Otra vez, los sismógrafos fallaron. Las placas tectónicas de la sociedad se estaban moviendo, pero ni los candidatos ni quienes se dedican a auscultar la sociedad lo advirtieron. El batacazo de Javier Milei provocó un terremoto de 6 puntos en la escala Richter que sacudió a todas las estructuras de poder de la Argentina. Ninguna salió indemne de las Paso.
Un tercio del electorado se levantó este domingo y fue a firmar el acta de defunción de la grieta que alimentaron durante una década y media el peronismo y Juntos por el Cambio.
Esa masa de indignados concurrió a las urnas a trazar otra línea divisoria: la sociedad contra la casta. Más de siete millones de personas marcharon hacia las escuelas y tomaron la boleta de Milei para castigar a una dirigencia incapaz de dar respuesta a demandas básicas como estabilidad económica y seguridad.
Sin embargo, Milei fue algo más que el vehículo para canalizar la frustración con una economía estancada durante más de diez años, a la que le cuesta crear empleo privado de calidad y con una suba de precios desbocada que carcome los salarios, y con un elenco político que actúa un guión que cada vez despierta menos interés.
Milei también expresó un deseo de orden. Al igual que otras derechas radicales que buscan un anclaje en el pasado, el líder de la Libertad Avanza metió la mano en el arcón de la historia y rescató a Carlos Menem y Domingo Cavallo. Dos figuras malditas y negadas por quienes ascendieron en la política al lado suyo pero que crearon el último plan exitoso de estabilización: la convertibilidad.
En tiempos donde los gurúes electorales recomiendan repetir frases zocaleras de impacto, pero sin entrar en el resbaladizo terreno de las propuestas, Milei propone su forma para ponerle el cascabel al gato de la inflación: la dolarización. Un camino por el que sólo se adentró un puñado de economías marginales y que no sirvió para ponerlas en la senda del desarrollo, pero que resulta una hoja de ruta tentadora para los que se quemaron con varias crisis y ven un peso y lloran.
Además, también Milei logró maridar en una misma plataforma su programa económico con el grito de quienes ven amenazado su status con los avances en materia de igualdad de género y diversidad.
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Profeta del liberalismo para unos, rockstar enojado y un especie de Bombita que le pega puñetazos a las ventanillas de una administración pública ineficaz y parasitaria para la mayoría, Milei logró hablarle a la sociedad realmente existente. Sobre todo, a un nuevo mundo del trabajo astillado y poblado por trabajadores informales. Un archipiélago de Individuos ajenos al universo de organizaciones colectivas asociadas al peronismo. Para ellos, el Estado es, literalmente, un palo en la rueda de la bicicleta.
Esa revuelta de la periferia contra el centro no es sólo sociológica y política sino también geográfica. Milei ganó en 16 de las 24 provincias pero estuvo por debajo del promedio en las Buenos Aires, las fortalezas a las que se aferran Juntos y el peronismo.
Pase lo que pase en octubre, Milei podrá decir, a lo Margarita Stolbizer, que ya ganó. Reseteó la agenda y alteró el eje de rotación del sistema político argentino. Ahora, el centro es Patricia Bullrich.
Con una fuerza nueva, armada en tiempo récord, a los ponchazos y no sin escándalos, el candidato más votado pulverizó el mito de la estructura. No hizo falta movilizar ni reclutar un ejército de fiscales. La ola violeta hizo naufragar a todos los aparatos.
El caso paradigmático es Horacio Rodríguez Larreta. Al comando de la poderosa maquinaria económica y publicitaria del gobierno porteño, apiló dirigentes en una superestructura en apariencia potente pero que no tenía anclaje en el territorio.
El batacazo de Milei dejó a Juntos y a Unión por la Patria con el búnker lleno de preguntas. Ahora se abre un triangular para definir quiénes pasan a la final. En estos 69 días que faltan para las generales cada espacio tratará de marcar la cancha a su favor. La Libertad Avanza, lo viejo versus lo nuevo. Juntos, el orden o el caos. UP, derechos versus ajuste.
Cada candidato tiene su propio desafío para las generales. Milei, proyectarse como un líder con capacidad para gobernar. Bullrich, disputar voto útil con Milei sin mimetizarse, y a la vez conservar votos de Larreta, sin diluirse. Massa, mantener la economía bajo control, generar expectativas de futuro y movilizar a su favor a un segmento de los diez millones de votantes que le dieron la espalda a las elecciones.
En todo caso, la decisión está en manos de un electorado volátil, donde las identidades partidarias pesan cada vez menos y que se para ante cada cada elección como un usuario de una plataforma de contenidos on demand.
La Argentina salió de las Paso con tanta o más incertidumbre que antes. Se produjo un terremoto. Las placas tectónicas se siguen moviendo. Depende de la política reforzar sus estructuras o corren riesgo de derrumbe.