"La alternativa a este gobierno debe ser progresista. Pero el kirchnerismo no es progresismo. No son progresistas los que se llenaron los bolsillos a costa de los 12 millones de pobres que dejaron. Pero no hay que acelerar el escenario electoral", asegura Margarita Stolbizer, quien pasó por Rosario y cumplió una serie de actividades con integrantes de su partido (GEN) y se reunió con el gobernador Miguel Lifschitz, entre otros referentes del Frente Progresista.
En una entrevista con LaCapital, la ex candidata presidencial criticó la marcha del gobierno nacional, reivindicó su vínculo político con Sergio Massa y se horrorizó ante la posibilidad de que el kirchnerismo pueda volver al poder.
—¿Cómo ve la marcha del país?
—Comparto la desazón y la incertidumbre frente a un gobierno que, lejos de las cosas que prometió —como que tenía "el mejor equipo de los últimos 50 años"—, no mostró más que fracasos e improvisación. La impericia es enorme. Y no hay reconocimiento de problemas y responsabilidades. Todo esto se agravó con el discurso del presidente, la semana pasada, donde no manifiesta responsabilidad y autocrítica. Dice que la culpa es del exterior y de los cuadernos. Insólito.
—¿Y hay un problema político?
—Es lo que termina decantando en una crisis económica y social. Se sale de eso con un acuerdo político, y el gobierno no tiene esa voluntad, de ninguna manera. No quiere crear consensos. Y es político por la forma en que vinieron engañando a todos diciendo que las cosas estaban bien y, de pronto, salieron disparados a buscar al FMI. Es una fórmula fracasada, Y hay que analizar la crisis de lo últimos días como una consecuencia de un proceso. La economía no se debe analizar desde la macro o desde el dólar, sino de la perspectiva del bolsillo. A la gente no le alcanza para pagar la luz y no tiene una actualización de su salario. La disparada del dólar licuó los salarios y subió los precios, desde la nafta hasta los alimentos. Todo esto tiene consecuencias sociales. Lo peor es que hay un gobierno que no reacciona, porque no registra el problema de la gente.
—Macri reivindica que hubo dos días de cierta estabilidad cambiaria, pero eso ya importa poco. Toda la economía quedó desfasada por la devaluación.
—Claro. Cuánto nos costó. Un ejemplo, mientras venía a hacer la entrevista. Compramos un turrón con mi equipo, y había subido un 40 por ciento. Hay una inflación inercial, pero ahora impacta por el dólar. El gobierno se pone contento porque el FMI le palmea la espalda, pero hay que escuchar a la gente. Se cayó la industria y se cayó el consumo. Las pymes, ante semejante crisis, no pueden pagar las facturas de luz, entonces suspende o despide trabajadores. Y eso lleva intranquilidad a las familias. Además del drama de no pagar las facturas está lo de tener un desocupado en la casa. Y el gobierno instaló con mucha eficacia eso de que no hay que gastar más de lo que entra, y que un país así no funciona. Entonces restringen el consumo. El tema es saber quién paga los costos del ajuste. Es necesario discutir no el ajuste del gasto, sino el ajuste del déficit. El costo no lo pueden pagar los pibes del conurbano, sino los argentinos que tienen millones en el exterior. Hay gente que tiene inversiones afuera de la Argentina que no se tocan. Eso es falta de ejemplaridad, porque muchos de los que tienen su plata afuera son funcionarios del gobierno.
—Hay un escenario ideal para la aparición de una nueva alternativa, porque los gobiernos kirchneristas están atravesados por la corrupción, y el gobierno macrista por la mala economía.
—Nos embromaron los que estaban antes, porque saquearon el país, y ahora nos embroman estos, no sólo porque no resuelvan los problemas sino que prometieron que iban a sacar de encima a los otros. La gente votó a Macri porque era el que, creían, les aseguraba más batalla contra Cristina. Sin embargo, Cambiemos mantiene a Cristina latente y arriba del escenario, porque les conviene. Es un llamado a la responsabilidad de quienes podemos construir un espacio político diferente. La salida del macrismo no puede ser volver al pasado. Me horroriza ver a Cristina sentada en el Senado, y más me horroriza que ella pueda ser una alternativa. Estoy convencido de que ella era la jefa de la banda, de una asociación ilícita. Y las pruebas están. Hay que construir un progresismo innovador frente a un gobierno conservador. La alternativa a este gobierno debe ser progresista. Pero el kirchnerismo no es progresismo. No son progresistas los que se llenaron los bolsillos a costa de los 12 millones de pobres que dejaron. Pero no hay que acelerar el escenario electoral. Esto se debe discutir en 2019, aislando a los violentos y los ultras. Aislar a los que pretenden que todo se incendie o que Macri se vaya antes. No me van a encontrar ahí.
—El riesgo es que aparezca una opción de la antipolítica, como sucede en Brasil.
—En Brasil aparece cuestionado un modelo que le permitió a la gente vivir mejor. Y aparece Bolsonaro, que es antisistema, que propone sacar a Brasil de la ONU. El riesgo es que aparezca cualquier cosa, por eso hay que construir una alternativa visible y honesta.
—¿Cómo está su vínculo político con Massa?
—Mi vínculo con Massa está perfecto. El año que viene veremos que hacemos, pero estoy en contacto permanente con él y comparto la misma mirada sobre el gobierno.
—¿Podría ser viable un acuerdo electoral entre el Frente Progresista y Massa?
—Ya no sirve ni el panperonismo ni el panradicalismo. Hay que construir desde una idea basada en un programa. Se puede confluir en la medida que haya un proyecto de país. La coalición del rejunte no sirve, la política tiene que transmitir certezas.
—¿Se terminó esa presunta dicotomía entre Vidal y Macri?
—Vidal tiene un estilo diferente al de Macri, y tiene una vida mucho más normal que la del presidente. También tiene una idea diferente de cómo construir política, no quiere cooptar a nadie, pero dialoga con todo le mundo. Nunca cortó el diálogo con nosotros. Ahora, no hay tal dicotomía en el proyecto político. El proyecto político de Vidal es el del PRO, y es exactamente igual al de Macri. Vidal está para convalidar el modelo.
—¿Lo ve a Lifschitz con alguna potencialidad nacional?
—Sin duda, Lifschitz tiene cualidades para participar de un proyecto nacional. Es una figura de proyección nacional. Santa Fe tiene que ser un modelo de exportación política, tienen que mostrar más que se puede gobernar con eficiencia y honestidad. No se trata de publicitar a un gobernador, sino a un modelo de gobierno. Hoy la estrategia tiene que ser formar parte de un proyecto nacional.