La agenda de la demanda social urgente –en múltiples planos– y el inexorable paso del tiempo que acorta los plazos de cara a un año electoral determinante, reducen las alternativas y obligan a la dirigencia a un borrón y cuenta nueva.
Por Javier Felcaro
La agenda de la demanda social urgente –en múltiples planos– y el inexorable paso del tiempo que acorta los plazos de cara a un año electoral determinante, reducen las alternativas y obligan a la dirigencia a un borrón y cuenta nueva.
De implacable avance en Rosario, la violencia urbana, que a diario nutre una escalofriante estadística, forzó un giro dramático de la Casa Gris: un comisario retirado al mando del ministerio más sensible. Habiendo apostado, primero, al verborrágico criminólogo Marcelo Sain y, posteriormente, a un político como Jorge Lagna, la decisión de Omar Perotti sacudió hasta al propio oficialismo. Y no pocos ocultaron sus reparos.
De todo laberinto se sale por arriba, habrá razonado el rafaelino. Con la llegada de Rubén Rimoldi –tercer ministro del área en casi tres años– el gobernador pega un volantazo que deja atrás la pregonada conducción política de una institución sumamente cuestionada como la policía. Del margen de maniobra que tenga el nuevo funcionario dependerán los resultados que se esperan de una administración que aupó la problemática de la inseguridad como leitmotiv de campaña. “Más trabajo, menos palabras”, sintetizó el miércoles el ministro de Gestión Pública, Marcos Corach, tras la partida de Lagna, quien días antes ya había emitido señales internas que pusieron en duda su permanencia en el cargo.
El viernes, Perotti se puso a la cabeza de reuniones para activar un plan para la ciudad. En principio, aumentarán los patrullajes en los barrios más conflictivos. El intendente Pablo Javkin, quien no fue auscultado sobre el nombramiento de Rimoldi (hace meses que venía transitando los pasillos de la Gobernación), aguarda su cumplimiento. Y propulsa medidas atadas a su rango institucional.
Metiéndose de lleno en un problema sin tregua, el jefe del Palacio de los Leones impulsó un proyecto que promovió la participación plena de intendentes y presidentes comunales en la elección de autoridades policiales. El jueves, dado el máximo respaldo político disponible (Perotti habló de una potestad exclusiva del Ejecutivo santafesino), la Cámara baja terminó alumbrando una iniciativa a través de la cual los municipios podrán controlar a la fuerza de seguridad, vía mesas de trabajo con la provincia. Resta el toque final del Senado, territorio hostil por el histórico poder comarcal de sus integrantes frente decisiones de ese tenor.
La semana había comenzado con una Rosario en la que se multiplicaron las pintadas en edificios gubernamentales y espacios públicos con cuestionamientos a la provincia y el municipio por la inseguridad (¿la gota que rebasó el vaso respecto de Lagna?) y la continuidad de las quemas en las islas entrerrianas, que cubren de un humo insoportable y nocivo a la ciudad y la región.
Frente a la persistencia de ese foco de tensión del otro lado del río Paraná, Perotti y Javkin abrocharon una estrategia común: objetar la inacción de la Justicia federal y, con menor voltaje, al Gobierno de Entre Ríos. “Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared la tribu de mi calle”, reza la emblemática canción de Los Redondos “Vencedores vencidos”. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
La Casa Gris también promedia un mes complejo por la incertidumbre económica que surca todo el país y un frente sindical movilizado por el adelantamiento de una mejora en los bolsillos. Perotti sostiene lo pautado a principios de año: reapertura de paritarias recién en septiembre. Y reitera que, a fines de 2022, el incremento salarial le ganará a la inflación. Hay que pasar agosto, la consigna.
En cuestión de números, y tras haber sido el primer gobernador en emitir un pronunciamiento público a favor de su ingreso al gabinete nacional, Perotti visitó el jueves al ministro de Economía, Sergio Massa. Sobre la mesa, entre otros puntos, estuvo la deuda histórica con Santa Fe e incentivos a la producción.
Existe un canal de diálogo abierto entre el rafaelino y el tigrense. Y no es poco en momentos en que el poder adquisitivo de los argentinos encuentra su peor versión en la variación de precios sufrida en julio, cuando la Argentina alcanzó una inflación de 7,4 por ciento. Hay que rebobinar 20 años para dar con un registro similar.
Si bien la llegada de Massa al Palacio de Hacienda enfrió los ánimos en una coalición oficialista en estado de colisión, la crisis económica y social contrasta con medidas iniciales centradas en los capitales por encima de las ayudas: continuidad del acuerdo con el FMI, congelamiento del ingresos en el sector público, aumento de tarifas energéticas y revisión de planes sociales y su eventual reconversión en puestos de trabajo.
Por lo pronto, el pragmatismo se impone en el Frente de Todos (FdT): Massa, actor clave del armado oficialista, pero ex rival de la vice Cristina Kirchner y otros espacios internos, parece actuar sin ataduras. Aunque en el tablero económico siguen titilando las luces rojas y las organizaciones sociales –que también cimentan a la coalición gobernante– potencian un rol disidente.
La balanza política es implacable: a la par de la tensa calma que impera en el oficialismo, Juntos por el Cambio (JxC) emitió sonoros crujidos por obra y gracia de Elisa Carrió, quien otra vez sacó a relucir su histórico permiso de demolición. Justo cuando Massa y sus anuncios eran imán de la atención.
La líder de la Coalición Cívica (CC) acusó a dirigentes del PRO de mantener vínculos espurios con Massa y detonó una nueva crisis en la alianza que ella misma ayudó a edificar. Y hasta amagó con pegar un portazo. El coro de réplicas incluyó al jefe de la UCR, Gerardo Morales: devaluó la injerencia del espacio político de Lilita en JxC y especuló con un Mauricio Macri avalando entre las sombras la jugada de la ex legisladora.
En medio del temblor, el ex presidente reunió el viernes al mediodía a su tropa en un restaurante de la Costanera porteña. Tras el cónclave, el PRO llamó a enfocarse en 2023 y pautó un alto el fuego con Carrió. “Ella busca sacar ganancia para la Coalición Cívica, sobre todo cuando falta tan poco para un año electoral. Hay paz, pero también le decimos: «es hasta acá»”, deslizó a La Capital un participante del almuerzo.
Con un radicalismo que sigue sospechando que Carrió dice lo que Macri no puede afirmar, Juntos por el Cambio se reunirá esta semana. Además de hablar de los cortocircuitos puertas adentro, el PRO impulsará el diseño de un programa de gestión para poner sobre la mesa frente a un oficialismo tambaleante y, de ese modo, salir del terreno de la mera crítica.
Meses atrás, Carrió había dinamitado el armado de un nuevo frente opositor en Santa Fe al volver a incluir al socialismo en la cadena de responsabilidades por el avance territorial del narcotráfico y sumar a su andanada de reproches a un ex aliado: Javkin.
Acerca de la construcción opositora en Santa Fe, durante su paso del jueves por Rosario, Macri instó a fortalecer Juntos por el Cambio y sumar fuerzas políticas, lo cual mantiene la brecha con socialistas y Javkin, quien recibió a Morales –en sintonía con el armado de un nuevo frente disidente–. La falta de certezas marca el despertar de la carrera hacia 2023.