Su vida era una hoja en blanco, un piano desafinado, diez dedos largos y flacos y un manojo de palabras. Hasta que comprendió que solo se trata de vivir, esa es la historia.
Por Pedro Squillaci
Su vida era una hoja en blanco, un piano desafinado, diez dedos largos y flacos y un manojo de palabras. Hasta que comprendió que solo se trata de vivir, esa es la historia.
El pibe flaco de rulos andaba siempre con lentes grandotes, alguna que otra remera arrugada y solía merodear por la zona de Balcarce y Santa Fe. Allí, en Barcarce 861, donde ahora está un instituto, un centro médico o vaya uno a saber qué cosa, estaba su casa, donde vivía con su padre Rodolfo, un hombre agradable, culto y atildado, que era un correcto empleado municipal y solía escuchar jazz, música clásica y algo de folklore. Junto a ellos vivían sus “tres tías”, como Fito las llamaba a Delia Zulema Ramírez de Páez, la Belia, abuela de Fito; Josefa Páez, tía abuela, la Pepa; y Fermina Godoy, empleada, quienes más tarde serían brutalmente asesinadas en una tragedia que marcó a fuego su vida y por ende su obra artística. Esa casa, la que tenía el altillo donde se juntaba con sus amigos a escuchar música, era la del teléfono 49585, que cita en la canción Al lado del camino, cuando habla del “chico que jugaba a la pelota” y también del “peligro de estar vivos”. “El nene no me estudia” solía decir el Gordo Páez cuando iba con su traje a rayas a ver tocar a su hijo en los años 70, aunque se le escapaba una media sonrisa cada vez que los pibes, en los shows de Neolalia o después de Staff, coreaban el apodo de su hijo Rodolfo, con la segunda o acentuada: “Olé, olé olé olé, Fitoó, Fitoó”.
Su primer contacto académico con el piano fue el instituto de Norma Scarafía, ubicado frente de su casa. Pero junto con sus amigos de la Dante Alighieri, la escuela que quedaba en el coqueto bulevar Oroño, ya había comenzado a escuchar a Los Beatles, Led Zeppelin, Joni Mitchell, Spinetta y su ídolo máximo Charly García, objeto de varias cargadas porque de chico le decían que lo imitaba en todo. Así ocurrió esa noche de 1976 cuando fue a ver a Charly García y La Máquina de hacer Pájaros al Auditorio Fundación Astengo. “Acá está Charly”, decía Germán Risemberg, uno de los integrantes de aquella barra surgida en la secundaria, quien fue bajista de Neolalia y después de Staff. Lo señalaba a Fito para que todos lo vieran, y no eran pocos los que se sorprendían por cierto parecido físico. Pero hubo muchos músicos más que le empezaron a volar la cabeza. Y lo bienvenidos que fueron esos momentos de vuelo, porque pudo probar las aguas del rock pero también las de la fusión, el jazz rock, y, claro, el folklore. Ya entrados los 80, Fito conoció a Liliana Herrero, una cantante entrerriana residente en Rosario, con quien tejió una amistad casi familiar, y quien también le abrió un abanico intelectual que Fito se encargó de hacer crecer cada día más. Consultada especialmente para esta edición, así lo definió Herrero: “Fito fue un muchacho muy curioso desde muy jovencito, muy alerta al mundo, muy preocupado por todo lo que acontecía a su alrededor, entre sus amigos, en su propia vida, en su propia familia, siempre estuvo alerta a todo lo que ocurría en el mundo. Esa siempre fue una característica fuerte de él y que continuó con los años y que continúa. Un lector, un oidor de grandes teorías sobre el mundo, conversó largamente con Horacio González durante muchos años, compartió mi casa en Rosario también durante muchos años, sobre todo después de la masacre de su familia. Y tuve la suerte de estar siempre con él en los momentos más complejos y en los momentos más felices. Para mí Fito sigue siendo el mismo en ese sentido, siempre alerta, siempre escuchando, siempre opinando también: él fue un hombre que opinaba mucho y opina mucho y escribe mucho. Ese acto de la escritura ha ido en aumento y eso me parece absolutamente celebrable. Por supuesto que veo diferencias entre aquel Fito de los 80 y el de hoy, porque todos tenemos esas diferencias, todos pasamos por distintas etapas de la vida. Pero hay ejes en Fito que son fundamentales, que son su curiosidad, su inteligencia, su lectura, su escritura, su preocupación familiar y su preocupación por sus amigos, eso siempre lo mantuvo y eso es un don maravilloso. Yo he sido importante en su vida y él ha sido más que importante en la mía”.
