Viernes 22 de diciembre de 1933. Estación Sunchales, luego Rosario Norte. A las 12.30 arriba el tren rápido desde Buenos Aires. En los andenes hay una comitiva expectante: el presidente del Club Español, Víctor Echeverría, el cónsul de España en Rosario, Gonzalo Diéguez Redondo, otros representantes de entidades españolas y algunos periodistas.
La esperada visita deja de un salto el estribo del vagón: es Federico García Lorca. Lo acompaña el periodista y escritor Pablo Suero. Un testigo de aquel momento, el escritor rosarino Horacio Correas, cuenta: "Su acento andaluz, su expresión vivaz, su ademán resuelto y franco, lo convertirían irremisiblemente en el eje del grupo (...) Rápidamente había conquistado la simpatía de todos". Aquel grupo, con algunas variantes, sería el que acompañaría al poeta durante sus días en Rosario.
Sucedió hace exactamente 80 años, un 22 de diciembre como hoy: Federico García Lorca visitaba Rosario. Sólo un par de testimonios escritos, algunas notas de la época y unos pocos recuerdos de terceros quedaron para intentar reconstruir aquel memorable episodio. Respecto a los primeros, sus autores fueron dos periodistas y grandes hombres de la cultura rosarina: Horacio Correas y Raúl Gardelli, ambos periodistas de La Capital, quienes escribieron algunas crónicas (Correas en La Capital en 1946 y 1961, Gardelli en el mismo diario en 1994, en la revista Vasto mundo y en su libro Conmovida memoria). Correas estuvo presente en la conferencia. Gardelli no pudo asistir, debido a sus 18 años y su imposibilidad de costear la entrada.
Transcurría 1933. Este año, Lorca y la Argentina tienen un denominador común: su obra teatral Bodas de sangre. En marzo se produce su estreno en Madrid. En julio, en Buenos Aires, por la compañía de la actriz Lola Membrives, y el 21 de setiembre en Rosario, por esta misma actriz, en el Teatro Odeón (actual Auditorio Fundación). Esta obra dio a conocer en nuestro país a Lorca como autor dramático. Ya se conocía su obra poética a través de la edición de sus libros Romancero gitano y Poema del cante jondo.
El éxito de Bodas de sangre es arrasador. El poeta visita la Argentina para asistir al festejo de sus cien representaciones y para dictar una serie de cuatro conferencias. Tiene tal repercusión que lo que iba a ser una estadía de pocas semanas, se prolongó por casi seis meses.
Luis Bravo y Antonio Robertaccio, periodistas y empresarios teatrales rosarinos, lo convocan para dar su conferencia "Juego y teoría del duende". Rosario, junto con La Plata, fueron las dos únicas ciudades del interior que visitó.
Los recién llegados hicieron un fugaz paso por el Hotel Italia (Maipú 1065, actual Sede de Gobierno de la Universidad Nacional de Rosario), donde pasarían la noche. Luego almorzaron en una cantina ubicada en calle San Juan, frente a la cortada Barón de Mauá. Cuenta Correas: "El acento andaluz del poeta (...) imantaba sobre la bulliciosa reunión, las miradas de los demás comensales (...) extrañados por la existencia de una gente que no hablaba de temas corrientes en la diaria preocupación del medio. Nombres desconocidos, para ellos, de obras y de autores surgían, entre detalles, algunos irreverentes, y anécdotas jocosas (...)".
El ansiado encuentro
Esa noche está a punto de darse el encuentro entre Federico García Lorca y el público rosarino. El lugar: el Teatro Colón (Corrientes 485), cuya platea era ocupada por entre 100 y 150 personas. El encargado de presentarlo fue Pablo Suero, quien le cede luego la palabra con la frase "Vamos, Federico, busca a tu duende."
