Su poesía, aclara, no se nutre solo de poesía: “La plástica, la música, la medicina alternativa, la medicina occidental… Me gusta usar procedimientos que son propios de otras artes, por ejemplo escribir un poema en tiempo real, como performance. Y esto tiene que ver con el arte contemporáneo, donde a veces es más importante la decisión sobre cierto procedimiento, y cierta fidelidad a ese procedimiento, que lo que efectivamente producís”.
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La querida Biblioteca Vigil, en el corazón del barrio de Tablada.
La histórica editorial
El espacio que Editorial Biblioteca otorga a la poesía ha sido siempre central: la colección Alfa, que reúne a poetas noveles de la provincia de Santa Fe; la colección Homenaje, publicando, por ejemplo, las poesías completas de José Pedroni y Juan L. Ortiz. Sin embargo, a diferencia de las anteriores donde narrativa y poesía conviven, Poetas argentinos fue destinada exclusivamente a este último género. Antes de que la editorial fuera intervenida en 1977, esta colección había reunido a autores como Francisco Madariaga, Paco Urondo, Hugo Gola y Rodolfo Alonso. Luego, el genocidio cultural. La historia que no debemos olvidar. Sin embargo, las voces son muchas, son diversas. Nadie pudo contra ellas.
“Es muy importante para mí haber entrado en este catálogo, lo siento una gran responsabilidad, porque es una colección de poetas que nace en un momento del país de mucha expansión en lo cultural, de grandes esperanzas. Algo que formó parte de un país que hubo, que existió, que fuimos, y que trágicamente la dictadura arrasó. Sin embargo, con una gran resiliencia, con una gran capacidad de lucha, la Vigil vuelve a ponerse de pie. Algunos de los poetas del catálogo de la colección son poetas a quienes admiro mucho y que representan una gran inspiración para mi escritura. Me honra inmensamente que luego de toda esa tragedia y ese arrasamiento de la cultura popular yo pueda formar parte de este renacer, de este retomar las raíces en la poesía de nuestro país”.
Sobre “Expreso”
El libro está dividido en tres partes: “El poema soñado”, “Traumatismo en la vía pública” y “Agua y sal”. La primera propone poemas que trabajan con lo onírico. Vignoli relata que lleva un diario de sueños desde 2016, y este trabajo es también un ejercicio de posibilidades escriturarias. De esa manera “El poema soñado” abre con una nota de la autora donde relata un sueño del 5 al 6 de mayo de 2021 en el que se encuentra conmemorando un acto por la muerte de Leopoldo Lugones y Federico García Lorca. Es así que, entre el sueño y la vigilia, Vignoli comienza a escribir un poema que seguirá componiendo ya despierta.
“Los poemas que más me gustan los puse al principio. Me pareció un hallazgo empezar con el sueño de «Poema aún no escrito» y no dejarlo para el final. También entendí que tenían que estar juntas las dos versiones de ese poema. Yo tengo la teoría que el poema del libro es el tercero: Expreso está en ese lugar, así como en Viernes el tercer poema es La caída. Me gusta meter los primeros poemas anacrónicos, porque el lector te da crédito, pero el tercero te tiene que noquear, tiene que ser un poemón”.
“En otra entrevista también lo he dicho: el libro habla de una caída y de un resurgimiento con otros. En lo personal, en la segunda parte, que es donde cuento mi accidente y cómo hubo tanta gente que me ayudó y me cuidó. Porque me ayudaron a levantarme, literalmente. Yo creo que en este libro aparece esa relación alegórica, no buscada pero que se fue plasmando, entre ese caer y levantarse en lo individual, y el caer y levantarse colectivo, representado por la recuperación de la Editorial Biblioteca”.
Respecto al título, Beatriz cuenta que el de Expreso fue una especie de epifanía. “Estaba esperando el colectivo de noche, al lado de la avenida San Martín, en San Lorenzo. Empieza a acercarse y en medio de la oscuridad veo venir esas letras luminosas verdes: EXPRESO. Pensé: qué buen título para algo. Y recordé que estaba escribiendo este libro. En ese viaje de regreso, en medio de la noche, escribí en el teléfono en quince minutos el poema que da título al libro. Todo lo demás son asociaciones a posteriori”.
Expreso estaba pensado inicialmente como un libro de paseos: La sexta, 7 de octubre, Western, Luna en Piscis, poemas que surgen de caminatas y de encuentros. Beatriz comenta que su idea inicial era trabajar con estas poesías para luego pasar a poemas que trabajaran cuestiones más del orden de lo sobrenatural, como Titanium o La milonga de los aparecidos. “Tenía además el poema de la lluvia, que era muy simpático y amable, y necesitaba un espacio. Pero en medio aparece algo nuevo que es mi accidente, la caída. Decidí entonces poner al final los tres poemas largos: Las Ofelias y las Noras, Luna en Piscis y Después de esto, el mar. En este último hay algo que yo no digo en el poema, y es que la bailarina que aparece (Beige) es una bailarina trans. La performance que hicieron fue algo mágico: el pintor y la bailarina, pintando y danzando en el mismo momento. Y el poema surge ahí, me habían pedido los galeristas de la galería Desmayo que narrara sobre esa performance (que formó parte de la muestra Framing intimacy, de Nicanor Roses) y me puse a escribir en tiempo real, a la manera de un relator de fútbol”.
