En abril, Unidos sacó adelante una elección difícil, en la que Pullaro y sus aliados tenían mucho para ganar, pero también mucho para perder. Con el propio gobernador al frente de la lista, en una competencia con lógica de elección legislativa y de cara a un proceso de reforma constitucional que no terminó de permear en el electorado, la alianza oficialista se llevó 33 convencionales y con la colaboración del bloque de Locomotora Oliveras llega a la Convención con una mayoría de hecho.
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Ahora, la coalición que nuclea al radicalismo, el socialismo, el PRO, el javkinismo y otras fuerzas, y que controla los gobiernos locales donde viven nueve de cada diez santafesinos, se enfrenta a otro plebiscito, aunque la evaluación se centrará sobre todo en los intendentes y jefes comunales.
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Serán 365 elecciones diferentes, cada una con sus particularidades y condimentos locales, y Unidos apuesta a consolidarse como la fuerza dominante de la política santafesina.
Rosario, el escenario principal
Aunque se presentan competencias atractivas en Rafaela, Santo Tomé, Villa Gobernador Gálvez y Reconquista, el foco estará en Rosario. No sólo porque es la ciudad más poblada de la provincia y representa más de un cuarto del padrón total (28,7 %) sino también porque es el kilómetro cero de la experiencia que comenzó con el socialismo, se amplió al Frente Progresista y luego se expandió por derecha y mutó en Unidos, y porque el propio Pullaro se metió de lleno en la campaña en la ciudad donde latía la demanda más urgente —la inseguridad— y donde tiene su mayor logro para mostrar: la baja de la violencia.
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Las Paso pintaron un panorama de tres espacios despegados del resto. Primero el peronismo y sus aliados, después La Libertad Avanza (LLA) y muy cerca Unidos, aunque Juan Pedro Aleart y Juan Monteverde superaron en términos individuales los 80 mil votos y Carolina Labayru no llegó a los 40 mil.
Por eso, el oficialismo buscó apuntalar el nivel de conocimiento de la secretaria municipal de Cercanía y Gestión Ciudadana y tocó la fibra de la rosarinidad para contrastar con sus rivales, a los que presentó como delegados de terminales políticas porteñas.
A eso se sumó la intervención directa de Pullaro en el tramo final. El gobernador puso parte de su capital político en juego y se cargó al hombro la campaña de la candidata oficialista. La pregunta es cuánto logrará redireccionar su apoyo a Labayru. El electorado es cada vez más autónomo y la representación es una relación personal.
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Puertas adentro del oficialismo coexisten dos miradas. Unos creen que puede darse un escenario cerrado de tercios, con el lote de arriba apretado y sin vencedores arrolladores ni vencidos humillados.
Otros piensan que puede replicarse un esquema como el de la ciudad de Buenos Aires, con los libertarios arriba, el peronismo segundo pero cerca y la candidata oficialista tercera pero más despegada.
Peronistas y libertarios, movilizados
Al achicarse el total de votantes, ganan preponderancia las minorías intensas. Los libertarios y el peronismo tienen un segmento movilizado para ir a votar, ya sea para respaldar a líderes nacionales como Javier Milei y Cristina Kirchner, para acompañar a sus referentes locales, castigar a los otros oficialismos o una combinación de las tres. En ese terreno, a Unidos le cuesta más traccionar a electores que aprueban los resultados de la gestión pero que no le dan una épica a ir a votar y podrían quedarse en su casa. “Nuestro rival es la apatía”, admiten en el socialismo.
Cada vez más afincado en el peronismo, Monteverde apuesta al voto opositor duro. Entienden que el largo ciclo político que comenzó en 1989 está agotado y en esta elección se empieza a elegir al sucesor de Pablo Javkin.
Cerca del concejal reconocen que la condena a Cristina cayó en un mal momento. El peronismo definió que la vocera del tema sea Norma López, la número dos de la lista. “Fue incómodo, y era imposible dejar contentos a todos. Tenemos kirchneristas, peronistas críticos de CFK e incluso antiperonistas que nos votan desde hace diez años ”, dicen en el búnker de Ciudad Futura, que llegan al día decisivo con optimismo.