La Trova Rosarina fue la puerta de entrada de Fito hacia la popularidad. Allí se lo empezó a conocer más allá de los cuatro bulevares rosarinos. Su impronta se veía en los recitales, en las primeras composiciones que aparecían en la obra de Baglietto. Desde La vida es una moneda, Puñal tras puñal, Sobre la cuerda floja, Aunque mañana no estés y, en dupla con Juan, La música del río de la Plata, en Tiempos difíciles, allá por mayo de 1982; hasta Actuar para vivir, del disco homónimo editado seis meses después, De plenilunio, Tiempos difíciles y Pa’ trabajar. Un aporte más que sustancioso que también se plasmó en el tercer y último disco en que Fito participó con la Trova, llamado Baglietto, en el que hizo dos himnos, Tratando de crecer y Un loco en la calesita. Ese mojón que fue la Trova Rosarina, antes de su debut solista con Del 63 y de que Charly García lo llamara para ser parte de Piano Bar (algo así como el sueño del pibe hecho realidad), está marcado a fuego por Fito. Y así lo expresó en declaraciones exclusivas para este libro.
“Recuerdo que el término Trova Rosarina era algo incómodo para todos los que la conformábamos por diferentes motivos. Pero en honor a la verdad etimológica según la Real Academia Española, trova viene de trovar. Entonces:
Trova es
Otra entrada que contiene la forma «trova»: trovar
O sea que formábamos parte del sustantivo, trova, que es un verso que deriva del verbo trovar, más el malicioso agregado geográfico: rosarina.
En definitiva, la traducción literal sería Verso rosarino. Faltaba la acepción de trova como grupo de personas aunadas detrás de una idea en común. Alguien decidió cambiar el sentido de la palabra y la verdad es que el curso del universo no cambió demasiado. Cuarenta años más tarde, viendo la repercusión que tuvo, creo que fue una operación exitosa. Craneada por algún ignoto grupo de iluminatis de la industria discográfica argentina de aquel momento y parte de la prensa especializada. Algo similar, por analogía continental, a la trova cubana. Particularmente nunca me sentí un juglar medieval afectado por un viaje en el tiempo recorriendo las pampas argentinas, ni un trovador con su inseparable guitarra animando fogones. Sí, un versero rosarino, sin lugar a dudas”, dice Fito.
Y agrega: “Recuerdo de aquel momento las hormonas explotando de todos los integrantes de aquella alegre agrupación. Se reía mucho, se bebía vino blanco malo con hielo, Juan cocinaba unas exquisitas bagna caudas, se bebía a raudales whisky de pésima calidad y no se ensayaba. O se ensayaba muy poco y muchas veces en las pruebas de sonido. A pesar de ser un bicho de sala de ensayo no puedo negar que me divertía muchísimo en esos raids de cinco, o más a veces, conciertos por noche, en algunos fines de semana después de la explosión del boom Baglietto”.
Acto seguido, Fito se dedica a hacer un plano detalle de todo aquel grupo que hizo su primera excursión a la arena porteña: “Toda la experiencia junto a nuestra ninfa de ojos azules, Silvina Garré, y los muchachos de la Trova fue altamente proteica. Fue un largo viaje iniciático pleno de despertares y primeras veces. Es por lo que guardo el mejor recuerdo de aquellos años dorados. Sí que fuimos un grupo. Una experiencia colectiva con todos los condimentos que hicieron de aquella una irrepetible e inigualable combinación de planetas y estrellas. Que carecía de límites precisos, gracias a Deus y a nosotros mismos. En donde Raúl Giovagnoli, clarinetista amigo de Juan Carlos, terminaba llevándonos en su Citroen rojo a una manada de indecentes a alguna sala a tocar alguna noche de verano rosarino y Adrián Abonizio, celebrity de nuestros días, se arremangaba los pantalones y cebaba mates mientras renegaba de «De regreso, Mirta». Donde Lalo de los Santos pasó una temporada de miembro fijo mientras el Muerto Sainz esperaba su turno para volver a las cuatro cuerdas. Donde Marco Pusineri llevaba el tempo desde su batería plateada nacarada con rototoms y donde Rubén Goldín y yo ensamblábamos los coros junto a Juan y Silvina por primera vez en «La vida es una moneda». Donde el Zappo Aguilera auscultaba con precisión japonesa el comportamiento de cada miembro del grupo mientras regalaba golpes sobre los parches de las tumbadoras, compartidas con el inefable Piraña Fegundez, flautista y percusionista alto, morocho frankzappero. ¿Quién no quiere ser amigo de alguien que porte esa sonrisa, ese bigote y ese nombre? Donde Jorge Fandermole bajaba de la ambulancia tarareando sus nuevas canciones, que cambiarían el mapa de la canción argentina como se la conocía hasta ese momento. Donde cada uno aportaba lo que podía para la causa y la causa era vivir cada día con la máxima alegría. Y como todos los grupos se disuelven, nosotrxs no íbamos a ser la excepción”, detalla Páez.
