A diez días del asesinato del jefe de la barra brava del Club Patronato de Paraná, Gustavo “Petaco” Barrientos, tres hipótesis circunvalan el móvil del hecho: una venganza del mundo narco que lo ligaría con algunos personajes del hampa rosarino, una interna de la propia barra o una bronca ganada en la calle o detrás de las rejas ya que el hombre, de 47 años, estaba en el último tramo de cumplimiento de una condena y antes de fin de año podía acceder a la libertad asistida.
El sábado 18 de febrero, alrededor de las 16, ocho sicarios armados hasta los dientes que llegaron en una camioneta robada en Rosario mataron al barra en una casa quinta del loteo “Los Cardales” de la localidad entrerriana de Colonia Ensayo, a 17 kilómetros al sur de Paraná, en el departamento Diamante. En medio de la fuga, y a raíz la rotura de la camioneta en la que se movilizaban, los homicidas dejaron un arsenal tirado al costado del camino compuesto por fusiles AR15, FAL y AK47. Tras caminar dos kilómetros, los maleantes huyeron en un lanchón por el río Paraná.
Derribando puertas
El sábado 18 de febrero Petaco Barrientos tenía autorizada una salida sociofamiliar de cinco horas en el domicilio que había denunciado ante la Justicia de Ejecución Penal. Estaba alojado en la cárcel de Paraná purgando una condena a 11 años de prisión que obtuvo en un proceso abreviado por el doble crimen de Maximiliano Godoy y Matías Giménez, ocurrido el 9 de noviembre de 2012 en un estacionamiento del barrio Paraná XX.
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La visita debía cumplirla entre las 13.30 y las 17.30 en esa casa del loteo Los Cardales, hasta donde llegó escoltado por personal del Servicio Penitenciario entrerriano que, se supone, no debía abandonar el lugar. Dos horas y media después de su arribo, a las puertas de la casa llegó una Toyota SW4 negra que tenía pedido de secuestro por haber sido robada en Rosario el 26 de enero de 2021 y que tenía colocada la patente AA511CI, correspondiente a un Volkswagen Suran radicado y robado en la ciudad de Santa Fe.
El grupo de asalto vestía ropa oscura como la de una fuerza de seguridad, iba encapuchado y portaba chalecos antibalas, al menos tres de ellos con la inscripción Policía de Santa Fe. También llevaban tres fusiles y al menos tres pistolas. Se movieron con la lógica de un grupo comando con un entrenamiento poco visto en el mundo del hampa asegurando el ingreso por la puerta y el portón de la casa del barra brava.
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Gustavo “Petaco” Barrientos había salido con permiso para una visita sociofamiliar.
Tres hombres quedaron apostados en la puerta de la casa y otros cinco irrumpieron al grito de "policía" tras pegarle un mazazo a la puerta de ingreso. Una vez que ganaron el interior controlaron a la esposa de Barrientos y fueron sobre Petaco, al que ejecutaron sin miramientos con balazos de pistola: tres en la cabeza y uno en el brazo. Todo quedó registrado en las cámaras de vigilancia dispuestas en la casa en un golpe que duró menos de tres minutos.
Una vez completada la faena el grupo comando subió a la camioneta negra y huyó del lugar rumbo a la localidad costera de General Alvear. Pero algo falló. Tras una serie de pericias que se le realizaron al vehículo abandonado al costado de un camino rural, a unos 2.000 metros del destino, se supo que un golpe en la parte inferior del rodado motivó que el sistema eléctrico del auto se dañara y quedara inutilizado.
Eso obligó al grupo a un cambio de planes. Contrarreloj siguieron la fuga a pie dejando el armamento y los pertrechos para agilizar la huida. ¿Por qué no quemaron la camioneta? Nadie responde la pregunta, pero a los investigadores eso les permitió levantar rastros que se están analizando para dar con los homicidas. La fuga de la banda se completó a pie hasta una bajada en la que los ocho se subieron a un lanchón en el que esperaba un timonel.
