Gustavo Cochet, el artista libertario
Un cuidado libro reúne aguafuertes de Gustavo Cochet conocidas como Caprichos, un conjunto de estampas datadas entre 1936 y 1938. Aquí, un fragmento del prólogo.
16 de marzo 2014 · 01:00hs
En 1921 Gustavo Cochet viaja a París para cumplir el servicio militar como hijo de francés. Allí toma contacto con un ambiente artístico convulsionado por la guerra que busca modos de representación acordes a una nueva sensibilidad moderna. Recuerda en su Diario de un Pintor: "A una feliz conjunción debo mi formación artística: Barcelona y París. En la primera me hice al trabajo, al sentido artesano del oficio; como, saturando mi cuerpo con la savia de los pinos, por la montaña, aprendí a amar la naturaleza. En París comprendí el sentido heroico. Allí la llama del ideal se incendió para mientras dure mi vida".
El siglo XIX había sido tan prolífico en indagaciones estéticas como en imaginación política para cuestionar el orden establecido y preguntarse por la relación del hombre con el mundo. Cochet hace referencia a estas búsquedas tomando al impresionismo como la llave del cambio hacia una nueva sensibilidad. Para él la aparición del impresionismo fue una vuelta a la naturaleza en rechazo al academicismo caduco y fósil. Pero toma posición frente a las escuelas que surgieron después de la guerra europea. Considera que en muchas de las experiencias de las vanguardias el arte se fue separando de la naturaleza hacia «especulaciones cerebrales cada vez más complicadas». Esboza una significativa metáfora: "El arte está en la esencia misma del hombre, pero del hombre que no ha perdido contacto con la tierra, y en estos duros momentos el hombre ha perdido la fe, ha perdido el sentido místico de la vida y de su poesía. Se me hace que el hombre es como un barrilete al que mientras el piolín por más que se eleva lo sujeta a la tierra, y sus cabriolas y balanceos obedecen a un ritmo, una concordancia, pero así que el piolín se rompa pierde todo control, su serenidad. Es cierto que entonces describe en el espacio vertiginosas y alocadas volteretas y el espectáculo es más interesante, pero dura poco, pues no tarda el barrilete en venirse al suelo estrepitosamente destrozándose en mil pedazos".
Cochet fue iniciado en su oficio de grabador por el artista catalán, amigo y compañero de ideas libertarias Pere Daura. Esta técnica que requiere rigurosidad y a la que se entrega con dedicación absoluta le lleva a asumir y definir una clara postura de artista artesano, un hombre de oficio que ocupa su lugar en la comunidad de trabajadores, en contraste con la figura del artista bohemio y espectador de su realidad social al que critica por su falta de compromiso. Para él, "...el lema del grabador y acaso el de todo artista, debe ser interpretar el mundo del sentimiento, buscando el contacto afectivo con la materia, comunicándole vida y poesía. No es sólo cuestión de técnica, y menos de frío y académico conocimiento, sino de idealismo, de humildad y pasión por el oficio".
Dice Didi Huberman en su libro Cuando las imágenes toman posición que "tomar posición es desear, es exigir algo, es situarse en el presente y aspirar al futuro". El legado que guarda la casa museo de Cochet permite percibir un sentido del arte situado en un lugar sagrado y, al mismo tiempo, de absoluto compromiso.
Entre sus escritos se encontraban muchos artículos publicados en Tierra y Libertad, desde los cuales debate con las experiencias de las vanguardias artísticas en pleno auge. Cochet afirma que en su eterno deambular de búsquedas y transformaciones el artista busca imprimir a su obra un nuevo acento, de éste proceden las nuevas escuelas y los nuevos estilos, pero el espíritu elevado que mueve la mano del artista es siempre el mismo. Y reflexiona: "¿sería posible hacer algo más depurado y preciso que Mondrian? ¿Qué se podría hacer más sutil que las pinturas de Klee? Pero la ciencia busca descifrar los misterios del universo mientras que el arte es siempre un misterio renovado en el universo. Su esencia, el sentido de eternidad".
La relación de Cochet con las vanguardias artísticas es un tema muy interesante y muy crítico en la revalorización de su figura como artista desde una perspectiva del siglo XXI, debido a su explícito interés por un arte comprensible por el pueblo trabajador. Su labor artística ha sido siempre un trabajo en la línea de la educación visual del proletariado, que alude constantemente al buen sentido de los verdaderos artistas cuyo ser vive en consonancia con el mundo, al abrigo de una consideración sensible y amorosa por los hombres y por la tierra que habitan. La clave de la estética en Cochet se enmarca en este sentido del arte como síntesis expresiva de las aspiraciones colectivas. Este es el modo en que el productor de arte ennoblece su trabajo.