El politólogo Natalio Botana advirtió que el presidente Mauricio Macri enfrenta "tres tormentas perfectas" que dificultan el arranque de su gobierno: el déficit fiscal, la crisis de Brasil y las inundaciones que afectan al sector agropecuario. Sobre la "herencia" económica que le dejó el kirchnerismo fue lapidario: "Aquí hay un clima de Estado arrasado", dijo, y sostuvo que el gobierno anterior "despilfarró" los recursos públicos, a lo que se deben agregar los hechos de corrupción que se están ventilando en los Tribunales con la saga que tiene en primerísimo primer plano al empresario santacruceño Lázaro Báez.
El catedrático porteño estuvo la semana pasada en Rosario, donde fue distinguido con el título de doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Rosario. En diálogo con La Capital , se refirió a la coyuntura política, dominada en parte por las causas judiciales que rozan a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
—¿Cree que la Justicia avanza hacia una suerte de mani pulite a la argentina?
—Hay varios problemas vinculados a su pregunta. Uno es el estado de la Justicia federal, que es complejo porque se advierte que los jueces actúan una vez que concluye un gobierno. Esto responde a intenciones de ellos mismos y a un problema muy serio que tiene la organización judicial argentina, que es la lentitud del procedimiento. El segundo problema es la cultura política sobre la cual se realiza este tipo de procesos. Hay una lección muy complicada del caso italiano que demuestra que las mani pulite limpiaron el sistema político, pero después lo que vino no fue para entusiasmarse: un populismo de derecha, un maridaje entre poder político, mediático y deportivo, como fue el caso de Silvio Berlusconi.
—¿Le parece sospechoso este apuro judicial en algunas causas?
—Veo que se está avanzando muy rápido, y eso está poniendo al descubierto un problema gigantesco en la política argentina y el futuro desarrollo económico del país. Porque tenemos el patrimonialismo enquistado en el Estado, el uso del Estado para enriquecimiento privado. Uno, al observar esto, se pregunta la oportunidad que hemos perdido por el despilfarro de obra pública: todo fue a parar a una corrupción sobre la que todavía no sabemos hasta dónde llegan las conexiones últimas.
—¿Se va a investigar más allá de Lázaro Báez?
—Hasta ahora hay un envión de investigación muy intenso. Habrá que seguirlo muy de cerca, pero esto pone sobre el tapete otro problema gravísimo. Cuando tenemos una clase política que roba, lo que se rompe es el circuito de confianza entre la ciudadanía y el gobierno, y cuando sucede esto se quiebra la base de legitimidad sin la cual un sistema democrático no puede funcionar.
—Otra lectura posible es que el gobierno fogonea estos casos judiciales para tapar las malas noticias. ¿Es atinada esta hipótesis?
—En alguna medida, sí, pero hay una cosa fundamental: el gobierno no tiene que impulsar nada. Algo que debemos aprender todos los argentinos, y todos somos ignorantes prácticos en esto, es que la función esencial en una democracia republicana es la división de poderes. Para controlar al Poder Ejecutivo y Legislativo es necesario una Justicia independiente. Yo creo que este gobierno no está influyendo sobre los jueces, aunque le viene muy bien estas cosas cuando tiene que afrontar las tres tormentas perfectas.
—¿Cuáles son esas tormentas?
