Rosario, por desgracia, estuvo en el centro de la escena nacional los últimos días. Más allá de las acciones del gobierno provincial _que claramente se muestra más decidido en esa lucha que la administración anterior_ obligó a la gestión nacional a reaccionar con firmeza y rapidez. Más allá de la política de seguridad, hay varios detalles interesantes de desgranar para el análisis político.
En primer lugar, el tema le viene como anillo al dedo a la ministra Bullrich para mostrarse proactiva en un tema donde los resultados siempre tardan en llegar. Obviamente, el riesgo es la sobreactuación que genere unas expectativas de corto plazo muy difíciles de satisfacer. Más allá de eso evitó politizarlo innecesariamente aceptando la foto con el ¿ex? ministro bonaerense Sergio Berni.
La segunda cuestión es que esto ocurrió en el inicio de una semana que fue políticamente complicada para el gobierno nacional. Por un lado, el affaire del aumento de sueldos de los funcionarios del Ejecutivo. Luego la preocupación por la inflación de marzo. Más tarde la derrota política en el senado por el DNU. Es una administración a la cual le cuesta hilvanar éxitos. Rosario le dio una excusa para salir del cepo exclusivo de la temática económica y atender la otra gran preocupación ciudadana a nivel nacional.
En tercer término, la ministra Bullrich aprovechó para poner sobre la mesa otra cuestión urticante que es la autorización para disparar a las fuerzas federales, y así evitar que otro caso Chocobar termine en la justicia. La dureza de la funcionaria es una marca registrada y no la puede perder, aunque eso tenga un poco más de satisfacción simbólica para su electorado que de efectividad de largo plazo. Incluso aumentó la apuesta para que el narco pase a ser terrorismo. A diferencia de otros temas en los cuales el presidente se hace el desentendido –por ejemplo, educación- en este caso transmite que quiere tomar el toro por las astas: “Son ellos o nosotros”.
Esta cuestión tiene otra derivación política que es la mirada del resto de los gobernadores sobre Pullaro. Recordemos que la liga de gobernadores tiene una composición inédita en los últimos 40 años: menos peronistas que nunca, sin figuras que por ahora tengan proyección nacional -más allá de los deseos individuales- una cierta paridad con los ex Juntos por el Cambio, y varios autónomos. En ese marco, que un par se lance a una pelea tan terrible, sin ninguna garantía de éxito, pero que no sería de “derecha”, pone una expectativa particular hacia 2027, teniendo en cuenta que además no tiene reelección (por el momento).
Hay un criterio de fondo, pero también de formas. El gobernador santafesino articuló la foto con Bullrich y Berni, transmitiendo “con este tema no puede haber peleas”. Detrás del actual senador provincial y ex responsable de la seguridad bonaerense está el compromiso de Kicillof de apoyar a su vecino de la Pampa Húmeda. ¿De repente todos se volvieron buenos? No, de repente todos tienen miedo que la situación escale a niveles inmanejables, y de repente uno de los protagonistas actúa de interface política entre derecha e izquierda, simplificando los términos del debate sobre la cuestión. Las interfaces son elementos bastante ausentes en la política argentina de estos días.
Pullaro, político de raza, no está dejando botón sin tocar, sea casta o no, en función de la preocupación principal de su gestión. Lamentablemente para él, si dentro de 3 años esto no sale bien, todos los logros en otras áreas sabrán a poco frente a la magnitud de la cuestión Rosario.
Un último párrafo merece la famosa foto “a lo Bukele” que trascendió a los medios. Algunos –dirigentes políticos y periodistas- marcaron que fue una irresponsabilidad la difusión porque eso pudo haber disparado los crímenes. Lo cierto es que, más allá de eso, el gobierno provincial venía cortando todo tipo de “beneficios” que tenían los presos, ante lo cual la foto no sería más que una anécdota en toda esta truculenta historia.