La Constitución del 25 no es producto del azar sino de condiciones marco que Pullaro y sus aliados supieron explotar: mayorías amplias en la Legislatura, una oposición fragmentada y una profunda demanda social de cambio.
Pullaro y Unidos hacen la tarea
En lugar de dedicarse a administrar, Pullaro aprovechó la ventana de oportunidad inicial, gastó capital político en la pulseada con actores corporativos —desde sindicatos estatales hasta sectores tradicionales del Poder Judicial— y pavimentó el camino de la reforma con los cambios en la Caja de Jubilaciones y la Justicia.
Antes y después de la Convención, el gobernador hizo la tarea: construyó mayorías, negoció con propios y ajenos, mostró pragmatismo. Supo qué puntos sacrificar y qué puntos eran innegociables.
En el camino, contuvo a aliados con ansias de dejar su marca y abrió el juego para sumar opositores. Lo opuesto a Milei, que vive en purga permanente y detonó los puentes con los aliados.
La secuencia de votaciones fue clave. La cláusula transitoria que habilita la reelección en 2027 descomprimió tensiones y Unidos se mostró más abierto a concesiones.
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El socialista Joaquín Blanco (derecha) y el radical Fabián Bastia (centro) dos actores clave en la construcción de acuerdos en la Constituyente.
Puertas adentro, Pullaro también actuó como árbitro entre radicalismo y socialismo, en una puja por el equilibrio de poder entre Ejecutivo, Legislatura y Justicia. La sanción de todos los artículos con los 33 convencionales de Unidos votando en bloque mostró cohesión en una alianza que apenas lleva dos años y que fusionó al Frente Progresista con Juntos por el Cambio.
Con el frente interno sólido, Pullaro amplió apoyos al peronismo. El PJ se mostró como partido de sistema, con aspiración de volver al poder. Más allá de los golpes de efecto, entendió que era mejor negocio ser parte de la reforma que quedar afuera.
Pullaro buscó desde el inicio exorcizar el fantasma de una Constitución hecha a medida. No logró sumar a La Libertad Avanza ni al núcleo ligado a Amalia Granata —firmes en su postura intransigente hacia 2027—, pero sí se apropió de varias de sus banderas: equilibrio fiscal, limitación de reelecciones, mano dura en seguridad.
El modelo Santa Fe despierta interés
En lo personal, Pullaro se lleva la posibilidad de competir por la reelección, un logro que amplía su menú de opciones: puede ir por un nuevo mandato o lanzarse a la aventura presidencial.
Una alternativa que el radical descartaba hasta poco tiempo atrás, pero los tiempos se aceleran. El déficit crónico de gestión de los libertarios, sin señales de resolverse, genera impaciencia en el poder económico.
En un escenario en que sectores que se fueron de La Libertad Avanza trabajan con la hipótesis de una salida anticipada de Milei y un recambio vía Asamblea Legislativa, el círculo rojo mira con atención a Santa Fe. Hasta acá, el esquema funciona: un liderazgo nítido pero pragmático, una coalición amplia con contrapesos ideológicos y resultados concretos de gestión y reforma.
Un modelo que puede resultar atractivo en una Argentina que se bandea entre presidentes débiles y líderes mesiánicos, que es objeto de experimentos económicos y que no logra salir de un statu quo asfixiante.
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Pullaro y otros gobernadores de todos los colores políticos participaron del festejo por los 80 años de Clarín.
En ese contexto, el oficialismo santafesino encara su primer test nacional con la marca Provincias Unidas. La estrategia recuerda a la primera versión de la Alianza a fines de los '90: partir de un consenso social —la convertibilidad entonces, el equilibrio fiscal ahora—, despegarse de los daños colaterales del modelo y diferenciarse con fuerza en transparencia y corrupción.
De todos modos, la historia argentina muestra que los escándalos, las presiones a la prensa y las operaciones en la Justicia, como las que intentó el gobierno para blindar a Karina del caso de las coimas, no liquidan a los gobiernos. Aunque sí son el IVA que la sociedad le aplica a los presidentes en la factura final.
Buenos Aires, una cita electoral de riesgo para Milei
Mientras Pullaro capitaliza reformas institucionales, Milei llega hoy a su primer gran test electoral desde diciembre de 2023 cada vez más complicado. Con un esquema político, económico y comunicacional con evidentes signos de estrés.
El método del presidente —confiar en el choque y en la épica digital— muestra sus límites en un terreno donde pesan más los aparatos, las alianzas y la economía real.
Suspendidas las Paso, las elecciones bonaerenses de este domingo funcionan como una primaria antes de las legislativas de octubre.
“No hay manera de hacer una buena elección, va a ser una catástrofe”, admite un libertario con conocimiento del territorio.
Fue Milei quien infló la importancia de una elección de senadores, diputados provinciales e intendentes. En una competencia donde arrastran más los punteros que los influencers, las fuerzas del cielo se topan con problemas terrenales.
A los problemas estructurales se suman los del gobierno: economía fría, escándalos que espantan al voto blando y candidatos desconocidos. El juego a todo o nada expone al presidente a riesgos mayores: en el mejor de los casos, un alivio pasajero; en el peor, un tembladeral en los mercados.
Con el manual libertario archivado, Milei y Caputo quemaron más de 500 millones de dólares de reservas y subieron las tasas a niveles astronómicos para contener la estampida hacia la divisa estadounidense. El dólar oficial cerró en $1386 y el riesgo país rompió la barrera de los 900 puntos.
Las alertas también suenan en el tablero político. Más allá de la parafernalia del cierre de campaña libertario en Moreno, lo llamativo fue la insistencia del propio Milei en que sus seguidores vayan a votar. Una señal de que la crisis de representación, ese agujero negro de la política argentina, también amenaza con tragarse al presidente outsider.
Con problemas para vender futuro y su credencial anticasta manchada, Milei se aferra a un producto probado: el antikirchnerismo. Se verá si alcanza en un territorio históricamente hostil como Buenos Aires.
Si Fuerza Patria gana, será por su unidad interna y por los errores de Milei. Sin embargo, la interna entre cristinismo y Kicillof sigue abierta y el peronismo sostiene su inercia programática. Los problemas siguen ahí.
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La pelea a cielo abierto entre el Gordo Dan y Guillermo Francos, a partir de un tuit de mal gusto del influencer contra Luis Juez, exhibe el caos libertario. De un lado, un coronel digital de Santiago Caputo, derrotado por Karina y el clan Menem. Del otro, un camaleón de la política que fue cavallista, sciolista, albertista y ahora se siente empoderado ante el vacío en la cúspide libertaria.
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Lejos de ordenar, Milei deja hacer y apuesta a que la interna encuentre su equilibrio, como si fuera un mercado. Ese desorden se traslada al Congreso. Los libertarios tuvieron otra semana negra, con el rechazo al veto de la emergencia en discapacidad y la media sanción de la ley que restringe los DNU.
El contraste es claro. Mientras Pullaro consigue con mayorías amplias una nueva Constitución, a Milei se le traban las palancas para gobernar.
Los profesionales consiguen reformas, los outsiders se quedan con las redes.