“Eran ellos o nosotros. No hubo más opción”. Con voz tranquila pero con la mirada nublada por la muerte, Carlos, de 72 años, explicó cómo se defendió con una escopeta calibre 16 de un golpe comando en su granja de gallinas ponedoras el miércoles por la tarde en el medio del campo entre Coronel Bogado y Fighiera. Carlos estaba alrededor de las 17.30 junto con su esposa, uno de sus hijos y un empleado. Estaban trabajando cuando en medio de una nube de polvo, de la nada, les apareció un Ford Focus gris del que bajaron cuatro personas armadas: tres con pistolas y una con una escopeta Itaka. Los delincuentes se desplegaron sobre el patio de la vivienda, entre animales de granja, uno tomó a la esposa de Carlos y le puso una pistola en la cabeza. Otro fue sobre el empleado. Con las personas reducidas, un tercer hampón pateó la puerta de la casa y anunciando su ingreso con un disparo de Itaka que impactó en el freezer de la heladera y al grito de guerra: “¿Dónde está la guita?”. Carlos ya tenía la perdicera a mano y cuando lo tuvo en la mira, gatilló. Eso marcó el final del robo. Los perdigones del 16 impactaron en la cara del ladrón, quien murió en el lugar, al lado de la puerta de ingreso.
La detonación de la escopeta de Carlos provocó el desbande. Los tres cómplices se subieron al Focus donde aguardaba otro hampón al volante y salieron volados. A unos 300 metros de la casa de Carlos, en medio de la polvareda, dejaron tirado el Focus tirado. “Ahí apareció un auto blanco que los levantó. No se si le alcancé a pegar, pero cuando se iban les disparé otro escopetazo”, relató Carlos. “Anoche nadie pudo dormir en la casa. A mi me tuvieron demorado en la comisaría hasta que la fiscal se dio cuenta de que no hubo más opción que la que me tocó”, contó el hombre con los ojos húmedos, pero sin llanto. “La policía me preguntaba dónde estaban los cartuchos (de los disparos). Acá tenemos patos y gansos. Ellos comen cualquier cosa. Les dije: llévese los patos y hágales una tomografía”, dijo la compañera de Carlos.
Hasta el mediodía de este jueves el delincuente víctima del escopetazo permaneció sin ser identificado, hasta que a los primeras horas de la tarde se conoció que se llamaba Gustavo Daniel Rattaro, de 46 años, y vivía en los monoblocks del Fonavi de Parque Oeste. Fuentes consultadas indicaron que el Focus que los delincuentes descartaron tenía una patente legal y sobre la que no pesaba pedido de captura. “Lo que estamos analizando son los guarismos del vehículo, porque si bien la chapa es legal y corresponde al modelo del auto, hay que certificar que el auto y la patente se correspondan”, explicó la fuente. La chapa corresponde a un Ford Focus III 1.6 S M/T.
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La granja de gallinas ponedoras que cinco ladrones armados hasta los dientes fueron a robar el miércoles por la tarde.
Foto: Silvina Salinas.
Nacido en el lugar
Carlos nació hace 72 años en la granja que el miércoles por la tarde tuvo que defender a perdigonadas de calibre 16. La humildad de la granja y la vivienda en la que reside la familia hace pensar en cuál era el objetivo del grupo comando que trató copar el lugar. “Perdón, sin faltarle el respeto, qué vinieron a robar de esta manera acá” fue una de las preguntas que realizó el cronista. Carlos, quizás pícaramente, se encogió de hombros ocultando, como en el truco, cuántos números tenía de mano. Para llegar a la granja de Carlos hay que conocer muy bien el territorio. O tener el dato. Desde la autopista Rosario-Buenos Aires, son 18 kilómetros de camino polvoriento. El único mojón distintivo del camino es la escuela primaria "Escribano", ubicada a unas 25 cuadras de la granja. Desde Coronel Bogado, localidad de unos 3 mil habitantes al oeste del departamento Rosario, son hasta el gallinero de Carlos unos 12 kilómetros, siempre por caminos polvorientos.
