El senador nacional Omar Perotti, quien desde el 10 de diciembre próximo será el décimo gobernador de la provincia desde la recuperación democrática, tiene una única herramienta para evitar fracasar y dejar a los peronistas sin la ilusión una nueva década bajo el signo de los dedos en V, y es que sus promesas, por muy difíciles que suenen, no caigan en saco roto. Para ello, deberá incrementar la producción, crear empleos y borrar la inseguridad de la cotidianidad de los ciudadanos. Ni mas ni menos.
Al "gringo piamontés" de Rafaela le cayó la taba de su lado y no es la primera vez en su larga carrera política, que inició siendo un veinteañero allá por los tempranos 80, cuando de la mano del peronismo, movimiento al que siempre perteneció y hoy exhibe esa fidelidad como una virtud frente a la actual volatilidad de las lealtades partidarias, se alzó con la presidencia del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Aquellas asambleas universitarias, en las que templó sus habilidades, su olfato y sus aspiraciones, fueron el soplo que cuarenta años después trocó en el ventarrón que, primero, juntó a todo lo que oliera a peronismo y, después, le permitió acariciar su sueño, no ya de ser gobernador sino un estandarte redentor partidario que terminó con más de una década de destierro del poder provincial.
Era ahora o nunca, dicen que repitió a cada uno de los peronistas que quisieron escucharlo cuando intentaba tejer un frente que oficiara de paraguas para no dejar a nadie a la intemperie. La primera prueba a su muñeca fue haber contenido a la dama más díscola de su ambiente: María Eugenia Bielsa, la mujer peronista que más alto escaló en el Ejecutivo provincial cuando llegó a ser la numero dos de Jorge Obeid.
Si no sedujo a la ex vicegobernadora para que se baje, se las ingenió para que no se alejara y, tras alguna demora, le concediera la foto juntos, que le permitió decir —más en serio que en broma— que a partir de ahí iría a reclamarles a los socialistas el gobierno que le arrebataron en 2007.
El sentimiento de hegemonía en el PJ es tal que no sólo mezcla agua y aceite sino que siempre considera al poder como un derecho propio por imperativo categórico. En su campaña buscó, y al parecer logró, recuperar esa identitaria convicción de pertenencia. Su frente se llamó Juntos y quedó todo dicho.
La señal
Ayer, a las 20.12, visitó la sede de su partido en su ciudad y por LT9 avisó a toda la provincia que estaba ganando. De inmediato, todos sacaron la conclusión que esperaba: "El Gringo no se larga a decir eso si no está seguro".
La estrategia de instalar la idea de una victoria electoral bien temprano había comenzado mucho antes, cuando el presidente del PJ provincial, Ricardo Olivera, anunció también que sus mediciones le indicaban con seguridad que ganaban con amplio margen.
Perotti usó esa entusiasta estimación, pero especulación al fin, como un instancia de autoridad para respaldar el desvío de su conducta habitual. Si dejó de lado su proverbial cautela (tan célebre como algunas de sus otras obsesiones), es porque estaba seguro. Aunque esa seguridad la diera otro, con datos eventuales. "El tiene mejor información que yo porque la está recibiendo de toda la provincia", aseguró.
A los pocos minutos, las redes del país y no pocos medios titulaban que Perotti se consagraba ganador. Una audacia ajena a su fama de tiempista en la política, pero que parece enmarcar un perfil más confrontativo.
"Hay que cortar los vínculos con el delito y con el narcotráfico", fue la aseveración con la que acompañó sus promesas en el acto de cierre de campaña en la ciudad de la que fuera intendente en tres oportunidades, nada menos. Ayer, el PJ retuvo esa Municipalidad.
Fue también la única respuesta a sus adversarios del oficialismo, a los que —hizo notar en toda la campaña— no les respondió una sola crítica, acusación ni operación de ninguna clase. Una respuesta que, junto a la creación de producción y empleo, son desde sus propias limitaciones. Si no cumple, la idea de perdurabilidad (que en el PJ es insondable del poder) resultará insostenible. Ergo, fracasará.
Y su historia indica, como bien recuerda su trayectoria, que siempre buscó rubricar sus desempeños en los cargos con el reconocimiento: premios como administrador, de fundaciones prestigiosas o universidades extranjeras. Pero, sobre todo, haber pasado de conducir las asambleas universitarias a una de las ciudades afamadas como prolija y exportadora, integrar el Senado provincial, Diputados de la Nación o ser hoy vicepresidente de la Cámara alta del país.
En 2015, Perotti lo intentó y no pudo. Este año, el senador desafió con que pondría "de pie al gigante". Y esa singular consigna le dio resultado. La contracara fue que acusó al socialismo de tener dormida a la provincia. Ahora debe despertarlo y no le alcanzarán las consignas. Y más: prometió a las corrientes de época "paz y orden".
Perotti deberá aumentar la producción y el empleo y borrar la inseguridad de la cotidianidad de los ciudadanos