Sólo el 16% de los alumnos terminan a tiempo sus estudios en la enseñanza obligatoria, yéndose en ese momento de la escuela con los conocimientos que se consideran necesarios. Según un reciente informe del Observatorio Argentinos por la Educación, de cada 100 niños que comienzan sus estudios en primer grado, solamente 53 se encuentran cursando el último año del secundario en el tiempo establecido regulatoriamente, a los doce años de comenzado el primer año de la enseñanza obligatoria. A eso debemos sumarle que, de acuerdo al INDEC, existen 5,5 millones de niños menores de 14 años que no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. Los datos no son duros, son durísimos: el 51,4% de los niños menores de 14 años son pobres en Argentina. El universo de niños pobres es, por simple lógica estadística, mayor que el de adultos pobres porque los niños son más en nuestro país.
En el año 2021 se conocieron los resultados de las pruebas PISA de la UNESCO, examinaciones que se llevaron a cabo en el año 2019. Los resultados son aterradores, ya que dan cuenta de una caída monstruosa de quince años atrás a esta parte, cuando los niños argentinos superaban en todas las áreas de evaluación a sus pares de Latinoamérica. Más preocupantes resultan esos resultados cuando se señala el simple hecho de que estas pruebas de la UNESCO se produjeron previo a los cierres de las escuelas por la pandemia en los años 2020 y 2021. ¿Cuánto peores serían los resultados ahora si reeditásemos este experimento?
Del otro lado, luego de dos años prácticamente sin presencialidad en las escuelas, con panfletos y folletines, con mensajitos de WhatsApp, y con muchos docentes y alumnos que vieron trastocadas sus cotidianeidades y que, denodadamente, hicieron el esfuerzo por acercarse mutuamente, el Ministerio de Educación de la Nación propone a las provincias y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sumar una hora más de clases en el nivel primario. Lo hace en el mes de abril, con el año lectivo ya comenzado, y a sabiendas de que el propio ministerio no tiene escuelas bajo su dependencia. Es un ministerio que propone cambios que no tendrá que adoptar ni adaptar.
Tras la discusión de dicha propuesta en el Consejo Federal de Educación, la ministra de Educación de Santa Fe, Adriana Cantero, expresa que sumarán en las escuelas provinciales media hora más de clase en los primarios. Con escuelas que pasan frío en invierno y calor en verano, con escuelas sin gas y sin vidrios, y con otras carencias que van más allá de lo material, el Ministerio de Educación de Santa Fe vuelve a descansar sobre lo comunicacional y no sobre lo que realmente importante: la educación de los niños, niñas y adolescentes, cuyo interés es superior y siempre debe primar.
Explicaba Martín Lucero, secretario general de Sadop Rosario, que en Finlandia se dictan aproximadamente 650 horas de clase en el nivel primario, mientras que en Argentina ya se dictan unas 720 horas, queriéndolas elevar Nación a unas 950 horas, y la provincia de Santa Fe a un número superior que el actual. Lo que nadie se pregunta es para qué. ¿Para qué queremos media hora más o una hora más? ¿Qué se hará con ese tiempo extra? Si ya tenemos más horas de clase que en Finlandia, ¿por qué todavía no tenemos una educación mejor que la de Finlandia? ¿Por qué todavía no somos mejores que Finlandia? ¿Será que la cantidad de horas de clase nada tiene que ver con la calidad de esas horas de clase?
A comienzos de este 2022, el Ministerio de Educación de Santa Fe hizo lo que ya ha hecho en otros años, especialmente en estos años pandémicos: una circular por la cual flexibilizaba los criterios que permiten a los alumnos pasar de un año al otro. Una normativa que para nada apuntaba a revisar la calidad de los aprendizajes, sino a una mera dimensión administrativo-legal de la evaluación. Esto es: la evaluación como acreditación que permite promover o pasar al curso siguiente. Cuando un estudiante aprueba una asignatura se produce un efecto jurídico que es no tener que volver a pasar por esa asignatura, no tener que volver a demostrar los conocimientos que se supone adquirió. Cuando completa todas las asignaturas necesarias para promover al curso siguiente, pasa y no tiene que repetirlo. Y así, hasta completar una estructura de un plan de estudios y obtener una certificación de finalización. Este año en Santa Fe, la Subsecretaría de Educación Secundaria propuso flexibilizar lo máximo posible para que menos estudiantes tengan que repetir un curso, en función de que 2020-2021 se tomaba como una unidad pedagógica por lo irregular del cursado, la vinculación de los estudiantes con la escuela, la calidad de los aprendizajes, entre otras motivaciones.
¿Era adecuada esta flexibilización administrativa de la evaluación como instancia acreditativa? Es cierto que los alumnos no tenían la culpa de cómo les enseñaron, mas eso no significa que al dársele por aprobados los espacios realmente haya aprendido algo. Sólo significó que se le dieron por aprobados. Hace tiempo que en la educación, desde los ministerios, se han propuesto sólo enfocarse en las estadísticas. Pretenden que haya menos alumnos reprobados, más alumnos promovidos, más alumnos egresados. Como con los kilómetros de bicisendas en las ciudades, ahora quieren ganar el torneo mundial de horas de clase. Si tanto les interesan los números, los números ya están: más niños que no terminan la escuela, más niños pobres. Futuros hipotecados desde el primer momento posible. La pregunta que corresponde no se la hacen: Media hora más de clases en Santa Fe, ¿pero para qué?