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Se verá cuán efectiva es la apelación al voto útil de los últimos días. Si Monteverde pierde por poco, habrá pase de facturas a Roberto Sukerman y Lisandro Cavatorta, quienes van por afuera y pelean por una banca.
Para los libertarios será todo ganancia porque no arriesgan ningún escaño. En abril ya demostraron que tienen un combo potente: un candidato nuevo, conocido, que viene de afuera de la política y que tiene una historia de vida fuerte, y que sumó al piso de la marca.
Aunque en las elecciones de constituyentes alcanzaron un magro tercer lugar y el triunfo en Caba fue la excepción y no la regla, los libertarios lograron una buena performance en los centros urbanos. Con el madrinazgo político de Patricia Bullrich, también Aleart busca salir bien parado de 2025 para encarar el camino hacia 2027.
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Corriendo desde atrás, tanto Eugenio Malaponte (Somos Vida y Libertad) como Carla Deiana (Frente de Izquierda) también reman contra el voto estratégico y buscan meterse en el reparto de lugares.
El nuevo Concejo: Unidos, en busca de una mayoría
Antes de una elección de intendente todavía lejana, hoy se definirá el marco de gobernabilidad local de la segunda parte del segundo mandato de Javkin. Antes de alcanzar una mayoría por encastre (hoy conviven concejales que llegaron por el Frente Progresista, Juntos por el Cambio y el sector del Miguel Tessandori), el actual oficialismo ya estuvo en minoría entre 2019 y 2021.
En ese momento, con María Eugenia Schmuck también en la presidencia del Concejo, el javkinismo logró enhebrar una mayoría que incluía al PRO de Roy López Molina, La Cámpora y Ciudad Futura.
Un lustro después, el escenario es muy diferente. La salida de la pandemia rompió el clima consensualista, varios garantes de ese pacto están fuera del Concejo y las elecciones ejecutivas estaban lejos en el horizonte.
Hoy se presentan menos incentivos para cooperar: la polarización manda, los espacios opositores serán más homogéneos y estarán liderados por concejales que competirán por la Intendencia en 2027.
En cualquier caso, la elección de hoy es atípica porque desde 2009 es la primera vez que los rosarinos eligen sólo concejales. Desde entonces, el reparto de bancas en el Palacio Vasallo coincidió o bien con la elección de gobernador, intendente, diputados y senadores provinciales, o bien con las legislativas nacionales.
Este año, queda expuesto el poco interés que despierta una institución que fue perdiendo peso específico. Si bien las sesiones del Concejo nunca fueron tema de conversación en la fila del supermercado, sí eran una caja de resonancia de los debates de la ciudad.
Hoy, ese lugar se desdibujó. El coronavirus amplió el margen de acción de los gobiernos y la profundidad de la crisis económica y de seguridad pública quitaron interés al Concejo, con pocas herramientas institucionales para enfrentar esos desafíos.
Los candidatos tuvieron que hacer un doble ejercicio de persuasión. No sólo que los voten sino algo más básico: que la gente vaya a votar. Convencer al electorado de que en el Concejo se toman decisiones que impactan en su vida cotidiana y que su voto cuenta.
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Con el cierre de las urnas se sabrá en qué medida lo lograron. La tendencia es adversa: la ronda de elecciones provinciales que abrió Santa Fe en abril mostró que al ausentismo tradicional se sumó un abstencionismo activo que ya no expresa su rechazo a la oferta con el voto en blanco o el nulo, sino quedándose en su casa.
Por lo pronto, la política santafesina tendrá poco tiempo para procesar los resultados. Mañana retomarán las reuniones por la reforma constitucional. En Unidos aseguran que esta semana se abrirán diálogos formales con las otras fuerzas para consensuar aspectos del reglamento de la Convención y el nuevo texto de la Carta Magna. Los rivales de hoy son los potenciales aliados de mañana.