Mientras Losada dudaba si ser candidata o no, Pullaro exhibía hambre de poder, un rasgo en el que parece más peronista que radical. Al igual que la economía, también la política es cuestión de expectativas.
Además, Pullaro tampoco entró en la lucha en el barro a la que quiso llevarlo la senadora nacional. Llevó adelante una campaña ordenada. Por momentos, demasiado. Era un loop. Todas las semanas lo mismo: recorridas por los pueblos, fotos con los referentes locales y propuestas para el caso de llegar al gobierno. En el gran casting electoral logró mostrarse más preparado para el papel ejecutivo.
Pese a la presencia de Horacio Rodríguez Larreta, que tiene a Santa Fe como un distrito clave en el TEG que juega contra Patricia Bullrich, Pullaro se esforzó para que la discusión transcurriera por el andarivel provincial. Los santafesinos, como la gran mayoría de los electores fuera del Amba, no quieren delegados de Buenos Aires como gobernadores. El mérito de Pullaro fue nacionalizar la elección después, no antes.
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En contraste, Losada erró. Con su indecisión en la previa desperdició tiempo valioso, irrecuperable. La desordenada ofensiva contra Pullaro le hizo perder puntos frente a un electorado asqueado con las peleas entre políticos y que no le perdonó su lejanía con la provincia. Más que ayudarla a levantar, el apoyo de Bullrich fue un salvavidas de plomo y la arrastró hacia abajo.
El sismógrafo no lo registraba, pero quienes tenían los pies en la tierra sentían que algo latía debajo de la superficie. Un voto estratégico ya desde las Paso a favor de Pullaro, pero sobre todo en contra de Losada.
Votantes de todo pelaje que no consideraban a la vicepresidenta del Senado apta para el rol. En el caso de militantes y simpatizantes del PJ, no se trató de tropa movida desde una supuesta comandancia justicialista sino peronistas silvestres que creían que la elección estaba definida, o bien que consideraban que Lewandowski podía encontrar una elección más competitiva con Pullaro en el otro rincón.
“Las encuestas decían paridad, pero los focus groups marcaban paliza, y en general los estudios cualitativos no fallan en la tendencia de hacia dónde va la gente”, señalan desde el laboratorio de Pullaro, nuevo líder de una alianza con hegemonía radical.
El resultado del peronismo fue catastrófico. Si para los gobiernos la elección es un plebiscito sobre su gestión, los datos son contundentes. A las dificultades de Omar Perotti para resolver el problema más acuciante, la violencia en Rosario, se sumaron las dificultades para conducir a un peronismo más balcanizado que nunca.
“El responsable de esta performance es Perotti, que ni siquiera pudo ser el candidato más votado”, se quejaban ayer desde un campamento justicialista.
Sin los fierros de la gestión y a la espera de un respaldo en recursos que nunca llegó, ni de Santa Fe ni de Buenos Aires, Lewandowski salió de las Paso con 270.291 votos y el gobernador con 241.218.
La pregunta es si emerge un nuevo liderazgo en el peronismo santafesino y si desde la Casa Gris y la Casa Rosada —o el Ministerio de Economía— abrirán el grifo. A nadie le sirve otra foto de un peronismo al borde del nocaut.
En modo Pac-Man, Pullaro irá a reforzar distritos ganables. “Maxi se convirtió en un gran elector, consiguió 500 mil votos en una primaria. No va a hacer barullo, va a seguir con la moderación, se va a concentrar en las propuestas y va a buscar la unidad del espacio”, dicen cerca suyo.
“Necesita gobernabilidad”, agregan. Traducción: irán por la mayoría en Diputados. Pese a que jugaron con José Corral, creen que si finalmente Clara García encabeza la lista la diputados le agrega matices al espacio.
Carambolas de la historia, el socialismo, que parecía volver al punto de partida y convertirse en una pequeña fuerza legislativa, podría terminar el año presidiendo la Cámara baja. Y desde allí pensar en un regreso al gobierno.
Aunque aseguran que se trata de un nuevo partido, la situación del peronismo santafesino es más parecida a la de Brasil contra Alemania en el mundial 2014: 0-5 abajo en el entretiempo. Más que revertir el resultado, el objetivo realista parece que la derrota sea lo más digna posible.
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“Tenemos que consolidar lo propio, salir a convocar a otros sectores y hablar con los que no entraron, los que sumaron poco, los que no fueron. Lo mucho se hace sumando muchos poquitos. Ahora es Pullaro o Lewandowski, cada uno representa lo que representa”, dicen cerca del ex periodista deportivo, donde apuestan por un armado amplio, que supere y por mucho los bordes del peronismo.
En esa reconfiguración del tablero político santafesino, que también se juega en los departamentos con las intendencias y las elecciones al Senado, Rosario cobra una particular relevancia.
Más allá del desgaste de la gestión, Pablo Javkin revalidó su liderazgo en Unidos en la ciudad. No sólo ganó la candidatura a la intendencia sino también sus candidatos para las categorías locales: María Eugenia Schmuck para concejales y Ciro Seisas para el Senado.
Para el peronismo rosarino, la derrota de Roberto Sukerman es, en términos simbólicos, todavía más dolorosa que la provincial: su candidato será un extrapartidario como Juan Monteverde. Un triunfo suyo en septiembre cambiaría drásticamente el escenario local y provincial.
Con ventaja por la sumatoria entre los frentes —Unidos obtuvo 219 mil votos, y Juntos Avancemos 141 mil— Javkin intentará pararse desde la experiencia en gestión, asociar a su rival al kirchnerismo y plantear que un gobierno de Ciudad Futura y sus aliados implica un salto al vacío.
Por el contrario, Monteverde jugará con la dicotomía entre continuidad y cambio. Más que desplazarse en el eje izquierda-derecha, CF se mueve cómoda en la división entre la sociedad y la dirigencia tradicional.
Además de hacia dónde se inclinarán los votantes de opciones derrotadas en las Paso —por ejemplo, quienes acompañaron a Miguel Tessandori— otra pregunta es qué harán los electores que expresaron de distintas formas su desafección con el proceso electoral. En esa gran pecera donde se encuentran el 42% del padrón que no fue a votar, el 5% que votó en blanco y el 6% que anuló su voto puede encontrarse la clave de la elección.
Entender qué piensa, siente y quiere ese conglomerado diverso es una tarea central para los candidatos y sus equipos. Se registra una paradoja. Los estudios de opinión señalan que la relación entre la política y la sociedad está a niveles de 2001. Sin embargo, al menos en Santa Fe la consigna no es “que se vayan todos”, sino “que venga alguien que resuelva”. El mensaje parece ser: en caso de emergencia, rompa el vidrio y saque a un político.