García Lorca, vestido de smoking, se sentó detrás de una pequeña mesa cubierta por una afelpada carpeta negra. El duende comenzaba a manifestarse en Rosario. Cuenta Correas: "El poeta (...) parecía encantado mientras exhumaba de los archivos de los años figuras de cantaoras y cantaores, famosos oficiantes de la misa pagana del cante jondo, y los pasaba ante los ojos del auditorio con la mágica evocación de su palabra. (...) Su sonrisa se abría en la hueca boca del escenario como una flor de alegría". Y agrega: "Cuando Federico (...) se incorporó, dando fin a sus palabras (...) aquel reducido auditorio rompió el silencio que mantuvo ante la fiesta de imágenes centelleantes del poeta con el entusiasta chocar de sus manos (...) entregado plenamente a la seducción de su sonrisa de muchacho encantado de la vida"
Terminada la conferencia, recitó algunos poemas de su libro Romancero gitano. Se pudo escuchar de boca de su propio autor "Romance de la luna, luna", "Prendimiento de Antoñito el Camborio" y "Romance del emplazado", entre otros. Más tarde, sobre el escenario, firmó libros y programas de mano. Raúl Gardelli recoge el testimonio de otro de los presentes esa noche, Alberto Muzzio: "Esa minoría estaba conmovida, pendiente en extremo de la palabra del conferenciante. Público fervoroso a pesar de los pañuelos que secaban una y otra vez el sudor de frentes y mejillas."
Del teatro Colón, Lorca y sus "cicerones" se dirigieron a una chopería: Luis Bravo, Antonio Robertaccio, Horacio Correas, Pablo Suero, el pintor Julio Vanzo, Fausto Hernández, Modesto Ruiz y Mario Monte, entre otros. Gardelli agrega que esa noche el grupo caminaba por las calles de la ciudad, cuando sucedió algo que años después le contaría Julio Vanzo. Según esta historia, al acercarse al puerto, en la zona donde hoy se encuentra el Monumento a la Bandera, y al ver las rejas que lo cercaban, "García Lorca (...) que muy poco estaría enterado de nuestra geografía, miró con asombro el Paraná caudal y exclamó, preguntando: «¿Tenéis un río?». De inmediato, viendo la verja: «¿Por qué lo habéis encerrado?». Esta frase, leyenda o realidad, trascendió los años como síntesis del encuentro entre García Lorca y Rosario.
La segunda jornada
La segunda y última jornada —el sábado 23— no fue menos agitada. Al mediodía, un banquete en su honor organizado por el cónsul de España y el presidente del Club Español en el Cifré (Sarmiento 722, lujoso restaurant ubicado en el subsuelo del Palacio Fuentes). Luego se dirigieron al Club Español (Rioja 1052). En la sala de música se produjo otro de los momentos más recordados de su visita, inmortalizado en una fotografía. Lo cuenta Correas: "El poeta se sentó al piano y ejecutó un picaresco himno de estudiantes irreverentes sobre el forjador de la lengua castellana, cuya letra cantó con su ronca voz campesina".
Dedicó a Margarita Echeverría una copia manuscrita de una canción suya llamada "Despedida", publicada en su libro Canciones. Luego el grupo pasó por la sala de té de la Tienda La Favorita (Córdoba y Sarmiento). En alguna de las dos jornadas, también fue agasajado en una recepción informal en el Consulado de España (ubicado entonces en Santa Fe 790) y visitó el Hospital Español invitado por Angel García. La visita llegaba a su fin. De La Favorita se trasladaron nuevamente a la Estación Sunchales, desde donde García Lorca y Suero retornarían a Buenos Aires.
La reconstrucción de los días de García Lorca en Rosario fue para quien esto escribe algo tan vívido como si realmente hubiera compartido junto al querido, al admirado Federico su tránsito por la ciudad 80 años atrás. Para concluir, nada mejor que la palabra de Horacio Correas, otro poeta gracias a quien, junto con Gardelli, esta historia no quedó sólo en el mito: "De pie sobre el estribo del vagón que lo devolvía a Buenos Aires, el poeta mostró ampliamente su sonrisa iluminada (...) agitó su mano en señal de despedida. Aquel ademán debe estar dormido en la atmósfera de Sunchales. Es cosa de advertirlo para que sea respetado por todos los que lo sepan".