Se ganó por voluntad propia un lugar en el corazón del, especial, pueblo centralista. Miguel Ángel Russo logró decodificar de movida los códigos de convivencia de la comunidad auriazul. El entrenador comprendió a la perfección cómo piensa, se mueve y pretende el hincha de origen canalla. Eso lo fue catapultando y ubicando en el selecto y círculo cerrado de técnicos preferidos por los fans de Arroyito. Como buen orientador, o como una pintura renacentista en realidad, se caracterizó por la perfecta representación de los detalles en cuanto al mundo Central. Sea en torno al balance de sus diferentes gestiones (esta es la quinta etapa que dirige), como la armonía que supo mantener en los diferentes ciclos y la perspectiva que genera en la masa pasional. Lo hizo en base a la observación de su ojo clínico que se asemeja a esta altura de su carrera a un artista del fútbol. Con el reciente derbi en el archivo tras un empate sin goles, el DT se erigió además en una especie de talismán para fanáticos, ya que sumó 10 desafíos sin derrotas ante Newell’s estando al frente de la nave guerrera. Fue un ganador simbólico del partido más importante de la ciudad y más pasional del país.
Miguel Ángel siempre pinta bien en los clásicos. Sobre todo en esta ciudad, que lo adoptó prácticamente como un hijo más. Porque cuando llegó desde Buenos Aires pasados mediados de los 90 fue mirado de reojo con cierto recelo. Pero rápidamente se movió como un canalla más y, como buen hombre al que supo alumbrar los faroles porteños, se fue ganando el afecto de la parcialidad auriazul.
Russo parece estar hecho para el clásico rosarino ante Newell’s. Potenció su imagen tras archivar una nueva edición. No pasó por el 0 a 0 amarrete que ofrecieron a la hora del plato fuerte en Pascuas en el estadio Coloso Marcelo Bielsa. Fue porque hilvanó un choque más sin derrotas ante el tradicional rival. Y dejó una mejor impresión, estuvo cerca de ganarlo.
Esa racha es muy valorada por los hinchas de Central. Es casi una experiencia religiosa no poner la mejilla contra el eterno rival. Y Russo lo consiguió por décima vez. Sí, décima vez. Una cifra reservada para muy pocos y construida con mucho empeño y tenacidad. Porque este su quinto ciclo al frente del primer equipo. Y nadie que haya dirigido más de cinco clásicos en Arroyito puede ufanarse de esta seguidilla.
Eso lo catapultó a erigirse en el tercer técnico con más cotejos en la historia del club, en el que cosechó un histórico invicto en los derbis de la ciudad con todo lo que eso representa para la sociedad. Los números son tajantes. Miguel atesora cinco victorias y cinco empates en su historial deportivo contra Newell’s defendiendo a Central. Una cifra récord y compleja de imitar. Además, defendiendo otras camisetas también (ver aparte).
El reciente derbi no representó uno más para el técnico. Cayó justo el día que celebró sus 67 años de vida. Russo también mira el presente con otro semblante. Con otra perspectiva. Se lo ve como que disfruta de su profesión con otro ritmo. No perdió la profesionalidad ni por asomo. Todo lo contrario. Siempre trata de adaptarse a los tiempos modernos del fútbol como también a los jugadores que tiene en el plantel. Y, en base a eso, arma los esquemas tácticos. En ese aspecto no tiene una mente rígida.
También es verdad que se rige por sus propios códigos. Es mediático, pero ya no tanto sonriendo ante las cámaras como en épocas no tan lejanas. Regresó al pago por su amistad con el presidente Gonzalo Belloso.
De hecho, fue una de las imágenes de campaña de la agrupación política Raza Canalla. Tener a un técnico querido por muchos le daba un plus al candidato, que finalmente terminó imponiéndose en las elecciones de diciembre pasado.
No obstante, Miguel es casi un rosarino más. Echó raíces en la ciudad y se lo ve proyectado por estos lares durante un largo período. Si bien no se formó en Central ni era hincha del club, lo cierto es que supo cómo adaptarse y transformarse en uno de los referentes históricos de la centenaria institución.
Podrán pasar los años y seguir sin poder coronarlo con un título (perdió la final de la Copa Argentina 2014) de primera, aunque lo devolvió a la elite después de tres de calvario y mucho antes lo zafó en una promoción, pese a lo cual fue eyectado después de esos logros por la dirigencia de entonces. Pero en la memoria colectiva del hincha canalla, la imagen de Russo siempre ocupará un lugar especial. Por lo que fue, es y será para el club. Sobre todo porque será recordado y vinculado a la eternidad por cómo le fue ante Newell’s. Porque ese es el único partido que todo canalla no desea ceder por nada del mundo. Lo pasional supera toda expectativa.
Russo comprendió cómo jugarlo. Aprendió además a no perderlo. Como el encuentro del último domingo donde le ganó la pulseada estratégica al Gringo Heinze. Fue un 0 a 0 chato. Pero se fue del Coloso con una sonrisa radiante como su blanca dentadura. Por dentro supo que fue el gran vencedor de los dos técnicos. En realidad, fue el ganador simbólico del partido más importante de la ciudad y pasional del país. Miguel lo hizo de nuevo.