—Macri hace cuatro meses que está en el gobierno y asume con un Estado totalmente desarticulado, gravemente herido por los problemas de corrupción. Y con un déficit fiscal del 7 por ciento del PBI, que es algo estremecedor. Esto demuestra el despilfarro que ha habido durante la época de abundancia en materia fiscal. El kirchnerismo dejó un Estado arrasado. Poner este Estado en forma es muy complicado porque, además, la presión fiscal es muy alta para la gente que trabaja en blanco. Se están subiendo las tarifas porque es imposible funcionar con el sistema de subsidios que había antes. Es muy difícil poner en caja fiscalmente a la Argentina; todas las grandes crisis económicas del país tienen un origen fiscal. Esto significa que las demandas populares desbordan los recursos con los que cuenta el Estado. La segunda tormenta es Brasil. Cuando Brasil decae, estamos en problemas con las industrias, porque se está perdiendo capacidad exportadora, porque no se puede fácilmente sustituir la exportación de un automóvil a Brasil a otro mercado del mundo, porque ahí las reglas de la competencia son mucho más severas. Y la tercera tormenta es la climática, que en Buenos Aires no se ve con la angustia que se ve acá en Santa Fe, Entre Ríos y todo el Litoral. Estamos perdiendo mucha capacidad exportadora por el lado del sector agropecuario, cuando este sector, por las medidas que adoptó Macri, tendría que ser el sector más dinámico.
—El gobierno dice que a partir del segundo semestre viene la remontada. ¿Es puro voluntarismo o tiene asidero este pronóstico?
—Siempre y cuando mantenga la palabra empeñada de no aumentar más las tarifas, esto se puede dar. Me inclino a ver las encuestas de precios que se están haciendo. Fuera de los aumentos tarifarios, pareciera que los precios se están incrementando entre 1 y 1,25 por ciento, sobre todo los precios de alimentos, que es lo que más me interesa y que atañe a los sectores más desprotegidos.
—Cristina Kirchner gobernó con un sindicalismo dividido y Macri, a los pocos meses, logró juntarlos. ¿Cuáles serían las consecuencias para el gobierno con este escenario gremial?
—Macri tiene que prestar atención a esto. Una de las características sobresalientes es que cuando el peronismo gobierna, el sindicalismo está dividido, y cuando el peronismo no gobierna, el sindicalismo se une y es el ariete de la oposición. Hay que ver lo que sucedió con el gobierno de Raúl Alfonsín. Ahí está todo dicho.
—¿Punta de lanza de la oposición para desestabilizar al gobierno de Macri?
—No creo, pero el PJ lo que está enviando a la sociedad son dos mensajes de unidad. Uno en el plano sindical y otro en el plano político, eliminando de la conducción al cristinismo y a La Cámpora. Ahora este mensaje no es para entusiasmarse ni para esperar una gran renovación: un viejo gobernador ligado a los sectores mineros como José Luis Gioja y Daniel Scioli, que ya sabemos lo que es, y sentado junto a los dos un señor feudal como Gildo Insfrán. Pero por lo menos es el peronismo no kirchnerista que se presenta unido.
—Esta marginalidad del kirchnerismo contrasta con un hecho puntual: cuando reapareció Cristina en el acto de Comodoro Py obligó a casi todos los opositores a endurecer su discurso contra Macri.
—De eso no hay duda, porque no pueden dejarle a Cristina el campo de la oposición. Esto, en última instancia, perjudica al gobierno. Pero el drama de Cristina va por el lado judicial, en la medida en que las conexiones empiecen a apuntar hacia ella.
—¿Se imagina a Cristina presa?
—Me cuesta trabajo, pero veo un dinamismo en la Justicia muy intenso. Tampoco me olvido que Menem estuvo preso.
—Pero si yendo a declarar en una causa judicial, que sostienen que es la más débil de las que hay en su contra, concentró a esa cantidad de personas, ¿imagina cuál va a ser el clima social si Cristina va presa?
—Pero ahí hay un problema más serio, porque si va presa va a haber un conocimiento público mucho más detallado de los fenómenos de corrupción. Lo que puede llegar a conocerse, si se conoce, puede ser muy espeso. No puedo pronosticar el futuro, pero si me baso en los resultados que ha tenido un liderazgo tan popular como el de Lula en Brasil: cuando se lo ve vinculado a la corrupción, ese liderazgo se diluye. Tengo la sensación de que los tema de corrupción en América latina ha ganado estado público en la agenda de los temas fundamentales que hay que resolver.