Soraya Rubiolo tenía 16 años y un bebé, Lorenzo, que cumplió cinco meses este jueves, el mismo día en que su madre fue asesinada de un balazo en la cabeza dentro de su casa del barrio Santa Lucía. Vecinos y familiares la encontraron herida en el interior de la vivienda, donde además notaron que faltaba un televisor y el celular de la chica. Sin embargo en el barrio nadie cree que se haya tratado de un crimen en contexto de robo, sino que relacionan el hecho a una pelea que la víctima había tenido semanas atrás con una joven cuya familia está vinculada a la venta de drogas. En lo que va del año fueron asesinados 25 menores de edad en el departamento Rosario.
El jueves iba a ser un día especial para Soraya Rubiola. Había empezado un curso de panadería de unos de los programas de desarrollo social que dictan los gobiernos de la provincia o del municipio. Para la noche tenía pensado comer con una amiga y celebrar los 5 meses de vida de su hijo Lorenzo, Lolo para ella, un plan que continuaría el viernes junto a su familia. Pero la mataron: una persona le pegó un tiro en la cabeza cuando la chica estaba dentro de su casa.
Uriel, hermano de Soraya, contó que la chica tenía planeado ir a cenar a lo de una amiga. Dijo que él salió de la casa familiar de Colombres al 2100 para ir a lo de su pareja a buscar dinero, y que ni bien había llegado escuchó unos disparos. "Lo que menos pensé fue que era en mi casa, en el barrio se escuchan tiros como en todo barrio", contó el muchacho a La Capital. "Pero un vecino fue a decirle a mi suegra que había pasado algo en mi casa. Cuando llegué a la esquina vi toda la gente acá. Yo pensé que habían entrado a robar, corrí y me metí y me encontré a Soraya tirada en la cocina. Tenía un tiro en la cabeza", agregó.
Colombres es la última calle hacia el oeste del barrio Santa Lucía. Son 400 metros que están delimitados hacia el norte por la calle 1743 y hacia el sur por Estudiante Aguilar. De un lado de Colombres están las últimas viviendas, casas bajas y muy humildes. Enfrente nace un descampado sobre el cual se tienden algunos caminos de tierra que conducen a las afueras rurales de Rosario. Es uno de los barrios de la periferia en los que más se percibe el contraste con otros sectores de la ciudad, una evidencia de la desigualdad histórica en los procesos de transformación urbana.
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Los habitantes de ese vecindario dicen estar acostumbrados a escuchar disparos. Generalmente lo relacionan a un punto de venta de drogas ubicado en esos 400 metros de calle Colombres. Hay veces en los que esos estruendos llaman más la atención, como este jueves: fue uno solo, tan específico porque se sintió dentro de la casa de Soraya. Para cuando los primeros vecinos se asomaron ya no quedaban rastros del autor o los autores del hecho, por lo cual tampoco trascendió información acerca de si se movían en un vehículo o a pie. Lo cierto es que al ingresar a la vivienda hallaron a Soraya desplomada en la cocina, ya fallecida.
Un crimen con sello
Este viernes entre allegados y vecinos de Soraya predominaron algunas preguntas alrededor del crimen: ¿Por qué motivo la mataron? ¿Por qué de esa manera?. El dato de que de la casa familiar faltó un televisor y el celular de la víctima no les hizo suponer que se tratara de un homicidio en situación de robo. Fue un hecho con las características típicas de crímenes ocurridos en contextos de criminalidad organizada. Pero quienes conocieron a Soraya aseguraron que ella no estaba involucrada en alguna actividad ilegal. Algo que, aunque cueste admitirlo, el presente rosarino demuestra que es posible en la juventud de los márgenes de la ciudad.
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En ese marco hubo quienes mencionaron una pelea que Soraya había tenido semanas atrás con una chica del barrio, sobre quien dijeron que tiene familiares vinculados a la venta de drogas. Así, más allá de que la motivación no estuviera en un contexto narco, surgió la sensación de que se trató de un asesinato con esas características. Como si se hubiera impuesto la lógica de los balazos para saldar cualquier tipo de conflictos. De todas maneras nada se descarta en la incipiente investigación que quedó a cargo de la fiscal de Homicidios Marisol Fabbro.
La violencia callejera impacta de manera particular en barrios como Santa Lucía, donde hace mucho tiempo los hechos violentos de este tipo dejaron de ser novedad. Con cualquier vecino con el cual se mantenga un diálogo aparecen precedentes a través de otras historias, algunas recientes y otras no tanto. "A mi vecinito lo dejaron tirado en un callejón", contó por ejemplo una mujer para hacer referencia al asesinato de Brandon Segovia. Tenía 16 años y a fines de junio de este año su cadáver apareció en la zona de Belgrano y El Zorzal, un camino rural en la zona oeste de Pérez. El cuerpo tenía las manos y los pies atados con sogas y al menos 9 orificios por heridas de arma de fuego.
El homicidio de Segovia y la mayoría de los que ocurrieron en Santa Lucía en el último tiempo tienen como punto en común el trasfondo de la venta de drogas. "Acá nadie vende si antes no tiene el permiso del Morocho", dijo una mujer. En este sector del oeste rosarino el nombre de Claudio "Morocho" Mansilla no se hizo conocido, como en el resto de la ciudad, por ser el último recapturado de la fuga de la cárcel de Piñero de junio de 2021. Hace años, aseguran, todo lo que tiene que ver con la venta de drogas -y por lo tanto la violencia con la que se sostiene- ocurre bajo su capacidad de influencia.
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"Abundan mucho los búnker acá, y no se puede hablar por eso", agregó esta vecina. Las historias de violencia, tantas con desenlaces fatales como en el caso de Soraya, están atravesadas por el miedo de quienes las viven en primera persona, ya sean protagonistas o espectadores por casualidad.