El viento zonda golpea el auto por un costado. El polvo cruza la ruta con una densidad tal que dificulta enormemente la visibilidad. Unos cuantos metros adelante distinguimos un arco con un cartel de bienvenida. Es Fiambalá, enclavado en el noroeste de la provincia de Catamarca, el que apenas se deja ver detrás de la tierra que vuela buscando la cordillera. Ya lo sabíamos de antemano, pero la aclaración nunca está de más: la naturaleza manda.
Llegamos el día del zonda, que siempre es bienvenido porque —según dicen— anticipa las nevadas en las altas cumbres, nevadas que luego proporcionarán con los deshielos el agua tan escasa, y por ello valiosa, en toda la región. El resto de los días serán perfectos para andar el territorio.
Por la 60
Entramos a la provincia transitando la ruta nacional 60, atravesando esos 50 kilómetros bautizados como la ruta del adobe (desde Tinogasta hasta Fiambalá). Si bien hay lugares emblemáticos para visitar, como el oratorio de los Orquera o la iglesia de San Pedro, las antiguas construcciones de adobe forman parte del paisaje en todo ese extenso territorio. La geografía y la climatología fundamentan las construcciones: son rústicas, hechas con el material disponible en la zona, resistentes a la intemperie y frescas en su interior.
Instantáneas. Internarse en tierras catamarqueñas es dejarse llevar por los sentidos mientras se avanza en su tan placentero como enriquecedor recorrido.
Instantáneas. Internarse en tierras catamarqueñas es dejarse llevar por los sentidos mientras se avanza en su tan placentero como enriquecedor recorrido.
Fiambalá o Tinogasta, son muy buenas opciones para hacer pie y sentar una base desde donde conocer los atractivos de la región. Ambos cuentan con hoteles, cabañas, camping y todos los servicios con precios que no escapan a la regla de los lugares turísticos e icónicos. Inclusive, Fiambalá tiene una hostería municipal con precios muy económicos para alojarse.
Un punto importante para tener en cuenta si se llega en vehículo es la provisión de combustible. Las travesías por los parajes catamarqueños pueden demandar largas horas de recorrido que ameriten salir al camino con el tanque lleno y, en algunos casos, con algún bidón de reserva.
El majestuoso camino de los seismiles
Podríamos citar la estadística y decir que seis de los diez volcanes más altos del mundo se encuentran en Catamarca; también señalar que dada estas características orográficas es un lugar ideal para que muchos montañistas de distintas partes del mundo nos visiten para entrenar los ascensos, pero ninguna de estas afirmaciones sirven para graficar la sensación de contemplarlos en persona. La ruta sale desde Fiambalá y apunta al oeste. Está en excelentes condiciones y, si se maneja como corresponde, no presenta ningún tipo de riesgo potencial.
El primer gran golpe visual lo da la quebrada de las angosturas, no solo por la sinuosidad que nos balancea entre paredones sino por la estridencia de los colores que van desde los rojizos y naranjas hasta los amarillos, verde oscuros y grises. A mitad de camino de los 201 kilómetros de ida, se encuentra, en el paraje del mismo nombre, el hotel Cortaderas. Además de ésta, no se divisarán otras construcciones en el camino pero sí escondidas, tras los cerros, algunas fincas con ganado.
Pasando esa mitad de camino veremos, a nuestro alrededor, los impresionantes macizos que sobrepasan los seis mil metros de altitud. De todos ellos, el nevado Ojos del Salado (6891) y el Pissis (6795) alcanzan la mayor altitud. Sobre el final del lado argentino encontraremos el mojón del paso de San Francisco y, si nos animamos a andar algún trecho más, la bellísima laguna verde (Chile).
A la altura del refugio pastos largos, existe un desvío hacia el oeste que, luego de vadear algunos cursos de agua y ascender hasta los 4.100 msnm, nos llevará hasta uno de los paisajes más impactantes de nuestro país: el balcón del Pissis. El acceso tiene algunas dificultades por las propiedades que atraviesa pero vale la pena hacer el esfuerzo por conocerlo.
Arena, termas y vino
Si se toma la ruta provincial 34 desde Fiambalá hacia el norte, podremos observar las fincas con viñedos cuyas producciones son destinadas al acopio cooperativo o a pequeñas bodegas boutique. Suelen estar abiertas para los visitantes y sus productos están a muy buen precio. Si se sigue en esa misma dirección, y ya tomando contacto con la localidad de Saujil, se dejarán ver grandes formaciones de arena de hasta cien metros de altitud. La sorpresa será más grande cuando, llegando Palo blanco, aparezcan las dunas de Tatón; un lugar que nos transportará hacia otros confines del planeta.
Hacia el oeste del valle y a pocos minutos de la ciudad, se asciende hacia las termas de Fiambalá. Ubicada en una grieta que se abre entre los cerros. No solo nos invitará a tomarnos un baño termal sino a recorrer algunas sendas que aparecen en los alrededores.
Por la 40
La mítica ruta 40 también cruza Catamarca de norte a sur (o viceversa y por 310 km.) y tiene mucho para mostrar. Es difícil decidir cuál lugar destacar ya sea por belleza o historia. Quizás solo debamos nombrar los imperdibles. El Shincal de Belén, por ejemplo, es un sitio donde se conjugan ambas, lo histórico y lo paisajístico. La sensación de estar en un lugar especial es permanente durante todo el recorrido (se hace con guía).
Si se es más aventurero, a la altura de El Eje, se abre paso la ruta provincial 36 por donde se debe tomar y luego seguir por la 43, en cuyo camino se irán desplegando sitios fascinantes: campo de piedra pómez (fenómeno natural), la ciudad de Antofagasta de la Sierra (el mismísimo corazón de la puna catamarqueña), los volcanes (Antofagasta y Galán), el salar de Antofalla y la reserva Laguna blanca entre otros. Lugares extremos y únicos.
Retomando la 40 y casi en el límite con Tucumán, la ciudad de Santa María podrá sorprendernos con su serranía y un mapa plagado de sitios arqueológicos que le han dado notoriedad nacional en este sentido.
Por la provincial 4
San del valle de Fernando Catamarca, la capital, seguramente nos invitará a recorrerla y visitar sus museos y atracciones. Una de las más cercanas es la cuesta del Portezuelo, una subida empinada con vistas al valle espectaculares. Muy cerca de San Fernando, esquivando cerros encendidos por los verdes asciende la ruta provincial 4.
Lugar de veraneo por excelencia de los catamarqueños, Las Juntas y el Rodeo se abren al visitante como pintorescas villas ideales para el descanso y la recreación. Cerros como el Manchado y Ambato lo enmarcan y el sonido del río corriendo por los profundos cañones invita a una mansa recorrida.
Escalar, caminar, andar a caballo o subir hasta la cruz de El Rodeo, les brindará la oportunidad de palpar la exuberancia de las yungas que bajan desde el Parque Nacional Aconquija (Tucumán) y se internan un poco más en nuestro suelo y rumbo al sur.
Todo el centro oeste de la provincia de Catamarca está atravesado por las explotaciones mineras. Pero no hemos visto ciudades enriquecidas por estas prácticas y sí pasivos ambientales terribles que afectan de manera rotunda el hábitat y toda forma de vida.
Darío Rivadero. Especial para La Capital.