Y concluye: “Celebro con todo mi corazón la vuelta de la Trova Rosarina, junto a Fabián Gallardo, Claudio Cardone, Julián Baglietto, etcétera. Es un concepto móvil y renovable. Todos los que formamos parte activa de aquella novedosa movida de los años 80 nos sentimos representados por los miembros que actúen cada noche en cada ciudad, hoy en este tan diferente, y no tanto, presente. Somos parte de una pléyade, de una cofradía que no es una materia común de la cual uno pueda o quiera desligarse así nomás. Las marcas del tiempo hicieron todo lo demás”.
Todo lo demás es esta hoja de ruta, con veintiséis discos solistas y cuatro en vivo. Y este detalle de los puntos esenciales de su carrera, que lleva más de cuatro décadas:
* Páez es uno de los más grandes músicos latinoamericanos, cuyos temas fueron grabados por figuras como Mercedes Sosa, Caetano Veloso, Joaquín Sabina, Os Paralamas do Sucesso, No Te Va Gustar, Luis Alberto Spinetta y hasta compartió estudio de grabación con el eterno Elvis Costello.
* Es el creador de El amor después del amor, el disco más vendido en la historia de la música popular argentina, lanzado en 1992.
* En épocas en que se editan EPS de tres o cuatro temas Fito sale con una trilogía musical: tres álbumes grabados en 2021 en Los Angeles. El primero fue Los años salvajes, acaba de salir Futurología Arlt, un doble instrumental de aire tanguero basado en la novela Los siete locos, y el tercer disco es The Golden Light, un material acústico a solo piano y voz de canciones inéditas.
* Cineasta, guionista y director de dos películas: Vidas privadas y De quién es el portaligas.
* Netflix estrena este año su biopic El amor después del amor.
* Como escritor es autor de tres libros editados en toda América: La puta diabla, Diario de viaje y Los días de Kirchner. El cuarto libro es su propia biografía, a editarse en breve.
* Recibió el premio internacional Master of Latin Music otorgado por Berklee College of Music en Boston y se convirtió así, en el primer músico de rock latinoamericano que recibe este prestigioso galardón mundial.
* Ganador del Latin Grammy a la excelencia musical.
* Ganador de nueve Latin Grammy, además de un Grammy Awards entre otros innumerables premios y distinciones recibidas en todo el continente.
* Es uno de los pocos artistas argentinos que llegó a actuar en el teatro Carnegie Hall de Nueva York.
Estos son algunos de los grandes momentos de Páez, quien más allá de ser un artista en movimiento y dispuesto a abrirse a otras disciplinas, siempre habló mejor que nadie a través de su obra musical. Cada disco fue un espejo de su vida y también funcionó como un termómetro de los pesares de su Argentina. Difícil tarea la de hacer una lista sobre la discografía esencial de Fito. Pero más allá de gustos personales, vaya aquí una síntesis cronológica, siempre arbitraria, claro, de sus discos imprescindibles y un par de motivos por los que gozan de esa categoría.
* Del 63 (1984). Fito muestra en nueve canciones su ADN, es casi como un documento de identidad de lo que potenciaría después en toda su carrera. Temas clave: Del 63, Tres agujas, La rumba del piano, Viejo mundo.
* Giros (1985). El tango y el folklore también son rock, lo demuestra en el bandoneón sampleado de Giros y el aire de chacarera de Yo vengo a ofrecer mi corazón. Su mirada social y política explota en Decisiones apresuradas y D. L. G. Hits eternos: 11 y 6 y Cable a tierra.
* La La La (1986). La sociedad con Spinetta, la admiración mutua y la amistad se plasmron en un disco doble de antología. Instant-táneas y Parte del aire son una suerte de himnos, pero los dos discos se disfrutan de punta a punta.
* Ciudad de pobres corazones (1987). El peor momento de la vida de Fito detona en uno de sus mejores discos. Aire funk, otro sonido, otra furia, un cambio de piel. “En esta puta ciudad / todo se incendia y se va” canta desde el dolor y la bronca. Un clásico.
* Ey (1988). Fito explora aún más el sonido de Ciudad… en un disco que dividió a la crítica y los fans. Polaroid de locura ordinaria y Por siete vidas (Cacería) son dos joyitas que no paran de brillar.
* Tercer mundo (1990). Un cambio de sello, de EMI a Wea, un sonido más Hi Fi y un arco expresivo que va de “el mundo está lleno de hijos de puta” y “no quiero morir de amor” en El chico de la tapa, a la sensibilidad de Carabelas nada, el mid tempo de Fue amor y la dulzura de Yo vengo a ofrecer mi corazón, el gran tema hitero del disco.
