"El de Macri es un gobierno débil, lo apurás un poco y te da lo que le pedís", define el politólogo Esteban Iglesias, para quien va a resultar crucial la elección legislativa del año que viene para ver si Cambiemos refuerza su poder en el Congreso o se va a ver obligado a seguir acordando políticas en minoría, como la que hoy tiene en ambas Cámaras.
El profesor de la UNR minimizó el paralelismo que trazó la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner con los ex mandatarios de Brasil Lula da Silva y Dilma Rousseff en el sentido de que hay un plan para proscribirla como candidata. Aunque sí estimó que hay una estrategia oficial para desgastar su figura, hacerla pasear por los Tribunales para que enfrente a los jueces en las múltiples causas en su contra. Sobre este punto, fue tajante. "Esto ya entró en un plano político sin retorno. A nadie le interesa la justicia, investigar y saber qué sucedió", afirmó.
Iglesias considera que hoy la política es más imagen que fundamento programático. Esa levedad, que no es propiamente argentina, calza con el discurso de Mauricio Macri y el fenómeno del partido gobernante. "El PRO supo aprovechar algunas transformaciones en la representación política, sobre todo en lo que tiene ver con la imagen del candidato, y le habla a la ciudadanía con una especie de noción de justicia muy meritocrática", sostiene el politólogo.
—¿Hay, como dice Cristina, una estrategia político-judicial para proscribir una probable candidatura suya en 2017?
—La ex presidenta comparó su situación con la de Dilma y Lula, en Brasil, pero no veo muchas similitudes. Sí creo que existe una estrategia del gobierno para debilitar su figura, que vaya seguido a Tribunales. Esto ya entró en un plano político sin retorno. A nadie le interesa la justicia, investigar y saber qué sucedió. La intención es desacreditarla y que eso impacte en el peronismo. Una oposición dividida siempre favorece al gobierno.
—Encuestas recientes marcan que Cristina, aun con este aluvión de denuncias en su contra, mantiene una intención de voto interesante, sobre todo en provincia de Buenos Aires...
—Al contrario de las otras fuerzas políticas, el peronismo siempre mantuvo un piso de votación del 30 por ciento. Este fenómeno se dio incluso en el 2001, donde el grito era "que se vayan todos". En ese esquema, Cristina expresa una vertiente importante del PJ que es, a la vez, de frontal oposición al gobierno de Macri. No me llama la atención esa intención de voto que reflejan las encuestas.
—¿Y qué le llama la atención de Macri?
—Que es un gobierno débil. Lo apurás un poco y te da lo que le pedís. Otro dato llamativo es que no tiene una orientación económica clara. Uno, a estas alturas, podía pensar que el gobierno de Macri podía fallar en un montón de cosas pero no en el rumbo económico. ¿Cuál es el motor del crecimiento? ¿Las inversiones, las expectativas del mercado? No está claro. Hoy, en ese aspecto, hay más continuidad que cambio. Hay otro dato paradójico: encontró más gobernabilidad en la CGT, por ejemplo, que en los empresarios, que es su clase de pertenencia. Se nota que los empresarios están contentos con este gobierno, pero hasta ahora no pusieron mucha plata.
—Para revertir esa debilidad resultará crucial ganar las legislativas del 2017. ¿Cómo lo ve en ese frente?
—Puede que se asiente un poco más, pero esto no quiere decir que obtenga mayoría legislativa. Y esa debilidad lo hace más pragmático en los acuerdos con los gobernadores, por ejemplo, o lo que se ve ahora cuando se discute el presupuesto. Pero el año que viene tiene el desafío de una elección de medio término. El kirchnerismo subió en el 2003 y ya en el 2005 se convirtió en la principal fuerza política del país. Dependerá mucho de sus candidatos. Hoy la imagen política de los candidatos tiene una importancia que hace 30 años no tenía.
—¿Por qué?
—Porque cambió la representación política, cambió el mundo, cambió la forma en que la sociedad se relaciona con los políticos y cómo se organiza políticamente la sociedad. Uno se entera, por ejemplo, de cosas de los políticos en los programas de chismes. Antes la sociedad requería o reclamaba del candidato su plan de gobierno, el programa, la plataforma política. Eso tenía un peso importante. Pero no pasa solamente acá, sino en todos lados, es una tendencia mundial. La imagen del candidato reemplaza al programa. También el comportamiento político de la sociedad cambió. Hay una volatilidad del voto que antes no se registraba.
—¿Será por eso que ese escenario gaseoso es ideal para una persona como Macri, que se presenta como alguien que no viene de la política?
—Macri aprovechó un clima de época y lo adaptó en grandes términos a su situación. Recuerdo que Néstor Kirchner decía en el año 2005: "No se olviden de que Mauricio es Macri". Esa frase no era ingenua. Kirchner quería decir que Macri no venía por afuera de la política, sino de una tradición empresarial que se ha enriquecido en base al Estado. El PRO logra aglutinar todas estas transformaciones que se dan en la representación política. El PRO tiene elementos radicales, peronistas, pero está liderado por una persona que le da una impronta, una determinada identidad política. Un proyecto sociocultural que está básicamente movilizado por una parte de voluntariado y por otra parte por emprendedorismo anclado en el mundo de los negocios. En términos generales, exhiben su propuesta para transparentar el Estado. Sobre esto no hay mucho relato. No hay grandes discursos, sino la intención de demostrar a la sociedad cómo se deben hacer las cosas. Pero en la forma en que se toman decisiones y en qué direcciones, ahí está la política. En la propuesta del PRO no hay una alusión directa a la política.
—Pero el PRO hace política, ganó elecciones. Eso no hubiera sido posible si no tuviera alguna identidad...
—El PRO tiene algunos rasgos identitarios, pero no tiene un fundamento político fuerte porque se armó en torno a la imagen de Macri. No dan una disputa en términos de ideas. Y como no tiene fundamento político, también le permite mucho pragmatismo. El PRO supo aprovechar algunas transformaciones en la representación política, sobre todo en lo que tiene ver con la imagen del candidato, y le habla a la ciudadanía con una especie de noción de justicia muy meritocrática. Dicen que cada ciudadano se puede volver un emprendedor, que cada ciudadano es responsable de su propio destino. Todo esto transforma todo lo que tiene que ver con la experiencia de la igualdad o la desigualdad.
—¿Hay algún rasgo parangonable del PRO con lo que fue el neoliberalismo?
—Hay puntos en común, pero sería muy cuidadoso en hablar de un neoliberalismo renovado. Por algunas decisiones que han tomado, noto algo de conservadurismo en una noción más cultural que neoliberalismo en su versión más económica. Reitero: se está instalando en la sociedad, y creo que por eso ganó Macri, una noción muy meritocrática de la justicia, donde cada uno es responsable de su propia suerte. Ahí se quebró un principio de solidaridad básico, porque la solidaridad tiene un costo y un precio. El aumento de la jubilación, los hospitales públicos, tienen un costo. ¿Por qué pagar por aquellos que no conozco y además no lo merecen?
—Sin embargo en ese aspecto, en lo que se llama el gasto social, este gobierno ha mantenido o incrementado la ayuda social...
—Por eso decía que, para mí, el retroceso fue más bien cultural que social o económico. Los sectores castigados por las políticas de Macri son la clase media y la clase media baja. Todo lo que es planes sociales Carolina Stanley (ministra de Desarrollo Social) mucho no lo tocó. Incluso todo lo que son las grandes organizaciones sociales, que tienen mucho de trabajo territorial y barrial, que Macri no lo tiene, mantuvieron las asignaciones presupuestarias que el Estado les pasaba.