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La granja está a unos 150 metros del camino central. Por ese camino, que menos de 24 horas antes habían transitado cinco delincuente armados, llegó un equipo de periodistas. ¿Cómo se hace para llegar por el mismo sendero que un día antes habían recorrido los ladrones, con el resultado de uno de ellos muerto? El redactor golpeó las manos. Hizo el gesto de que iba “liso”, desarmado en la jerga. Y caminó hacia la única ventana que da al frente en medio del ladrido de un par de perros. “Quedate ahí parado”, escuchó desde la ventana. Era la voz de Carlos, el hombre de la historia. El que había defendido lo suyo con una escopeta calibre 16, una perdicera. El cronista se acerco credencial en mano. Carlos se relajó todo lo que se podía. “Tenemos un poco de miedo aún. No fue fácil lo que nos pasó”, explicó.
Focus gris
Es que por ese mismo lugar, el miércoles alrededor de las 17.30, un Focus gris llegó devorando el camino polvoriento. Raudo, se estacionó al lado de las dos camionetas de Carlos. Como catapultados cuatro hombres armados se bajaron y se repartieron tareas. Dos fueron sobre las dos personas que estaban en el exterior. Uno “achicó” a la esposa de Carlos y el otro a un empleado. “Entraron a lo loco. Disparando contra la casa. Yo los vi por la ventana y me di cuenta cómo venía la jugada”, recordó Carlos, quien estaba dentro de la casa con la puerta de madera cerrada. Viendo la jugada agarró la escopeta calibre 16 que tiene en su granja para espantar cualquier mal. ¿Qué implica tener un arma de ese calibre? El 16 es un calibre de caza. Cada cartucho contiene 16 bolitas de plomo que al ser gatilladas tienen un poder de daño en un radio de unos 40 a 50 metros. A muy corta distancia es letal.
Cuando el delincuente que portaba la Itaka pateó la puerta de madera desconocía que al otro lado lo esperaba el destino dividido en 16 bolitas de plomo. “Yo me coloque detrás de la pared de la habitación. Cuando pateó la puerta entró gritando que querían la guita e hizo un disparo que impactó en el freezer. Yo me corrí y gatillé. El disparo le pegó en la cara. Cayó ahí, donde usted está parado”, le contó Carlos al cronista. El duelo de escopetas se dio a menos de un metro y medio de distancia. El impacto sobre Rattaro fue determinante. Murió en el lugar.
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Según el relato de Carlos, el maleante que lo enfrentó disparó un escopetazo que impactó en el freezer de la heladera de la casa.
Foto: Silvina Salinas.
La detonación generó en los cómplices de Rattaro un efecto desbande sin mirar atrás. Salieron despedidos hacia el Focus. El conductor lo sacó arando marcha atrás. Y de ahí a devorar la tierra removida. Carlos salió aprovechando el efecto sorpresa y volvió a disparar. “La verdad es que no sé si le pegué”. Esa era su duda. A 300 metros abandonaron el auto. Otro auto, color blanco, los recogió y se fueron dejando a su compañero muerto.
Los primeros que llegaron a la escena del crimen fueron efectivos de la subcomisaria 10ª de Coronel Bogado, quienes solicitaron colaboración al Comando Radioeléctrico. A simple vista podían verse impactos en la puerta de ingreso a la vivienda y el escopetazo en el freezer. La investigación quedó en manos de la fiscal Georgina Pairola, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran en la escena. Secuestraron una vaina calibre 9 milímetros y la escopeta de Carlos, que quedó demorado hasta que la fiscal cotejó testimonios que le permitieron formarse una idea de la mecánica de los hechos. A primera hora de la mañana de este jueves fue liberado, al entender la fiscal que se trató de un hecho de legítima defensa.