* El amor después del amor (1992). Su obra maestra, el disco más vendido de la historia de la música popular en el país, tuvo catorce temas de los cuales diez fueron cortes de difusión. No tiene desperdicio. Tema clave: Tumbas de la gloria.
* Circo beat (1994).Lo más grave después de un material disruptivo es que se sube la vara y la gente espera otro éxito igual o superior. Fito dio la talla, pese a dividir a la platea, claro, pero lo hizo con un material intimista, con un sonido más cercano y una mirada romántica de su adolescencia. Tiene dos himnos: Mariposa teknicolor y Tema de Piluso.
* Euforia (1996). ¿Por qué poner un disco en vivo entre los esenciales? Muy simple, porque es el primero en el que Fito toca y graba con una orquesta de cuerdas dirigida por Carlos Villavicencio. Y además estrena tres temas: Dar es dar, Tus regalos deberían de llegar y, por lejos, el mejor tema del disco: Cadáver exquisito.
* Abre (1999). Producido por Phil Ramone, el disco le dio su primer Grammy Latino. Es un trabajo con un sonido impecable que va de la luminosidad de Abre y Es solo una cuestión de actitud a la crítica despiadada a la Argentina en La casa desaparecida. Tema clave: Al lado del camino.
* Naturaleza sangre (2003). “No creo en casi nada que no salga del corazón”, canta Fito en Nuevo, mientras recogía las esquirlas de su ruptura con Cecilia Roth. Un disco rockero y sanguíneo, fiel a su título.
* Moda y pueblo (2005). Junto a Gerardo Gandini, Fito se lanza a repasar parte de su historia apoyado en una orquesta de cuerdas, con un tratamiento más intimista que en Euforia, con homenajes a Litto, Charly y Luis. Tema clave: Las palabras.
* No sé si es Baires o Madrid (2008). Grabado en el Palacio de los Congresos en la capital española, junto a invitados de la talla de Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Marlango, Pereza y Ariel Rot. Para escuchar y volver a escuchar.
* Rock and Roll Revolution (2014). “Para Charly García, mi reserva moral” se lee en el retiro de tapa del disco, en cuya portada está precisamente una imagen del bigote bicolor. Hay rabia por un amor que se rompió en Tendré que volver a amar, hay rock y baladas memorables. Y un tema que Fito escuchó mil veces en los bises de los shows de Charly y se dio el gusto de grabar: Loco.
* La ciudad liberada (2017). Para cierta prensa porteña este disco marcó “la vuelta” de Fito, pero Páez nunca se había ido. El disco lo volvió a poner en los primeros planos de difusión a partir de ciertas perlitas como Tu vida, mi vida, que ganó un Grammy Latino como mejor canción de rock, Wo Wo Wo y Navidad negra.
* La conquista del espacio (2020). Pinta tu aldea y pintarás el mundo parece decir Fito con un guiño más a su ciudad y a su espacio como artista sin fronteras. Se anima a cantar con Mala Fama y con Lali, y emociona con La canción de las bestias, Resucitar y Maelstrom. Un discazo.
* Los años salvajes (2021). Un disco que invita a pelearla en medio de la pandemia, explota de críticas hacia el poder y las llagas del sistema. También es una mirada introspectiva y retrospectiva, que se plasma en el tema que da título al disco y que a la vez es una declaración de principios de Fito: “Estos son mis años salvajes, el infinito está ahí afuera, yo estoy curioso del vuelo”.
* Futurología Arlt (2022). Dedicado a su pasión por Los siete locos. Una obra conceptual e instrumental, de cierto aire piazzolleano, con un tema de apertura, el único cantado de un disco doble, en el que hace un guiño al club de sus amores. Habla de Arlt pero también de sí mismo: “Entra el sol, la maldad, y una vida canalla, después todo se va y no vuelve más”.
Como reza el único tema hecho a dúo con Luis Alberto Spinetta en La La La, con Fito Páez “Hay otra canción”. Pero no es solamente porque haya hecho una obra musical cuya cadena de hits sería envidiada por muchos artistas en el mundo, sino porque Páez es un compositor que sabe que las cosas tienen movimiento. Porque arriesga y gana, porque va de un disco acústico a uno rockero, de una pieza conceptual sinfónica a un formato de cámara, y siempre es Fito y su circunstancia. Con canciones que tienen amor y tragedia, poetas malditos y héroes del rock and roll, dolor y denuncia, sangre y alegría en su corazón. Con Fito al piano, siempre se intuye que hay otra canción a punto de estallar. Porque siempre está tratando de crecer y en cada nueva melodía el viento le toca la cara y marca un cambio de rumbo.
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