“Cuando era chiquito tuve un técnico que estaba medio loco. Un día, no salté en un córner y, al terminar el entrenamiento, me miró y me dijo «sos un cagón, sos un desastre, nunca vas a llegar a nada. Vas a ser un fracaso». Antes de que terminara de hablar yo ya estaba llorando delante de todos mis compañeritos y salí corriendo de la cancha”. Firma: Ángel Di María. La pregunta que resulta de forma automática es: ¿Dónde estará ese pobre tipo en este momento?. Tengo la respuesta, seguramente sigue festejando el campeonato del mundo que logró Argentina, con Angelito como figura descollante. Fideo se la devolvió, porque también lo hizo llorar, pero de emoción.
En la jerga de autoayuda, retroceder sólo es para tomar envión. Entre tantas lesiones en momentos cúspide de su carrera, dolorosas eliminaciones en mundiales, con una final que vio desde la tribuna en 2014, en aquella fatídica definición con Alemania en el Maracaná que siguió resquebrajando el corazón del futbolero albiceleste mucho tiempo después, ¡vaya si dolió ese gol de Götze! Pero el fútbol le tenía preparado a Angelito una dulce revancha.
Del pibe acunado por El Torito, aquel que hizo delirar a los hinchas canallas, a la consagración total. Las historias (siempre) se deben contar completas y desde su génesis. “Imaginen esto: una mujer andando en bicicleta por todo Rosario, con un pibe atrás y una nenita adelante, más un bolso deportivo, con mis botines y algo de comer, en el canasto de adelante. En subida, en bajada. Con lluvia, en el frío, de noche. Mi mamá sólo seguía pedaleando. Graciela nos llevaba donde tuviéramos que ir”. La mamá del Ángel.
Si hacemos un álbum de figuritas sobre la carrera de Fideo, la imagen que será descripta a continuación tiene que estar incluida obligatoriamente. Juegos Olímpicos de Pekín, 2008, Argentina frente a Nigeria, por la medalla de oro. Partido difícil, tuvieron que aparecer ellos, cuándo no. Messi frotó la lámpara, buscó a Di María, que la empalmó por encima de la figura del arquero nigeriano. Muchachitos de oro. “Ese torneo me dio la oportunidad de jugar con Leo, el extraterrestre, el genio. Y metí el gol que le da el oro a la selección, no se pueden imaginar esa sensación”.
No es exagerado decir que Ángel Di María es uno de los jugadores argentinos más decisivos de la historia. Aunque eso será relatado más adelante, a veces la ansiedad traiciona. Transitado el camino por las juveniles, llegaba el tiempo de eyectarse a la mayor y a disputar su primer Mundial en Sudáfrica 2010. Un recorrido previo que no fue fácil, con unas sufridas eliminatorias que dejaron aquel histórico triunfo ante Perú bajo una lluvia torrencial y con la imagen imborrable de Diego chapoteando en el festejo. El final no fue feliz.
Fue borrón y cuenta nueva. Volver a empezar, que aún no termina el juego. Mundial de Brasil a la vista, con Sabella a la cabeza, y Di María como pieza fundamental del plantel. Por nivel y madurez. La expectativa popular no era alta. Era casi un “vamos a ver qué pasa”. Pero el equipo fue contagiando, de a poco. Goles heroicos de Messi en fase de grupos, otro con el mismo tinte de Angelito ante Suiza en octavos, las corajeadas de Mascherano, todas acciones que se tomaron como bandera para alimentar una ilusión que venía encendiéndose tímidamente a medida que pasaban los encuentros. Y llegó la maldita lesión que lo marginó a Fideo de la definición mundialista. “La mañana de la final del Mundial 2014 yo estaba sentado en la camilla a punto de recibir una infiltración en la pierna. Me había desgarrado el muslo en los cuartos ante Bélgica, pero con la ayuda de los antiinflamatorios, ya podía correr sin sentir nada. Les dije a los preparadores estas palabras textuales: «Si me rompo, déjenme que me siga rompiendo. No me importa. Sólo quiero estar para jugar». Llega el médico, Daniel Martínez, con una carta que había enviado Real Madrid diciendo que no estaba en condiciones de jugar. Rompí el papel en pedacitos. Quería jugar ese día, incluso si se terminaba mi carrera”.
Llegaron los reveses en Copa América, ciclos sin rumbo, sin tierra a la vista. Pero Ángel lo intentaba. Ya con Scaloni capitaneando el barco, apareció el primer vestigio de una estructura enorme que se estaba levantando sin saber dónde ni cómo iba a terminar. Más que una selección, se convirtió en un grupo de amigos. De buenos amigos.
Vuelta al Maracaná, para sacar la espina. Brasil enfrente, con todo lo que significaba, en su casa. Argentina se le plantó como Rocky a Drago y lo tumbó. Pase de De Paul, recibió Di María y globo ante la salida de Ederson. “Cuando la tiró por arriba pensé que pegaba en el travesaño”, relató asustado Lautaro Martínez. Pero Ángel sabía que tenía destino de gol: “Cuando tocás la pelota y sabés que le pegaste bien, ya está”. Argentina campeón de Copa América y primer título grande después de 28 años. ¡Qué desahogo!
Era imposible no creer. Con Qatar a la vuelta de la esquina, se hizo imposible no pensar más en grande. Tocar la gloria máxima del fútbol, spasar a la historia. No fue el debut deseado ante Arabia, hubo que dar una prueba de carácter para ver de qué estaba hecho el equipo. Casi como una jugarreta nefasta que revivió viejos fantasmas, Angelito salió tocado del partido ante Polonia y su presencia en la etapa eliminatoria era un misterio. Sí, volvió a pasar. Pero la historia no estaba sentenciada. “Vas a volver Ángel, vas a volver hijo”, le dijo Graciela cuando era chiquito y lo marginaban del equipo. Mire usted si volvió Graciela. Pudo jugar la final del mundo, la rompió, le hicieron un penal, metió un gol y salió campeón. Dijo Fideo después de la final de 2014: “Con una mano en el corazón, lo único que quería era que lográramos nuestro sueño. Quería que se nos recordara como leyendas en nuestro país”. ¿Sabés qué? Lo lograste Angelito, sos leyenda.
"Di María y el gol clave del ciclo Scaloni"
En la última Copa América de 2021 Argentina se enfrentó en la final a Brasil en el Maracaná. Y allí fue victoria de la Scaloneta por 1 a 0, con un golazo de emboquillada de Ángel Di María. Ese gol de Fideo sirvió para cortar la sequía de títulos de la selección y comenzar el sueño mundialista.
"Así se juegan las finales, a ganar o morir"
“Así se juegan las finales, a ganar o morir. Se ganó. Nos pudimos dar una alegría a nosotros, a nuestras familias, que son los que sufren por nosotros, y a la locura que hay en Argentina”, resaltó Ángel Di María, autor del segundo gol y de la jugada del penal que metió Messi. “No tengo palabras para agradecerle a Dios. De todo lo que me dio, de las revanchas que me dio. Del Maracaná, Wembley, acá... Ya no tengo palabras de agradecimiento para él. Cuando me sacó y estaba en el banco recé como 800 veces, le pedí que nos ayude a poder lograrlo y nos dio esa alegría”, confesó Fideo. “A la gente de Argentina le digo que somos campeones del mundo. Que es para ellos. Antes cuando no ganábamos no es que no queríamos, es que no se nos daba, y se dio en Qatar”, completó Di María.