Mientras la escalada bélica entre Vladimir Putin, Volodimir Zelensky y los presidentes de la Otan empuja a la humanidad al borde del abismo nuclear, la escena pública argentina aparece dominada por peleas para la tribuna y varias disputas por la herencia política, mientras los debates de fondo se postergan.
El discurso de Alberto Fernández en la apertura de sesiones ordinarias expuso, de nuevo, las diferencias que atraviesan al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio sobre un tema que condicionará la política y la economía argentina, al menos, hasta 2034: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pese a la distancia ideológica, ambas coaliciones aparecen unidas por algunas coincidencias.
En ambos casos, se manifiestan minorías intensas que tienen como objetivos primarios posicionarse, generar ruidos y, en el mejor de los casos, conservar su poder de veto.
Un acercamiento del zoom permite observar diferencias al interior de los grupos. La presencia protocolar de Cristina Kirchner en el Congreso contrastó con el faltazo de Máximo Kirchner. Replegado en la provincia de Buenos Aires, el ex jefe del bloque conduce a una organización como La Cámpora que transita una táctica sinuosa en la coyuntura y en la que también surgen divergencias.
https://twitter.com/la_campora/status/1499867356755025923
La agrupación, que controla zonas de abundantes recursos para hacer política, como el Pami, la Anses y el ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, lanzó esta semana desde sus redes sociales dos videos -uno con la voz de Néstor Kirchner, y otro, con la voz de Máximo- en los que envió a la Casa Rosada tres mensajes teledirigidos: que el legado del primer kirchnerismo está de su lado, que el acuerdo con el FMI viola el contrato electoral de 2019, y que tienen poder de movilización.
Ayer, Fernández contraatacó, y retuiteó un video en que Kirchner padre pedía en 6,7,8 desdramatizar la discusión por la deuda y sostenía que dada la debilidad política que atravesaba en el primer tramo de su gobierno debía “dar señales el establishment”.
https://twitter.com/MarceOzz/status/1499887130323173381
Sin embargo, las posiciones en La Cámpora distan de ser homogéneas. El ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro, dijo en una entrevista al diario español El País que “el acuerdo con el FMI es el comienzo de la solución” y que “evita una catástrofe económica en lo inmediato”.
Parecen anidar al interior del Frente de Todos dos miradas sobre 2023. Mientras para unos -Máximo y compañía- las elecciones están perdidas y las tareas son custodiar las banderas ideológicas y no hacerle el trabajo sucio a Juntos por el Cambio, otros -el presidente y albertismo que siempre está a punto de nacer- rezan para que los dólares del organismo presidido por Kristalina Georgieva estabilicen la macroeconomía, y que el ajuste supuestamente indoloro diseñado en Washington y el crecimiento económico dejen al oficialismo en condiciones de competir.
El entendimiento con el Fondo introduce otro elemento clave en la dinámica del gobierno. Si hasta acá, el proceso de toma de decisiones fue demasiado horizontal -cada medida implicaba una larga ronda de consultas a los distintos caciques de la coalición- ahora el proceso tenderá a volverse vertical: cada medida deberá tener el aval del Fondo, lo que abrirá nuevos focos de conflicto en el Frente de Todos.
Por su lado, la interna que tampoco está tranquila es la de Juntos por el Cambio, donde el dilema es gobernabilidad o competitividad electoral. Un envalentonado Mauricio Macri también interesado en cuidar su legado político logró abroquelar a todo el PRO alrededor suyo e incluso recibió al embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, una señal de que también en Washington ven al ex presidente lejos de la jubilación.
Mientras tanto, el radicalismo y la Coalición Cívica plantean que ya no serán furgón de cola del PRO y tienen su propio juego para el año que viene. Una figura como Facundo Manes -convertido en meme tras la fuga del recinto de los legisladores del PRO- es tentadora para los votantes de clase media que premian o castigan al oficialismo de turno en función del desempeño.
Mauricio Macri, que vuelve al centro del escenario político, recibió al embajador de Estados Unidos, Marc Stanley
Dos problemas convergentes de la política argentina es que representa demasiado bien los desacuerdos sociales -lo que limita el margen de maniobra de los dirigentes- y no tiene la creatividad ni la audacia para encontrar una salida.
Lo cierto es que discusiones clave -por ejemplo, sobre cómo cambiar la matriz productiva de la Argentina y encarar un proceso de desarrollo- quedaron postergadas para después de 2023. Hasta acá, el kirchnerismo no mostró más que un imposible revival de sus años dorados y en el PRO coquetean con profundizar el programa de shock que ya fracasó en el experimento macrista.
Un dato que a nadie se le escapa es que la última vez que un gobierno continuó siendo del mismo signo político fue en 2011: en 2015 y 2019 el peronismo y Cambiemos alternaron roles y podrían volver a hacerlo el año que viene. El otro dato inquietante es que los últimos dos gobiernos necesitaron el respirador del FMI para terminar su mandato.
Palos y zanahorias
En Santa Fe, también el péndulo podría volver a oscilar. Más allá de candidaturas y armados, en varios campamentos políticos empiezan a discutir una cuestión no menor: qué hacer en el poder.
En la última semana, Ricardo Olivera, experimentó en carne propia las dificultades para rearmar la imagen del rompecabezas de la unidad de 2019. Después de una ronda de reuniones, Hacemos Santa Fe y el bielsismo se bajaron de la mesa política que quería tender el presidente del PJ provincial. Desde el espacio del gobernador Omar Perotti deslizan que la convocatoria no estaba clara. “Primero se habló que iban a convocar a espacios, y después a dirigentes, que no es lo mismo”, sostienen, pero remarcan: “No hay polémica, vamos a confluir en una propuesta que se tiene que ampliar”.
Mientras tanto, la Casa Gris ensaya una estrategia con palos y zanahorias hacia la oposición. Al mismo tiempo que Perotti se reunió con Pablo Javkin y otros intendentes del Gran Rosario para mejorar la seguridad y se abrió un canal de negociación para destrabar el presupuesto en Diputados, el ministro de Gestión Pública, Marcos Corach, apuntó en redes contra Maximiliano Pullaro, protagonista de una de las fotos de la semana.
https://twitter.com/MCorach/status/1499478071035904029
El miércoles, el ex ministro de Seguridad declaró como testigo en la causa contra Esteban Alvarado acompañado del diputado nacional Gabriel Chumpitaz (PRO), la diputada provincial Clara García y otras figuras del socialismo, que buscan poner en valor el legado de la gestión Miguel Lifschitz.
Cerca de Pullaro, que intenta mostrarse como un articulador de la oposición, celebraron la atención que le dio uno de los colaboradores más cercanos del gobernador: “Con un tweet mal colocado hizo más por el frente de frentes que muchos”.