Qué jugador Julián Álvarez, el pibe de Calchines de 22 años que no se cansa de batir marcas desde que el Muñeco Gallardo lo llevó a la reserva de River con 18 años y hasta lo metió en la final de la Copa Libertadores que le ganó a Boca en Madrid. Y que con apenas 21 años su pase fue transferido a Manchester City en 24 millones de dólares.
El delantero cordobés llegó a la selección el 3 de junio del año pasado, en el partido contra Chile por las eliminatorias, cuando reemplazó a Ángel Di María en el final, pero fue de los últimos que se ganaron el lugar en la lista definitiva del Mundial, junto a Enzo Fernández y Alexis Mac Allister, y hoy son titulares inamovibles.
Además, Álvarez comenzó el Mundial de Qatar sentado en el banco en los dos primeros partidos, pero a fuerza de goles y una entrega conmovedora le ganó el puesto a Lautaro Martínez, el centrodelantero titular de Scaloni.
Julián ingresó desde el banco contra Arabia Saudita y México, en ambos en los primeros minutos del complemento, y fue titular inamovible desde entonces: contra Polonia, Australia, Países Bajos y Croacia.
La Araña comenzó a ganarse el puesto cuando entró a los 18 minutos del complemento contra México y al partido siguiente, el clave también ante Polonia. Allí recibió una gran asistencia de Enzo Fernández por la izquierda del área, de espaldas al arco, enganchó hacia el medio, pasó a un defensor y la clavó de derecha en el ángulo superior izquierdo. Fue el golazo que definió el pasaporte a octavos de final. Ahí mismo empezó a ganarle la pulseada a Lautaro Martínez, al extremo que no salió más.
El exdelantero de River volvió a convertir el segundo gol en la victoria contra Australia 2-1, también en el complemento. Fue cuando Rodrigo De Paul presionó a dos defensores y al arquero, y él le robó la pelota en un pique hacia la derecha, que definió con una precisa mediavuelta de derecha para que la pelota ingresara en cámara lenta, junto al segundo palo. Otro tanto importante para asegurar la clasificación a cuartos de final, en un partido que se complicó en el final por el gol en contra de Enzo Fernández, que hizo sufrir a la patria futbolera hasta el último centro y el remate de Garang Kuo, que felizmente taparon las manos mágicas del Dibu Martínez.
Julián Álvarez fue clave en la jugada del primer gol a Croacia (le hicieron el penal que marcó Messi), anotó los otros dos y regó el campo con una actuación y una entrega conmovedoras, en sintonía con la selección nacional, que jugó un partidazo en el que ganó, goleó y gustó en esta inolvidable semifinal contra Croacia, cuando escribió otra página dorada de la gloriosa historia del fútbol argentino.
A los 39 minutos del primer tiempo Messi le metió un gran pase, desde mediacancha, y Álvarez comenzó una carrera imparable, de unos 50 metros, en una jugada que los memoriosos comparan con el segundo gol del Matador, Mario Alberto Kempes, en la victoria de la final contra Holanda en Argentina 78. Julián entró al área y gambeteó a un defensor, al que rebotó la pelota y le quedó al delantero, repitió la jugada con un segundo marcador, con otro rebote a favor, y la terminó con una precisa definición de derecha, cuando la punteó ante la salida del arquero. En realidad, este gol hizo recordar al de aquella final gloriosa por el doble rebote que le permitió a Álvarez llevarse la pelota dentro del área, pero no por la definición. Kempes lo hizo de atropellada entre los dos zagueros que cayeron como muñecos, a diferencia de Julián, a quien le alcanzó con puntearla ante el último manotazo estéril del arquero.
Y en el comienzo del complemento Álvarez coronó con un toque de derecha a la red la jugada maradoniana de Messi, quien gambeteó tres veces al defensor Gvardiol (el de la máscara), al que pasó y esperó en cada jugada, por la derecha del área.
Así, como Diego, cuando convirtió los dos goles de la victoria 2-0 sobre Bélgica en la semifinal de México 86, Julián repitió esa marca en la goleada contra Croacia, en esta selección que encendió más aún la ilusión de la patria futbolera, que sueña despierta con la gloria mundial en esta ansiada final del domingo, que se hizo esperar 36 años.