma la joven de mirada fuerte y aguerrida. Esos ojos, que transmiten un poder arrollador, son los mismos bellos ojos que se llenan de lágrimas cuando recuerda a su papá, que falleció hace cinco años (“Todavía hablo de él como si estuviese presente”) o cuando pide “que a mi vieja, mi gorda, Dios me la conserve muchos muchos años más”.
La que no claudicó, la de la constancia de hierro que pasó del amateurismo al profesionalismo siendo ya grande para la carrera boxística, una senda que suele iniciarse entre los 13 y los 15 años y que ella arrancó a los 20. La misma que se convirtió, primero, en una promesa a la que muchos apostaron cuando la vieron arriba de un ring. La que en poco tiempo se transformó en una figura central de la disciplina en todo el país, y en el mundo. Un verdadero orgullo local.
Cuando repasa los momentos especiales de su historia, los buenos y los bravos, “La Leona” (como la llaman casi todos) se detiene en el motivo que llevó a toda su familia a vivir a Buenos Aires, ciudad en la que hizo la escuela primaria y secundaria.
Jugaba con su hermano Hugo, siendo muy chiquitos. Una olla con agua hirviendo cayó sobre el nene. Las quemaduras lo obligaron a meses de tratamientos y complicaciones. “Durante un montón de tiempo no la vi a mi mamá porque se internó con mi hermanito. Y si bien lo atendieron súper bien en el Zona Norte, y la familia está re agradecida, tuvieron que hacerle muchas operaciones en el Garrahan, entonces mi familia decidió que nos fuésemos a vivir a Buenos Aires porque no había manera de bancar económicamente esa movida”.
En su relato, aparece una imagen que todavía duele pero que, como tantos otros momentos duros, la ayudaron a superarse, a no abandonar jamás sus sueños. Eran aquellos tiempos en los que de pequeña se quedaba mirando a los chicos y chicas que entraban al club, que iban a la pileta, un lugar inaccesible para los Bustos que no podían pagar una cuota societaria. “Siempre amé el deporte, en la escuela me metía en todas las competencias que podía porque sabía que no podía entrenar en ningún lugar pago", rememora.
Cuando terminó la secundaria, se puso a trabajar. “Llevaba curriculums de acá para allá. Siempre rebuscándomela. Y conseguí trabajo en un supermercado”.
Como alumna fue siempre buena. Y tenía una particularidad: no faltaba nunca. “Era la típica nena a la que todos los años la premiaban por no haber faltado a clases, llueva o truene”.
También la elegían como vocera, como delegada del curso. “Nunca me callé. Soy de las que te dicen las verdades en la cara. Me gusta decir siempre lo que pienso, con respeto, pero voy al frente”, afirma.
Después de muchos años, Papá Hugo tuvo que volver a Rosario porque las cosas se habían puesto muy difíciles. No había trabajo en la gran ciudad. “Pero yo me quedé. Fui la última en volver”, cuenta Victoria, que ya se había acostumbrado al ruido y el movimiento de Buenos Aires y demoraba el regreso. Y aunque costó tomar la decisión, fue en esa vuelta de la vida que encontró su vocación, su pasión, la motivación diaria, la superación de objetivos, la adrenalina y también el gusto por enseñar, algo que se fortalece día a día y que pone en práctica en la escuelita del Club Arizona y en Granadero Baigorria, una tarea que hace en forma totalmente gratuita.
La Leona Bustos dice que no se pone nerviosa antes de pelear. En medio de todo el show que se monta antes de los enfrentamientos deportivos y cuando muchas boxeadoras necesitan concentrarse en silencio, ella va, viene, charla con los suyos, se relaja.
Es ahí la misma chica de la adolescencia, la que casi no sabe lo que es tener vergüenza, la que siempre encara, la que no tiene miedo, o lo enfrenta, pase lo que pase.
El pesaje es otro momento clave. La previa que define si podrá subirse o no al ring. “Tampoco me altero. Conozco tanto tanto mi cuerpo que sé lo que voy a pesar cuando pise la balanza. Además, yo siempre estoy preparada, porque una nunca sabe cuando va a salir una pelea, así que entreno y me cuido siempre”.
Verse cara a cara con la otra boxeadora, con la rival, no la saca de su lugar. “Lo que no me gusta es la falta de respeto, la agresión, y eso pasa mucho en este ámbito. Yo me corro de eso porque ante todo, veo enfrente a un ser humano. Yo subo a pelear y no tengo bronca. Yo amo el boxeo, amo esa danza arriba del ring, amo hacer errar a la otra, adoro las estrategias, pero no te lo demuestro de una manera burda”.
A los golpes los siente, claro. Algunos duelen, y mucho, confiesa (“hasta el alma”) pero “soy capaz de soportarlos porque soy muy cerebral”.
La boxeadora afirma que “esto tiene mucho de sentimiento, es verdad, de parte física, pero es mucho de la cabeza. Yo puedo estar perfectamente entrenada y si mi cabeza anda mal, salgo mal. O puedo estar menos entrenada pero con la cabeza bien, y soy una leona”.
Aunque sabe que quizá no le queda tanto tiempo como boxeadora (la edad ideal, según comenta, es entre los 28 hasta los 34 porque venís con la experiencia y estás adultamente joven), Victoria no piensa parar y va por más.
El próximo desafío es pelear por el tercer campeonato mundial.
La boxeadora a la que los canales deportivos más importantes miraron con especial interés desde que la vieron en el ring, entrena todas las jornadas. A la parte boxística la hace en Santa Fe. Así que se sube al auto, maneja, llega al gimnasio y guantea y hace otros ejercicios específicos lunes, miércoles y viernes. Martes y jueves tiene la parte física en el Gimnasio Sol, en Alberdi. Los fines de semana se cuida un montón o se prepara para la próxima pelea.
En el tiempo libre, es, sobre todo, una tía enamorada de sus sobrinos, Máximo (al que entrena dos veces por semana), Steven y Derek (“a todos los amo”). Por eso les dedica todo el tiempo que puede. Al igual que a toda su familia.
La de los lazos de sangre y la otra, la elegida, la que está integrada por todos los que la acompañan cada día en el gimnasio, los que la bancan cuando sube al ring. Sus entrenadores y preparadores (Osvaldo Salami, Walter Zooccola y el Ruso Arrigui), su nutricionista, los amigos que no la dejan ni a sol ni a sombra.
Con más experiencia, más sabiduría y conocimiento del ámbito del boxeo femenino, Victoria Noelia Bustos va en este 2023 por el tercer título del mundo.
Así como la selección argentina de fútbol se llevó la tercera estrella, ella busca la suya. Esa estrella que sin dudas, va a conseguir pronto.