Parte del poema dice: “Ahora es cada mano la que danza con la tela / su vals único entre la ceguera y la mirada. / Un mapa de una selva que nacerá de las visiones. / El susurro animal de las cerdas rozando la trama. / Se abren celestes intactos, festoneando el límite” (…)
Y más adelante: “La rubia es un sol verde, rosado y blanco ahora. / Su cuerpa de pie parece una frase / describiendo el cielo del alba”.
-Usás el término “cuerpa”.
-Sí, porque ella devino mujer, trabajó para tener un cuerpo de mujer. Por eso es una cuerpa. Y ese poema también lo hice como perfo (ríe). Surge como perfo y también termina como perfo en las lecturas que hicimos en las vidrieras del Festival de Poesía de Rosario (en 2021).
-La primera parte del libro son poemas a partir de sueños. ¿Qué creés que aportan los sueños a tu escritura?
-A mí el sueño me da la posibilidad de escribir. Llevo un diario desde 2016 y eso además me permite comprobar cuándo tengo un sueño premonitorio. A veces veo algo en la vigilia, y pienso, uy, esto lo soñé. Voy al diario y busco dónde aparece eso. Muchas veces los sueños son recuerdos del futuro, transcurren en una zona de la experiencia donde el tiempo no es lineal. Entonces, aparece la posibilidad de recordarlo y de escribirlo. En general el diario de sueños contiene informes, crónicas… no pretenden ser el gran poema o el gran cuento pero a veces me pasa que puedo componer un poema a partir de un sueño. Escribirlo es tomar conciencia de otro modo de vivir la experiencia. Porque el conocimiento que tenemos cuando soñamos me parece superior al que tenemos en la vigilia, y eso independientemente de si luego resulta en obra o no. Ahora bien, hay ciertos sueños que sí resultan en una obra literaria, aunque no son muchos. El caso que pongo al comienzo del libro es uno muy especial porque yo empiezo escribiendo el poema dentro del sueño y me despierto recordando el primer verso, el tema y la emoción que trataba de expresar, y entonces lo continúo en la vigilia.
Así nace Poema aún no escrito, fechado alrededor de 1937, que en el libro propone dos versiones: uno mediado por la interpretación, el otro más literal. “Y fijate que cuando escribo dentro del sueño ya lo titulo “Poema aún no escrito”, porque lo estaba escribiendo, pero en el sueño”, ríe.
-¿Hay una especie de viaje entre dimensiones en el libro?
-En Expreso, yo digo: “No somos nada sin el ferrocarril nocturno del sueño”. Por definición, el expreso es un ferrocarril nocturno. Pero además remite al expreso de medianoche, ferrocarril subterráneo… todos nombres de código de la fuga que usaban tanto entre presos como entre esclavos. Y significativamente, lo que yo consumía como cultura en la época de la dictadura llevaba ese nombre: El expreso de Poli, que era un programa nocturno de radio, y la revista Expreso imaginario. Expreso tiene esa cualidad de línea de fuga, de eufemismo de fuga, y también funciona como alegoría del sueño. Entonces, un poco se va armando de ese modo.
-¿Y Las Ofelias y las Noras…? ¿Cómo surge?
-Fue a partir de un trabajo que me había encargado Mabel Temporelli para escribir sobre el personaje de Ofelia en Hamlet y el de Nora en Casa de muñecas, de Ibsen. Ofelia fue un personaje que me dolió mucho cuando la traduje, me pareció el más trágico de toda la obra. Y de Ibsen tuve que ir a leer la obra... De ahí nacen el Soliloquio de Ofelia y el Soliloquio de Nora, buscando reivindicarlas como mujeres rebeldes. Esos poemas no están en este libro, van a salir en uno próximo. Sin embargo, lo que a mí me pareció más interesante fue cuando Mabel me contó sobre su vida, sobre ella y sobre las mujeres de su generación. Mucho de eso aparece en el poema.
“Chicas como presas en sus casas, recuerda, / ella adolescente planchando todo el domingo / las camisas de su padre ferroviario / en la pieza del fondo; / de prisión en prisión se iba a la vida / (...)”
