“Nos manda la gente de arriba que tienen que poner 50 mil dólares. Porque si no, donde te veamos te vamos a dar”. El mensaje que llegó hace un mes al celular de un joven comerciante fue el primero de una saga extorsiva que derivó en dos balaceras —una cometida esa misma noche a la casa de su familia y otra a la gomería de un amigo—, por las que tres personas fueron imputadas este jueves con prisión preventiva hasta marzo. Uno de los acusados estaba preso en la cárcel de Piñero.
La trama fue expuesta por los fiscales Federico Rébola y Franco Carbone en una audiencia ante el juez Florentino Malaponte. Los tres detenidos fueron imputados como coautores de un intento de extorsión con armas de fuego. Uno de ellos sumó la tenencia ilegal de una pistola 9 milímetros encontrada en un allanamiento a su casa además del delito de encubrimiento por usar un auto robado. El magistrado dictó la prisión preventiva de los tres hasta el 8 de marzo, una medida que puede prorrogarse hasta la audiencia preliminar al juicio si los fiscales presentan su acusación dentro en ese lapso.
Los acusados son Rodrigo Alejandro D., detenido desde septiembre 2019 y quien en marzo del año pasado fue trasladado a la Unidad 11 de Piñero, Gonzalo F. y Franco Matías V. Por el caso ya había sido detenido e imputado el mes pasado un supuesto remisero, tras una entrega controlada de dinero en la que policías se hicieron pasar por la víctima y pactaron una cita con los extorsionadores en la zona de Alem y Rueda. Un quinto sospechoso está prófugo.
La investigación comenzó con los disparos que el 15 de noviembre pasado perforaron el portón de una casa de Ocampo al 200, en el barrio República de la Sexta. A las 0.30, un hombre pasó en una moto tipo scooter de color rojo y disparó hacia esa casa donde vive el joven amenazado con sus padres. “Nos asustamos, nos tiramos al piso, no pensé que era en mi casa”, contó luego el padre, quien trabaja con su hijo en un local de venta de repuestos de automóviles.
El hombre llamó a la policía y contó que estaba durmiendo cuando escuchó entre cuatro y cinco detonaciones seguidas, como en una ráfaga, y al asomarse por una ventana vio una moto scooter roja. Luego comprobó que el portón del garaje había sido agujereado por ocho balazos y otro tiro había atravesado la puerta. En el frente del domicilio se encontraron doce vainas servidas 9 milímetros.
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El mismo día, minutos antes de las 16, su hijo de 26 años había recibido una amenaza telefónica a la que no le había dado entidad. “Si no pagás le va a ir mal a tu familia”, advertía el mensaje, que prometía “pegarles” a los padres del muchacho en caso de que no llegaran a ubicarlo. “Vamos a ir a tu casa si no querés poner el dinero. Ustedes tienen empresa y todo, nunca pusieron nada y a nosotros nos pagan”, completaba. El destinatario de esos mensajes había ido a cenar a la fiesta de colectividades cuando se enteró de la balacera.
Ese fue el punto de partida de una saga extorsiva. Al día siguiente recibió nuevos mensajes en los cuales lo amenazaban con atacar a un amigo. “Ahora en breve tenés noticias. Si querés parar la bronca tenés que llegar a un arreglo con nosotros. En un rato vamos a atacar a tu amigo y no vamos a parar de atacar”.
A las 22.50 cumplieron con el anuncio y balearon con ocho tiros la gomería de su amigo en la zona de Necochea y Ocampo. Luego, también llegaron mensajes al celular de este amigo de la víctima: “Así como tiramos en la gomería vamos a ir a tirar a tu casa si él no arregla con nosotros. No metan a la policía ni a otra gente porque va a ser peor”.
Seis días más tarde, los mensajes volvieron a arreciar. “Loco, vamos a coordinar el tema de la plata”, le exigieron al joven comerciante, entre numerosos llamados telefónicos y la promesa de ir a buscar el dinero al día siguiente en un remís: “No queremos nada raro porque lo pueden meter en cana al muchacho. Sean derechos y de palabra que la orden de arriba es cobrar y no molestarlos más”.
Al día siguiente, simulando ser la víctima, dos policías de una unidad especial acordaron la entrega del dinero para las 18.50 en Ayacucho y Rueda. Los extorsionadores les dijeron que iría un remisero en un Volkswagen Polo oscuro. Al ver ese auto estacionado en doble fila, los policías le acercaron al conductor un fajo de papeles que simulaban ser dinero dentro de una bolsa de mandado. Enseguida uno de ellos se identificó como policía y sacó el arma, pero el conductor le retuvo el brazo y arrancó el auto.
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El policía logró soltarse con el vehículo en movimiento y golpeó la cabeza contra el asfalto. Terminó con lesiones y necesitó asistencia médica. El conductor del Polo intentó escapar pero en Ayacucho y Virasoro fue detenido. Se trata de Emanuel Antonio C., quien ya había sido imputado. Los policías identificaron otro auto en la zona que actuaba como vehículo de apoyo, un Peugeot 208 marrón en el cual presumían que estaban quienes se mensajeaban con ellos, pero no le dieron alcance.
La detención no puso fin a los mensajes. Al mismo chat en el que habían interactuado con los policías, los extorsionadores escribieron: “Ah, te hacés el vivo. Es lo peor que pudiste hacer. Cerrá la empresa y blindá tu casa”. También le escribieron al amigo: “Se termina de confundir. Te vas a enterrar vos, a él y a toda la familia de ustedes”.
La pesquisa siguió con la investigación de las líneas telefónicas usadas para remitir los mensajes intimidatorios. Una estaba nombre de D., el preso de Piñero, activa desde julio. Otra a nombre del acusado Gonzalo F. En cuanto a Franco V., fue detenido luego de un allanamiento a su casa de zona sur en el que entregó la llave del Peugeot usado como auto de apoyo. El vehículo estaba estacionado en una estación de servicios de Uriburu y Flammarión. Había sido robado en la provincia de Buenos Aires en agosto pasado.
Además a este hombre le secuestraron una pistola semiautomática Bersa Thunder calibre 9 milímetros que aún no fue peritada, pero no se descarta que haya sido el arma usada en las balaceras. Los detenidos conocían a la víctima del barrio y otros círculos sociales. En la imputación, los fiscales detallaron la secuencia extorsiva y la relacionaron con la información obtenida de los teléfonos. Algunos, como un Samsung incautado en una requisa a la celda de D. en Piñero, aún deben ser peritados.