Melina Torres no es rosarina, pero sus novelas, “Pobres corazones”, la primera que presentó a Silvana Aguirre, la jefa del Departamento de Criminalística de la policía de Rosario, su personaje fetiche, y ahora, “Zona liberada”, sí lo son, son rosarinas hasta la médula, sus paisajes, el ritmo de la ciudad, el narco, la maldición que aqueja a los rosarinos que viven bajo la sombra del mal, el río, las quemas de las islas, Central, Newell’s y también El Cairo, Sunderland, Junior, Vía Apia, bares, pizzerías, restaurantes que los rosarinos hicieron suyos a fuerza de costumbre y de tiempo.
“No soy de la República Autónoma de Rosario”, admite risueña, pero aclara igualmente risueña: “Fijate que viví en dos ciudades que importan mucho, Barcelona, y para un catalán decir que vive en Barcelona importa y mucho y para un rosarino decir que es rosarino importa mucho y yo no sabía lo que era ser de Rosario hasta que vine a vivir a Rosario y de eso me mofo un poco, sí, pero no me van a venir los rosarinos a sacarme la nacionalidad”.
Estudió en Rosario -es licenciada en Comunicación Social-, viven en Rosario y sus hijos nacieron en Rosario, aclara como para que no queden dudas de que conoce y quiere a la ciudad que eligió que sea el escenario de sus novelas policiales. También, como no es nacida y criada en Rosario, reconoce un sentido de pertenencia a un litoral que, en su relato, es más idílico que real y lo revela en “Zona liberada”, donde la muerte, el misterio que da pie a la historia, sucede en la isla, que no es rosarina ni siquiera santafesina sino de Entre Ríos, una isla que, pese al calor, a los mosquitos, seduce a Aguirre, pero no tanto como para se olvide la gran ciudad, que para ella, acaso para Torres también, es Rosario.
“La hice cruzar a la isla, porque yo quería que se fuera, que es una manera de salirme yo también, me di ese gusto, que para un rosarino puede ser exótico, los yuyos, el sauce llorón, el río, pero que para mí es normal”, cuenta haciendo un esfuerzo por no spoilear la novela, y reconoce que por más que suba a Aguirre a una lancha y la lleve tan lejos como pueda de Rosario es imposible que se sustraiga de la violencia narco que domina a la ciudad, aún cuando esta vez la muerte que investiga esté a años luz de esa realidad.
Parece imposible contar a Rosario hoy sin dar cuenta de esa realidad y ella lo reconoce con un ejemplo práctico: “Mando mis hijos a la escuela pública y dejamos de ir una semana porque hubo amenaza de balaceras”, pero aclara: “También se puede contar otra Rosario, por qué si nos pasa esto no cerramos la puerta y nos vamos, porque estamos enamorados de esta ciudad, porque tiene ese río hermoso, porque se puede caminar, es la ciudad más hermosa del país, tiene el lugar más hermoso del país, que es el Rosedal, no hay un parque como el Rosedal, no hay un parque donde te puedas sentar y sientas ese perfume, por eso amamos a Rosario, por eso no nos vamos”.