Fijate que desde el epígrafe mismo planteo la relación entre la poesía, la experiencia y lo popular, que es una cuestión que quiero que esté presente. Dice Rubén Naranjo: “Oigo silbar el viento a través de la ventana. No es mi ventana. ¿Será mi viento?”. Es decir, ¿tengo que ser propietario para tener una experiencia? Un niño sin casa, ¿dónde queda el derecho de ese niño a ser niño? ¿Va a dejar de jugar, va a dejar de dibujar, por no tener una casa?; una mujer como Mabel, que le planchaba las camisas al padre obrero, ¿va a dejar de ser artista por ser hija de un obrero?; una mujer trans, ¿va a dejar de bailar con su cuerpo de mujer?; un pintor gay, ¿va a dejar de pintar por su deseo de otro hombre? Expreso es también eso, lo que surge de cada uno como deseo y el ejercicio de la magia como acto político y como política de lo posible. Y esto es muy importante y quiero remarcarlo: yo no pienso el sueño como la ensoñación, la evasión, sino el sueño como posibilidad a realizar, como germen del acontecer, de la vida. Por eso esta idea de que “no somos nada sin el ferrocarril nocturno del sueño”. Plantear al ferrocarril nocturno como “la fuga”, no en el sentido de “me voy de acá”, sino la fuga como “adónde voy”. Esos tipos no iban a cualquier lado, alguien los estaba esperando del otro lado de la frontera, construían utopía. El palenque, el quilombo, eran nuevas comunidades basadas en el derecho a la libertad; no sólo huían de la plantación sino que llegaban al palenque; eso es el sueño para mí, crear una realidad más vivible y no conformarse con lo dado.
-En cuanto al accidente ¿de qué manera impacta en tu vida, en tu escritura?
-Para mí fue algo muy positivo porque me mostró la solidaridad humana. Yo todo el tiempo le encontré sentido a ese accidente, me puso en contacto con la compasión…
-Eso aparece de manera muy patente en algunos de tus poemas: la amiga que te da un beso en la frente antes de entrar al quirófano, la paciente que entra cantando…
-Sí, fue todo muy amable. Y de la experiencia de haber vivido en entornos muy hostiles pasé por una situación donde me encontré cuidada, alimentada, sanada. Para mí fue transformador y fue recuperar la fe y la confianza en la gente.
-Algo de eso mencionás en Letanía(“Mi brazo herido es signo de lo humano. / Es una prueba de civilización, de que hubo alguien cuidando…”).
-Este poema es una reescritura de una anécdota que se atribuye a la antropóloga Margaret Mead. No pude encontrar el texto original, pero se cuenta que una vez le preguntaron a partir de qué objeto encontrado en medio de una excavación podría decirse que hay civilización. Esperaban que ella respondiera, por ejemplo, la escritura, la matemática, algo técnico… pero ella dice: “si hay un hueso quebrado y soldado ahí hay civilización”. Una fractura en estado salvaje es la muerte. Busqué que en el libro apareciera este dejarse cuidar: están los otros dándome de comer, ayudándome a vestir hasta que estuve bien. Por eso luego decidí poner dedicatorias a cada poema, porque detrás de cada uno de estos poemas hay un acto de gratitud. En otros libros el poema ha sido concebido como pieza literaria, en cambio en este libro el poema es agradecimiento. Hacia Mabel Temporelli por haberme confiado y contado su historia; hacia la gente que me sostuvo y me cuidó; hacia los artistas que me mostraron esa maravilla casi en secreto; hacia la generosidad y la hospitalidad. Tanto Tálamo como Expreso, que son libros casi hermanos, tienen muchas dedicatorias. Y te cuento algo más, que me puso muy feliz: cuando presentamos este libro en La Vigil estuvo Ana Luz, la médica que me salvó la vida en la calle.
