Ike Parodi desde la primera mitad de la década del 90 se sube a los escenarios a cantar en bandas de rock. Tiene un sello que no es frecuente encontrar en los perfiles de cantantes, que supo potenciar como marca propia e identidad al frente de una banda. En los inicios de Vúdu, su primer proyecto comprometido que compartió con Willy Echarte, Nahuel Antuña y Mario Laurino, la referencia directa era la comparación con Robert Plant (existe una versión sublime de “Rock and Roll” de Led Zeppelin, como invitado de Pappo en el Cosquín Rock del 2005), o David Coverdale, o Chris Robinson, cantante de los Black Crowes, banda para la que abrió su show en Argentina hace apenas unas semanas. Hacia el final de Vudú, luego de casi 20 años de existencia, participó en diferentes proyectos como intérprete de canciones que hicieron que ese perfil de cantante fuera apenas una reducción de todo lo que podía dar, y su abanico se expandió al punto de no necesitar etiquetas o referencias para explicar cómo canta. Simplemente es Ike Parodi, una de las mejores voces del país, que, además, ahora compone canciones propias.
En el año 2018 lanzó ”Al amanecer”, su primer trabajo discográfico como solista, con el que ganó el premio Rosario Edita a Mejor Disco de Rock como Artista Solista, en el que aparecieron sus primeras composiciones que lo llevó a tocar en giras por Argentina y Uruguay. Y en diciembre del 2022 editó “Sin gravedad”, que presenta hoy, en el Anfiteatro del Parque España.
“Mi viejo es cantor y guitarrero”, le cuenta a La Capital para explicar su vínculo con la música. “Él tenía un conjunto de folclore, entonces en mi casa había música, había una guitarra, había un bombo. Mi vieja, tenía discos de Elvis Presley, además soy el menor de cuatro, o sea que escuché la música que escuchaba mi hermano y mi hermana más grande, y a la que le sigo yo en vinilos, casetes, en radio estaba presente Kiss, Queen, León Gieco, Sui Generis, Phil Collins o Sabina, de todo”, detalla.
Su papá intentó enseñarle a tocar la guitarra, “pero como yo soy zurdo, se complicó. Y un día de vacaciones me compró una armónica y entonces toqué “Oh Susana”, “Kilómetro 11”, y me hizo escuchar Hugo Díaz y pensé que era el mejor. Toqué en algunas peñas de un centro tradicionalista de Roldán”. Después en la escuela secundaria, “a los 16, por ahí” se encuentra con Willy y junto a un compañero que tocaba en una banda que había ganado una bienal, empieza a conectar y “armamos una banda. Le pusimos Dos Pueblos y yo tocaba la armónica. Pegamos una fecha, la primera, y el cantante se va, desapareció. Yo me animo y ahí empezó todo”.
¿Cómo fue romper ese hielo de enfrentarte a gente, y tener que entretenerlos?
Fue puro nervio y adrenalina. Pero estaba bueno, cuando empecé a cantar empecé a sentir como algo lindo, una cosa alucinante. Sí, una sensación muy fuerte. Ahí arrancamos y después anduvimos de formación en formación con Willy, hasta que se formó Vudú y empezamos a componer de verdad. Yo estaba estudiando marketing, y no me gustaba. Y en Amadeus, había un loco que se llamaba Gaba, que me dice «tenés que ir a estudiar canto, andás bien, andá a estudiar con Julio Somaschini, que es bueno». Y me fui a una audición, dejé de estudiar lo que estaba estudiando, no me interesaba en realidad. Y me fui a estudiar canto. No me aburría porque ya estábamos tocando y ensayando mucho. Entonces a medida que empecé a ir a canto, vi que empecé a mejorar. Me tuvo como dos años y medio haciendo escalas.
¿Ahora te considerás un compositor de canciones además de cantante?
