Con los 9,8 millones de votos ya contabilizados y abrochados (tres millones más que en las Paso), Sergio Massa abrió su lunes de gloria mostrándose más calmo y seguro que nunca antes; se siente y actúa como el presidente electo, y a su manera, también en ejercicio. Si bien sumó tres millones de nuevas voluntades entre agosto y octubre, todavía necesita, para ganar, sumar otros tres millones para las cuatro semanas que restan hasta el balotaje, donde se necesitan unos 13 millones de votos para imponerse.
El peronismo se reinventó, de manera épica, en una jornada que ni el más optimista imaginó. Sin embargo, la conducta electoral de ese 37 por ciento de argentinos que votaron por UxP no debería leerse como una extravagancia incomprensible. Massa impulsó medidas económicas concretas que aliviaron en parte el deterioro de los ingresos populares y sectores medios, y a esa conducta le añadió un relato electoral de futuro que le agregó consistencia, verosimilitud, en perspectiva de futuro.
En el escenario deslucido de la derrota que ofreció Javier Milei en la medianoche del domingo, el libertario optó por tomar el camino de profundizar la diatriba contra el peronismo kirchnerista, al que nombró despectivamente no menos de cuatro veces en ese puñado de minutos que estuvo ante su gran audiencia. Pareciera que el representante de la ultra derecha conservadora todavía cree que el clivaje “anti kirchnerismo” sigue sosteniendo el campo de disputa principal con el que se puede ganar una elección presidencial y gobernar a la Argentina.
Massa cree otra cosa, reitera que, si bien su expresión política es UxP, el peronismo kirchnerista, sin embargo, se propone crear un ámbito de acuerdo transversal que salga por arriba de esa disputa que viene dominando a la Argentina al menos desde 2007 hasta la actualidad. “Democracia, paz, patria, pueblo, industria, desarrollo, equidad de oportunidades” son los ejes que reitera el tigrense, para convocar a “los mejores”, trazando una raya piadosa sobre los pasados de cada quién que se sume, y sin que ningún currículum quede bloqueado por no provenir del universo “compañero”.
26 días hasta el balotaje, desde ya, es demasiado tiempo para la Argentina siempre sorpresiva, sin embargo, Massa sólo debería seguir la trayectoria de campaña política que recorrió en las últimas tres semanas, y esperar que la corriente de confianza que se abrió a su favor este domingo, se profundice. Massa no necesita “inventar” un nuevo posicionamiento en la campaña. Ya “inventó” un modo, un discurso, que interpelan exitosamente, al menos, a media argentina.
Milei, en contrario, necesitará, si pretende sumar no menos de cinco millones de votos para ganar en noviembre, reorientar sus apelaciones, discursos y promesas. El crecimiento espectacular que consiguió para ganar en agosto, se detuvo abruptamente. ¿Perdió la sintonía con el nuevo clivaje que parece conmover una mayoría de los argentinos? ¿el anti peronismo kirchnerista, del que tanto abusó Patricia Bullrich (y perdió 400 mil votos entre agosto y octubre), puede resultar el campo propicio para que Milei construya una nueva mayoría?
La máxima conductora del movimiento nacional, Cristina Kirchner, transitó durante al menos dos años del mandato del Alberto Fernández, en disputa más o menos abierta con las orientaciones del presidente (que había nominado en 2019); luego jugueteó con los momentos finales del armado electoral de la nueva sigla, UxP, dejó su impronta, garantizó la unidad, apoyó explícitamente a Sergio Massa -aun contra el paladar de parte de sus seguidores-, y lo más importante, se retiró.
Buscó no contaminar con su presencia al candidato: dejó que Massa despliegue, con sus propios atributos, una relación posible con el electorado, sin interferir, sin posiciones ambiguas, manteniendo bajo estricto cumplimiento un acuerdo político muy detallado que respeta con el ahora ganador de las elecciones generales. La lideresa de Santa Cruz cuestionó fuerte a Alberto Fernández, incluso el mismo día de la votación en horas de la mañana del domingo 22, cuando expresó “no fue mi gobierno”. Pero con “Sergio”, sobre todo desde que es candidato, fluyen los elogios, y una prudencial distancia.
Desde ya, si ese esquema político Cristina – Massa – gobernadores, funcionó, a nadie se le ocurriría modificarlo. “Equipo que gana no se toca”.
En contrario, y del otro lado del Río Bravo, en el universo del partido amarillo, JxC, su líder fundador Mauricio Macri, además de protagonizar un gobierno fallido en 2015 que lo llevó a una derrota en primera vuelta en el 2019, optó por intervenir de manera confusa, intermitente, por momentos intensa, con los referentes principales de su partido: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, entre otros. Incluso se acercó, sin definiciones precisas, al líder opositor, finalmente verdugo de JxC, Javier Milei.
Con Bullrich fuera del balotaje, y derrotada en casi todo el territorio nacional, Macri chocó el instrumento exitoso que creó en 2015 (Cambiemos, que gobernó el país, la provincia de Buenos Aires y Caba, de manera simultánea; luego Juntos por el Cambio). El artefacto electoral, que hace pocos meses acariciaba el sillón presidencial, quedó de baja en la política argentina. La obsesión del macrismo por “terminar con el kirchnerismo”, culminó, como un búmeran, terminando con el partido amarillo, refugiado, por ahora en la ciudad de Buenos Aires, como último recurso de supervivencia.