Las conductas y decisiones que se toman en el ámbito de la política siempre llevan a la pregunta de por qué alguien hace o dice determinada cosa. Un pensamiento poco sofisticado cree que los políticos hacen ciertas cosas porque funcionan. Ergo, si no funcionasen, no las harían. Pero cuando un observador se ubica del lado de la cocina de las decisiones y posee información sobre el impacto en la opinión pública, se da cuenta que la mayor parte de aquellas definiciones distan de lograr los efectos buscados. Habría entonces un error de cálculo y/o conceptos políticos sin importar el contexto.
Muchas de las cosas que hace y dice el presidente y su gobierno van en esta dirección: no tienen claro el beneficio político y generan costos en algún lado, sin medir las consecuencias. Solo para tomar esta última semana, se podrían listar los conflictos internacionales que se van sumando –Colombia, México-, las repercusiones del video del 24 de marzo o las declaraciones sobre "sacar los dólares del colchón". Sin duda que todo eso es fruto de las íntimas convicciones personales de Milei.
La manera de evaluar todos estos detalles no es solo a corto lazo. Es decir, si la mayoría social se enteró o no, si le dio o no importancia, o si coincide con la posición oficialista. También se debe tener una mirada de mediano y largo plazo.
Alguien podría decir que, si se dice algo inconveniente, en el fondo "todo pasa" (diría Julio Grondona). Es verdad, pero la memoria se activa fácilmente hacia lo negativo en contextos adversos. O dicho en el estilo popular, "un día te entran todas las balas juntas": lo que en algún momento fue intrascendente o pintoresco, con viento en contra se convierte en una tempestad. Le pasó a todos, desde Menem a Cristina, pasando por Macri.
Milei, un presidente que no es común
Es cierto también que Milei no es un presidente común. Al tener una matriz de origen totalmente distinta a la política tradicional, no le cabría aplicarle los mismos criterios de análisis que al resto (o “la casta”). En parte es correcto. La cuestión es que, a la corta o a la larga, la novedad se convierte en rutina. Con el pasar de los meses, el libertario será el statu quo. Ya le pasó a “Cambiemos”, que terminó formando parte del lugar común.
Los temas de política exterior siempre están al servicio de poder dar satisfacción simbólica a una parte del público. Esto puede funcionar, por ejemplo, en el conflicto con Venezuela y el régimen chavista. Más allá de las diferencias ideológicas entre los dos gobiernos, hay un razón concreta y humanitaria: los opositores que buscaron refugio en la embajada argentina. En este tema, Milei tiene todo para ganar. La gran mayoría sabe lo que sucede en aquel país y tiene una opinión formada en contra (si no, no hubiese tantos venezolanos viniendo a sobrevivir en estas tierras).
La situación con Colombia y México
Muy diferente es la situación con Colombia y México, en donde a duras penas algún ciudadano sabrá el nombre de los presidentes de esos países, y lo más probable es que no tenga claro que es lo que sucede en esos lados, ni porque eso sería importante para la Argentina. Por lo tanto, son conflictos sin beneficio político interno, tampoco internacional, y distraen al gobierno del foco central. Un poco de pelea es tener carácter. Pelear todo el tiempo es síntoma de personaje conflictivo. Termina cansando como le sucedió al kirchnerismo hace mucho tiempo.
Como decíamos, uno de los temas de esta semana fue el video del gobierno a partir del 24 de marzo. Según un estudio cualitativo previo que desarrollamos en estos días, la mayoría no lo vio o no se enteró de su existencia. Segundo, el tema no despertó mayor interés, ni espontáneo, ni inducido. Tercero, es un tema complejo y de difícil digestión, en donde aún el segmento más allegado cree que “una cosa no quita la otra”: por ejemplo, si no fueron 30.000, no por eso deja de ser un espanto lo que sucedió (según falló la justicia). En síntesis: no le generó nada a favor.
Un último punto es la frase sobre “sacar los dólares del colchón”. Para el público que cuenta con esos recursos ante eventualidades o para amortiguar una mala jubilación mínima, empezar a vivir a pérdida es la peor de las amenazas. Ese dinero es una tranquilidad psicológica para un sector que pudo ahorrar algo, pero que no son precisamente potentados. Hace ruido en uno de los segmentos que lo está apoyando en estos momentos pese a la gravedad del ajuste.
Por suerte o no, al final del camino, el criterio más importante con que se evaluará el trabajo presidencial es el combate contra la inflación, siempre y cuando el desbarajuste social no sea tan grande que la mayoría empiece a pensar en otra cosa.