Sobre finales del año 2013 el expresidente ucraniano Viktor Yanukóvich suspende la firma del acuerdo de Asociación y de Libre Comercio con la Unión Europea. La división ucraniana entre prorrusos y europeístas se agudiza. Las manifestaciones de la Ucrania prooccidental, sostenida con el apoyo político de los partidos de la oposición cercanos a los intereses occidentales, rápidamente se trastocan en disturbios generalizados en la mayor parte de Kiev.
En medio de este conflicto interno la política de los intereses foráneos (tanto rusos, como occidentales) no sólo no se detuvo, sino que más bien se intensificó. Mientras los sucesivos gobiernos ucranianos firmaban y rompían acuerdos de “alto al fuego” con los separatistas prorrusos de las zonas del Donbás, buscaron el apoyo de las potencias occidentales coqueteando con una posible integración a la Otán para terminar de pacificar el país e independizarse del influjo ruso. Hija de estas intenciones es el acercamiento de Ucrania pos-Yanukóvich a la Otán y la disconformidad de Moscú con aquella situación. Dicha disconformidad quedó demostrada sobremanera a la luz de los acontecimientos actuales.
Hasta inicios de esta semana, la guerra civil seguía en pie con un saldo de catorce mil víctimas fatales y casi un millón y medio de exiliados. No solo eso: Ucrania habia perdido, por el 2014, los territorios de Crimea y la ciudad autónoma de Sebastopol,en las costas norte del mar Negro, quedando lacerada así toda la virtual soberania ejercida sobre el mar de Azov, que a tal efecto paso a ser un mar interior de Rusia.
El intento de la Otán de cercar al Estado euroasiático terminó con el ejército de la ex república soviética en las puertas de Kiev. Esto nos lleva a plantearnos el siguiente interrogante, que al parecer las potencias atlánticas no se hicieron: ¿era necesario llevar a la Alianza hasta las mismas puertas de Rusia?
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No lo era, hoy sabemos que no. Pero Occidente, sin considerar el pasado ni los sabios consejos de estrategas de Estado que desaconsejan llevar la Otám más allá de lo conveniente, optó por hacerlo y desde los noventa no cesó en su avance hacia el este, aprovechando la debilidad del exbloque soviético. Hoy vemos a sus líderes embebidos en el desconcierto, entre marchas y contramarchas, intentando sanciones a la potencia eslava, tomando decisiones que terminan empujando por el precipicio a la sociedad ucraniana. Un ejemplo de ello es la provisión de armas a la sociedad civil para que se defienda frente a un ejército profesional, lo que evidentemente aumentará el número de sacrificios humanos innecesarios y la inestabilidad social posconflicto.
Dicho esto entremos en la zona de conflicto para preguntarnos: ¿por qué el Kremlin rodea a Kiev y presiona hasta al límite a las autoridades ucranianas, pero no las derroca?
Dejaremos la ingenuidad de lado para no caer en la ilusión de que las fuerzas ucranianas pueden detener a uno de los ejércitos con mayor poder de fuego del mundo en un enfrentamiento directo, cuestión que nos permitirá inferir lo que en realidad está sucediendo.
En el segundo día de la invasión Putin llega a Kiev e insta a los comandantes y soldados de la tropa enemiga a derrocar al gobierno y tomar el poder; esto nos da la pauta de que Rusia no busca una ocupación prolongada sino un cambio de gobierno, una declaración de autonomía de sus áreas de influencia frente a la Otán, así también sirve de modelo: demostrar que Rusia va a defenderse contra cualquiera que intente amedrentar su soberanía. Pero, ¿hay algo más? Sí, hay mucho más
La mañana del 25 de febrero Putin dice “¿Quieren la descomunización?. Lenin creó la entidad artificial Ucrania, hoy nos despedimos de la creación de Lenin. Y estamos llevando la descomunización a su límite lógico”. Esto puede traducirse en un pensamiento. El mandamás de Moscú está manifestando una futura anexión de los territorios ucranianos, recordemos que anexión es diferente a ocupación. Por lo tanto, se sobreentiende que intente impulsar a los prorrusos a recuperar el poder en Ucrania para luego no solo reconocer a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, sino que a la mayoría del territorio ucraniano y, por qué no, a su totalidad. Busca que éstos se autoproclamen parte del paneslavismo que Moscú proyecta, y que le permitiría aumentar su rol como actor de peso en este nuevo escenario internacional posglobalización.
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En el gráfico se puede apreciar la cercanía de los pueblos en combate e inferir por qué Putin no busca la destrucción del territorio, sino cambiar la relación de fuerzas hacia el interior de Ucrania para que ésta retorne a su esfera de influencia y a una política común eslava que los aleje de Occidente y los acerque al imperio de Eurasia.
Otro punto fuerte de la decisión rusa reside en el potencial económico conjunto de ambas regiones, tanto en lo agrícola como en lo energético.
En lo agrícola, según un informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, Ucrania produce el 4 por ciento del trigo a nivel mundial, el 3,5 por ciento en maíz y el 33 por ciento de aceite de girasol. Por su parte Rusia produce el 9,5 por ciento del trigo, el 1 por ciento en maíz y el 26,5 por ciento de aceite de girasol, todo a nivel global. En conjunto la producción a niveles planetarios de ambos países es del 14 por ciento, 4,7 por ciento y 59,5 por ciento respectivamente.
A niveles de participación en las exportaciones mundiales el número es aún mayor. Ucrania representa el 11.6 por ciento del trigo, el 16,4 por ciento del maíz y el 49 por ciento del aceite del girasol. Sumando las participaciones de Rusia, en conjunto, sus exportaciones representan el 28,5 por ciento en trigo, el 19 por ciento en maíz y el 78,5 por ciento en aceite de girasol.
No creo que sea necesario aclarar la importancia que esto tiene en medio de un crecimiento de las economías asiáticas que son dependientes netas de la importación de materias primas y alimentos.
Otro de los motivos, y uno de los más importantes, es el gas, configurado en un insumo básico del consumo de los hogares y de las producciones industriales, que cobra aún mayor relevancia en medio del cambio de matriz energética que encaran muchos países centrales de cara a la crisis ambiental que estamos atravesando.
Por tanto, el gas constituye un insumo básico y predominante en la competitividad de las empresas y las naciones en el concierto mundial. Rusia y Estados Unidos están entre los principales poseedores, productores y exportadores de este insumo básico. Recordemos que el 40 por ciento del consumo de gas europeo tiene origen ruso y a continuación veremos cómo este gas llega a las potencias atlánticas.
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Si comparamos la primera imagen con la tercera veremos que el Kremlin construyó todos los gasoductos por países que no se encuentran en la Otán o que no constituyen una amenaza para la producción rusa de este material energético. Ello no es un accidente histórico y no constituye hecho fortuito alguno, Moscú elige muy bien por dónde proveer a sus clientes, cuidando lo máximo posible a sus productores. Ucrania cobraba sustanciosas sumas de dinero a cambio de dejar pasar el gas a través de sus territorios, lo mismo le sucede a Bielorusia y es parte del plan del Kremlin para la construcción de su paneslavismo. Pero cuando Ucrania se acerca a las potencias del Atlántico estas cuestiones comienzan a ponerse en juego y el negocio de Moscú es amenazado. Eso, como somos testigos, no fue tolerable para el Kremlin.
Será tema de otra nota el estudio de las producciones del Donbas, rico en metalmecánica y carbón, tanto así que la empresa alemana Volkswagen, segunda productora mundial de automóviles, tuvo que parar su producción por el conflicto ya que sus principales proveedores de materias primas se encuentran en el Donbás.