Saga del otro lado del río
El asesinato con tinte mafioso de Petaco se sumó a otros homicidios que desde 2020 sacudieron el orden establecido en Entre Ríos. El triple crimen con contexto narco de Laureano Morales, Germán “Morrón” Herlein y Cristian “Tero” Barreto, cometido el 15 de noviembre de aquel año en Paraná. El del empresario Raúl Alberto Molina, dueño de Tabacalera del Litoral y ejecutado por tres sicarios el 11 de diciembre de ese mismo año en la tranquila localidad de Estancia Grande, en el departamento Concordia. El crimen del prestamista peruano Carlos Daniel “Jairo” Tello Morales, ejecutado a balazos el miércoles 30 de marzo del año pasado en el barrio San Martín de la capital entrerriana. Y el de Matías René Walton, asesinado a balazos el domingo 22 de enero pasado cuando se movilizaba en una bicicleta junto a su hermano por la ruta provincial 4 y en el cruce con la ruta nacional 14, en Concordia, fueron fusilados aunque sólo uno de ellos murió.
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En tren de recordar la historia criminal de la vecina provincia vale destacar que Sergio Varisco, ex intendente de Paraná por Juntos por el Cambio, fue condenado en diciembre de 2019 a seis años y medio de prisión como participe necesario en una red de comercialización de drogas. La pena más alta en el juicio fue para Daniel “Tavi” Celis, considerado jefe de la organización delictiva, a quien lo sentenciaron con 13 años y una multa de 300 mil pesos. Varisco murió en mayo de 2021 por una neumonía y mientras cumplía prisión domiciliaria.
Bajo sospecha
El primer allanado por el crimen de Petaco Barrientos fue “el sospechoso de siempre” en este tipo de casos en la provincia de Entre Ríos: Germán Ezequiel Velázquez, de 36 años y sindicado como proveedor de drogas de Luis Paz, el ex manager de boxeo, transportista y padre de Martín “Fantasma” Paz, asesinado el 8 de septiembre de 2012 en el cruce de Entre Ríos y 27 de Febrero, en Rosario.
El crimen del Fantasma, quien era cuñado del también asesinado Claudio “Pájaro” Cantero, fue determinante en la investigación que llevó a juicio y condena al núcleo duro de la banda de Los Monos. Luego de la guerra de venganza desatada por la banda del barrio La Granada, Velázquez se mudó a Santa Fe. Ese hombre está acusado como proveedor de un cargamento de 146 kilos de marihuana para Luis Paz, quien cumple en el penal federal de Rawson una condena a 13 años, y su socio, el arquitecto Andrés Cantelli.
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Cinco de los ocho sicarios ingresaron a la vivienda de Petaco Barrientos y lo ejecutaron.
Velázquez está preso desde el 12 de noviembre de 2021 tras permanecer prófugo dos años y fue procesado por la Justicia Federal por tráfico de drogas. También estuvo mencionado en la pesquisa del triple crimen con sello narco que se produjo noviembre de 2020 en el barrio Los Paraísos de Paraná. En su celda de de la Unidad Penal 1 de la capital entrerriana incautaron dos teléfonos en funcionamiento y un tercero inutilizado.
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En las últimas horas el juez de Ejecución Penal ordenó el traslado de Velázquez a una cárcel federal de la provincia de Buenos Aires para evitar que cercanos a Petaco busquen venganza. Es que una de las hipótesis es que Velázquez podría haber actuado como nexo para llegar al sicariato rosarino, de donde también se teoriza que pudieron salir los asesinos de Barrientos.
Mientras transcurre la investigación del caso, las partes mencionadas se defienden en los medios. El abogado defensor de Velázquez, Cristián Panceri, explicó que “ante los rumores y sospechas que hay en la investigación pedimos saber cuál era la situación judicial de esta persona, y desde la fiscalía de Diamante se nos informó que no se encuentra ni imputado, ni relacionado directamente en la causa”.
Por otro lado Claudio Berón, el último abogado que tuvo Petaco, habló en representación de la familia del hombre asesinado y pidió que se investiguen a fondo todas las hipótesis, que se deje de lado el foco sobre la figura de Barrientos y que la Justicia se concentre en encontrar a sus asesinos.