-Además del cuerpo, y de la materia de los sueños, aparece en este libro el terreno de lo vegetal, que de alguna manera trabaja sobre el cuerpo: cannabis, ayahuasca, plantas de la terraza, microdosis…
-Es lo vivo. Yo hace seis años, durante la misma época que empecé con el diario de sueños, empecé también con mi jardín, con mi amigo Nacho Estepario. Primero él me trajo unas plantas rescatadas de un incendio y yo las puse como en terapia intensiva; yo no sabía que tenía onda con las plantas. Y ahí empecé a ejercitar esa conexión, porque quizás ya la tenía de antes y a lo mejor no lo sabía. Creo que todo esto surge a partir de un episodio de inconsciencia que tuve en medio de una fiebre muy alta, en el invierno de 2016. En un momento dado me desmayé, pero antes de desmayarme sentí que me iba fuera del cuerpo, no ese típico fuera del cuerpo que te ves desde afuera, sentía que mi conciencia no estaba en el cuerpo, que estaba como corrida de lugar. Luego me costó volver a saber quién era. A partir de ahí dejó de interesarme leer y escribir, empecé a dormir y a soñar mucho… También por eso surge el diario de sueños, ya que empecé a escribir buscando entender de alguna manera qué me había pasado. En esa misma época también había empezado análisis y cerca del consultorio había un vivero. Yo pasaba y me quedaba mirando las plantas, a veces compraba alguna... Estaba en un momento de crisis, de una sensación vital de agotamiento, y las plantas de algún modo fueron un reseteo. Tenía 51 años, había empezado análisis muy a fondo, tenía la sensación de que era todo al pedo. Empecé a problematizar el ser artista; tres años antes se había muerto mi hermana… y yo me preguntaba dónde está la realidad de la vida. Y entonces me fui a la materia viva, a las plantas, al sol, a los gatos, me parecía que ahí había un grado de certeza enorme. Justamente en eso tan frágil y efímero que es la vida, se me aparecía lo indestructible, porque muere una planta pero queda la semilla, queda un gajito…
Después también empecé a hacer compost, y a entender que había algo de alquimia allí, esto de transformar la muerte en vida. Ante esa sensación de futilidad, de fragilidad, de impermanencia, trabajar con la naturaleza en este devenir, ver que hay algo después de la muerte… Me aferré mucho a eso con alegría y curiosidad. Me ponía contenta al ver que las plantas crecían, al sentir la capacidad de alimentar a un ser vivo. De pronto, cuando me di cuenta, tenía una selva en mi terraza.
-Pensaba en los versos de Diana Bellessi, esta idea de que construir un jardín es también dejarse tener, dejarse cuidar por él…
-Pensé mucho en ese poema de Diana. Porque yo venía de mucha decepción, con la sensación de haber cometido muchos errores en la vida. Y de pronto fue como entregar todo eso a la tierra. El compost lo empezaron a hacer los gatos. El primer trabajador del compost fue un amiguito que traía el Colo a jugar. A mí el compost se me pudría, y el gatito con las uñitas empezó a removerlo. Y ahí entendí cómo funcionaba. Entre estos animales y plantas había puesto un gajito de salvia fernet que traje del Parque España, lo había plantado Virginia Russo. Esa salvia atraía a los colibríes. Venía uno verde esmeralda, brillante, que metía su piquito en la flor y yo decía: “Se está tomando su fernet de las cinco de la tarde”.
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“Tomar algo de lo cotidiano y cantarle”
Yo soy muy fiel al instante, al concepto de la instantánea como lo trabaja Walter Benjamin cuando trata de pensar el surrealismo. Para él, el surrealismo es una instantánea de la inteligencia europea, la instantánea como la capacidad de captar un momento histórico irrepetible. Por ejemplo, en el poema Después de eso, el mar, no toqué casi nada. A lo mejor acomodé alguna cosita, pero fue muy pequeño, no rehíce todo el poema. Y eso es, de alguna forma, una poética del arte contemporáneo, tomar un procedimiento y seguirlo, usar la improvisación. Sentarme, escribir un poema y que el poema salga. Algo que un poeta de los años cincuenta no hubiera hecho, porque pulía un largo tiempo. Y a mí me gusta mezclar procedimientos vanguardistas, neovanguardistas, que vienen de la plástica, del periodismo... Sentarme con Mabel a hacer esa entrevista, y cuando saqué los anclajes, me quedó un poema. Es el mismo procedimiento que usa Walsh en Esa mujer: hace una entrevista, retira los anclajes, le queda un cuento. Yo hice una entrevista, retiré los anclajes, me quedó un poema. Me interesa ese cruce con otras disciplinas, aunque no sean necesariamente literarias.
También algo que tiene que ver con las vanguardias históricas, al incorporar lo prosaico, que todo un capítulo del libro se llame “Traumatismo en la vía pública” para mí es muy significativo porque es cuando me doy cuenta que quien me atendió en la calle era una médica. Llegamos al hospital, ella me acompañó a hacer el ingreso y dijo en la recepción: “Traumatismo en la vía pública”. Ahí me di cuenta. Y luego decidí usar esa expresión como título. El ready-made, un procedimiento propio del dadaísmo, está muy presente en mi poesía, y es algo que se aleja de la poesía del 50, donde el poeta era un orfebre que creaba íntegramente el poema. También, por ejemplo, incluir dos versiones del mismo poema, como Luna en Piscis, al estilo de dos tomas de una misma canción. En Tálamo está la versión remix. O el recuperar géneros, las Tres odas vegetales remiten a las Odas elementales de Neruda. La oda es un género que me gusta mucho, tomar algo de lo cotidiano y cantarle. En otro libro yo le canto a la arcilla y al alfarero de la vuelta de mi casa, a quien le compré las primeras macetas. Para mí la creación del cántaro es como la creación de un poema, ese estar ahí, en esa atención concentrada sobre esa materia, y trabajando con el ritmo.