Me considero compositor de canciones desde este nuevo disco. En el primer disco todavía estábamos tocando con Vudú al mismo tiempo y fue un intento, una prueba. Son 6 canciones que compuse y que hoy las escucho y digo «bueno, está bien», pero no había llegado a un nivel de composición que me guste con profundidad. Entonces me metí y dije «bien con el primer intento, hay buenos músicos tocando también, entonces suena». Pero creo que con “Sin gravedad” me tiré a la pileta y empecé a buscar profundidad, me metí en serio con esto y creo que lo hice bien. Me esforcé más y practiqué más y leí más y me rompí un poquito más la cabeza para hacer una letra mucho más profunda, y cuando escucho eso me gusta. Y siento que la salida del disco es un punto de partida, acá arranca el año de Ike y Los Picantes con la presentación de “Sin gravedad”.
¿Por qué mostraste tus primeras composiciones si no estabas tan convencido?
Porque tenía la necesidad de abrir una puerta. Y también me gustaba cómo sonaba, me gusta todavía hoy en día porque sigo tocando las canciones. Creo que en alguna canción como “Bajo el sol” logré una buena composición, ahí sí. También necesitaba mostrar una parte de mí que no estaba pudiendo sacar a la superficie con Vudú. Y que es la parte que me gusta de ese folk americano, que lo escucho desde hace muchos años, que me gusta mucho y que pude empezar a ponerlo en práctica y a componer un poco con esas influencias.
¿Creés que además te reinventaste como cantante?
Yo creo que necesitaba reinventarme. Necesitaba esta libertad también de componer mis canciones y de tocarlas de la forma en que me pinte, para la ocasión que me pinte, porque necesito andar, y salir, y viajar, y andar, y tocar esta libertad. Si es solo, solo, si es de dos, si es con la banda de ahora que somos siete, o de cuatro, de cinco. Y necesitaba tener esa cintura para vivirla un poco más. Sí, sí, yo siento aire nuevo, como una esperanza nueva y un hambre de andar y de aventura musical y de viajes.
¿Con ese plan te fuiste a Estados Unidos en el 2021?
Sí, fui solo. Fue hace dos años, que todavía estábamos acá encerrados de pandemia, y se me presentó la oportunidad para ir para Estados Unidos, y hacer las cosas que yo quería. Estuve tocando en Atlanta y en Nashville, y grabé un tema que es “Hijo del viento” que está en este disco. Lo grabé en un estudio en Nashville y me fui a buscar un poco de algo, de aire, de a ver qué puedo aprender, qué puedo dar, qué puedo hacer. Porque estábamos encerrados, no podía hacer nada y bueno, se me abrió una puertita allá, y fue positivo. Aprendí, sí, claro, aprendí. Vi bandas de folk, y de bluegrass que la rompían toda. Los pude ver cerca, los pude ver ahí. Pero también aprendí que acá tenemos algo muy importante, porque muchas cosas no me sorprendieron también porque acá hay un nivel muy bueno.
¿Cómo fue abrir el show de los Black Crowes en el Luna Park?
No lo podía creer. Cuando me dieron la noticia, me emocioné mucho. Nunca me lo hubiese imaginado, tampoco es algo que lo deseaba, que lo soñé, no sé. Sucedió de una manera muy linda también porque estábamos tocando este verano en Uruguay, y estábamos con Nico Bereciartúa y nos cuenta que lo llamaron para ir a audicionar, porque necesitaban un guitarrista nuevo, y quedó (Bereciartúa hoy es el guitarrista de Black Crowes). Y en realidad, él con su proyecto solista iba a ser el soporte, pero como quedó en la banda, no podía ser soporte. Entonces le dijeron «che, preséntame algunos artistas de Argentina». Así fue que le mandó lo mío y de otros, y me eligieron a mí. Fui muchas veces al Luna, a ver a James Brown, a Whitesnake, a John Fogerty, Patti Smith. Pero nunca había tocado. Y la sensación de abrirle a los Crowes, que Nico esté tocando ahí con nosotros. O sea, era mucho. Miraba para abajo y estaba lleno de amigos. Fue muy emocionante.