Es cierto que goles son amores y que poco importa la forma en la que se logren, pero desmenuzar el análisis puede otorgar detalles particulares. Este Central de Matías Lequi, que está lejos de mantener un nivel parejo en cuanto a funcionamiento y resultados, cuenta con una enorme virtud, la de los gritos a través de acciones de pelota detenida, que en cierta forma esconde una deficiencia elocuente, la de la incapacidad de convertir a través de jugadas con un mínimo de elaboración. Por eso, la mayoría de los gritos llegaron por obra de los defensores, especialmente de los zagueros centrales. De los 12 goles que lleva convertidos el equipo en este proceso apenas uno fue por intermedio de una acción colectiva, el de Tomás O’Connor en cancha de Gimnasia. El resto, nueve de jugadas de pelota parada y dos que podría ser catalogados como tal, que se dieron como segunda jugada de una acción de ese tipo.
Hubo dos conquistas que no fueron directamente tras un envío de pelota detenida, pero se dieron como una segunda jugada a esas acciones. Fueron los goles de Juan Giménez frente a Atlético Tucumán y el de Kevin Ortiz contra Vélez.
No debe haber entrenador que no reconozca la importancia de los goles de pelota parada. De hecho, todos trabajan duro en la semana para que su equipo cuente con esa virtud, que siempre se presenta como un plus. El tema es cuando sólo se llega al gol por esa vía. Y es lo que le está pasando a Central.
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Justo el primero en la era Lequi
Allá lejos en el tiempo quedó aquel gol del pibe O’Connor frente a Gimnasia (el partido que marcó el debut de Lequi como entrenador canalla), en el que Central logró convertir a través de una jugada en movimiento, con un mínimo de elaboración. De ahí en más, el equipo siempre quedó a expensas de los envíos de pelota detenida.
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Este solo dato alcanza para entender de los grandes problemas que tiene el Canalla para llegar al gol pelota al pie, que es lo que se busca como primera medida. Lo que venga después siempre será bienvenido, pero la parte más elemental del fútbol a Central le está costando.
Esto que le sucede podría ser tomado como un dato anecdótico o llamativo si se diera en unos poquitos partidos, pero ya son 11 los encuentros disputados en este nuevo proceso, lo que hace que ese “dato” deba ser analizado de otra forma, ya que parece una constante.
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Sández gana de arriba tras un córner y anota de cabeza en el triunfo de Central ante Vélez.
Marcelo Bustamante / La Capital
El medio vaso lleno habla de una virtud incontrastable, que está a la vista, pero la otra mitad (la del medio vaso vacío) entrega signos elocuentes de una deficiencia. Es difícil trasladarlo de manera directa, pero es fácilmente imaginable el escenario de que el equipo pudiera haber logrado muchos más puntos de los que obtuvo si hubiera contado con un mayor volumen de juego que lo acercara al gol.
Tampoco podría aseverarse que los delanteros (también los volantes ofensivos) no convierten por esa deficiencia, pero no está mal razonarlo de esa forma. Hoy, por ejemplo, se le reclama a Enzo Copetti su falta de gol, pero habría que analizar también cuántas veces por partido el 9 de Central (el mismo análisis corre para Marco Ruben) dispone de situaciones propicias para convertir. Fue una especie de oasis aquel encuentro frente a Boca en el que el centrodelantero sí gozó de unas cuantas acciones propicias para convertir y no pudo. Ruben también tuvo la suya.
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Ignacio Malcorra se mostró infalible contra Talleres. Anotó dos tantos, ambos de penal.
Virginia Benedetto / La Capital
Los gritos del Canalla
Pero lo dicho, salvo aquel gol de O’Connor en La Plata, casi todo fue producto de la pelota parada. El gol de Facundo Mallo en el clásico llegó después de un tiro libre de Malcorra; el grito de Agustín Sández contra Fortaleza después de un córner que peinó Mallo; en Brasil, Mallo impactó al gol después del tiro libre de Malcorra; Juan Giménez marcó contra Atlético Tucumán en una segunda jugada tras una pelota detenida; Campaz hizo lo suyo de tiro libre en La Bombonera; Malcorra anotó de penal los dos goles frente a Talleres; ante Vélez otra vez Nacho de penal, Sández de cabeza en un córner y Ortiz de una jugada que nació inmediatamente después de una acción de pelota detenida (de hecho, uno de los que participó en el armado de la misma fue Quintana); y Quintana de cabeza tras un córner en la derrota frente a Defensa y Justicia.
Central es hoy un equipo bastante irregular, al que le cuesta el despegue que necesita para acercarse al objetivo de clasificación a Copa Sudamericana, y gran parte de eso se da porque le falta juego y algo más de gol.
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Garra charrúa. Mallo anota en el clásico luego del rebote que dio Macagno en el tiro libre de Malcorra.
Marcelo Bustamante / La Capital
Es premisa del cuerpo técnico mantener la intensidad del trabajo para que los movimientos en jugadas con pelota detenida sigan siendo una virtud, también intensificarla para más goles lleguen a través del juego colectivo, algo que hoy es una cuenta pendiente.