El mayor legado que la región Rosario y la provincia de Santa Fe obtuvo de la década del gobierno de Carlos Menem es el puente Rosario—Victoria, inaugurado sin embargo dos años después por quien se había trasformado en su rival y ocupaba la Casa Rosada en el momento, Eduardo Duhalde, antiguo vicepresidente del riojano.
La monumental traza por sobre el río Paraná no había integrado el conjunto de promesas de Menem al arrancar su primer mandato (1989 -ni pensarlo-) y ni siquiera fue un punto en la plataforma electoral para su segundo gobierno de 1995. En el primer calendario se trataba de un país convulsionado impedido de proyectar obras mínimas de infraestructura. Inflación nacional anual de 3.000 por ciento (89), la nación estaba al borde de la disolución y había adelantado las elecciones mientras Rosario arrastraba las penurias de los saqueos. En el segundo (95), la realidad sí era otra y Rosario ya empezaba a mostrar las maquetas de los complejos de los shoppings y los parques que iba a inaugurar el socialismo gracias a la cesión de los terrenos ferroviaros nacionales.
El puente Rosario-Victoria, en realidad, fue el resultado de un movimiento potente de entidades empresarias y profesionales —que suelen denominarse con eufemismo "fuerzas vivas"— que levantaron el reclamo promediando los 90, martillando con insistencia en los medios y forzando a intendentes, gobernador y legisladores del momento a incluirlo en las conversaciones en Buenos Aires. Este diario, La Capital, significó mucho con sus títulos y editoriales.
Hacia 1995 Argentina había logrado estabilizar su moneda hacía cuatro años. Y los gobernadores aprovechaban para llevar sus reclamos a un gobierno nacional que, descontando que iba a ser reelecto en octubre, se mostraba permeable a los proyectos que llevaban sus mandatarios del PJ del interior. Así se coló también otro reclamo santafesino: la autopista a Córdoba, que comenzó a ejecutarse.
La época de Menem, hay que reconocerlo, tuvo otra "dinámica" federal. Al menos con Santa Fe. El entonces presidente vino cada vez que pudo a los festejos del 20 de Junio, y no fueron pocas las ocasiones. Pero además, Rosario recogió las mieles de las inversiones de multinacionales que creyeron que el país se metía en las ligas mayores. Así, apareció el desembarco de la General Motors (GM), las ampliaciones del Swift, los shoppings y otros proyectos que invitaron a soñar. Menem volvió a visitar Rosario en varias ocasiones y quedaron los registros fotográficos. Pero en su particularidad, el presidente riojano no concluía su afecto en los gobernadores Reutemann y Obeid y el ex intendente Cavallero. Menem conocía de quienes se trataban, entre otros, Pedro González, Oscar Montagni y Armando Traferri (entonces intendentes de Villa Gobernador Gálvez, Alvear y Santa Lorenzo) a los que llamaba temprano a la mañana en sus cumpleaños.
stos, a la vez, aprovechaban y le decían lo que hacía falta para que los empresarios de GM, Cargill, Swift, Suchard, o los que sean, superen ciertos vacíos.
Menem conocía quién era el rosarino Carlos Bermúdez y también Herme Juárez, el apodado Vino Caliente, en la época en que se concretaba la hidrovía del Paraná (obra de dragado de 5.000 millones de dólares) con la instalación de los 15 puertos privados en la zona de San Lorenzo, Puerto General San Martín y tambien Alvear (Cargill, Nidera, Terminal 6, Dreyfus y demás) por los que hoy se despacha la soja al mundo. Los gerentes de esas compañías, con despachos aquí o en Buenos Aires, fueron también parte de tantos argentinos que vieron un Menem rubio y de ojos celestes.
Gran parte de toda esa Argentina se derrumbó, otra sobrevivió, y la paradoja es si un gran peso de la caída no ha sido responsabilidad, también, de Menem.